Azra Raza nació mujer… en Pakistán. A pesar de esta barrera patriarcal brutal y gracias, entre otras cosas, a proceder de la élite económica y social pakistaní (es una mohajir, refugiados musulmanes que huyeron del norte de la India tras la partición de los dos países) se ha convertido en una experta mundial en síndromes mielodisplásicos y en leucemia mieloide aguda, una de sus complicaciones más frecuentes. Actualmente es profesora de medicina y directora del Centro de Síndrome Mielodisplásico de la Universidad de Columbia.
Azra Raza lo es todo en el cáncer en Estados Unidos: investigadora básica, traslacional y clínica; profesora universitaria, médico asistencial y jefa de servicio de hematología y oncología; articulista y viuda de paciente con cáncer. También una experta en poesía urdu (y se nota en su escritura). Ahora escritora de un libro valiente y muy necesario: honestidad brutal que diría Calamaro.
Como dice en el prólogo de «The First Cell: And the Human Costs of Pursuing Cancer to the Last» tenía que ser todas esas cosas para poder escribirlo porque después de esas experiencias profesionales y vitales:
«He aprendido a reexaminar las cosas que dábamos por sentadas, buscar la comodidad en lugares hostiles. He aprendido nuevas cosas sobre los temas que pensaba que ya me sabía: la diferencia entre dolencia y enfermedad, curarse y sanar, no sentir dolor y sentirse bien, o la naturaleza angustiosa de trabajar con promesas que nunca se van a cumplir»
Y confiesa:
«En la clínica y en los congresos científicos me he sentido un fraude, una farsante intelectual. La complejidad de una enfermedad que sufren otros ha hecho que mi vida me parezca una simpleza; en el camino hacia la muerte he empezado a catalogar la tragedia de sobrevivir. De vez en cuando, incluso, siento que mi trabajo no tiene sentido»
En el tratamiento del cáncer, declara, las cosas siguen muy parecidas a cómo estaban hace 50 años. Y esto le parece vergonzoso:
«E igual de vergonzoso es la arrogante negación de esa vergüenza. Los avances terapéuticos desarrollados en modelos animales son comunicados como si fueran directamente aplicables a las personas. Mejoras de semanas en la supervivencia son vendidas como la cura definitiva. Estas proclamas excesivamente adornadas son profundamente dañinas para los pacientes. Nadie está ganando la batalla contra el cáncer. Es fundamentalmente publicidad, la misma retórica que las mismas voces engoladas llevan proclamando desde hace 50 años»
Azra no se anda con matices:
«El tratamiento del cáncer es hoy tan primitivo como era hace 50 años. Y los historiadores dirán lo mismo de las prácticas que desarrollemos en los próximos 50 años. Desde luego ha habido magníficos avances tecnológicos y de investigación pero comparativamente las terapias parecen paleolíticas. La investigación ha avanzado pero no lo ha hecho en igual medida el tratamiento. ¿Por qué no somos capaces de extraer conocimiento práctico de los miles de artículos científicos publicados en los últimos 50 años proclamando avances definitivos en la comprensión del cáncer? Desde hace 4 décadas escucho que está a punto de aparecer el tratamiento definitivo gracias a la comprensión del papel de los oncogenes, de los genes supresores, la descodificación del genoma y del transcriptoma humano, el sistema inmunitario o la supresión de los factores que generan la irrigación sanguínea del tumor. Pero la mayoría se derrumban estrepitosamente cuando son aplicados a los enfermos. El gap entre el conocimiento que tenemos sobre el cáncer y la efectividad de las terapias es asombroso»
La hematóloga señala contrariada como los expertos que divulgan nuevos descubrimientos, suelen acabar sus charlas con llamadas a la esperanza y con ejemplos de curaciones extraordinarias:
«Ser positivo es el eslogan. Pero ¿Qué hacemos entonces con los enfermos con cáncer que sufren intenso dolor y sufrimiento? ¿Por qué nos cuesta tanto decirles que la mayoría de ellos van a morir? ¿Por qué seguimos promocionando esperanza en base a casos anecdóticos? ¿Por qué tanta tontería sensiblera? Tratar a las personas como frágiles, vulnerables, sentimentaloides; como niños que necesitan ser protegidos, es injusto, miope y en el medio plazo, contraproducente para todos los afectados»
Azra Raza cree que el problema es cultural. En una sociedad obsesionada con historias de ganadores, morir de cáncer es decepcionante:
«Nadie falla por morir de cáncer. Pero negar la muerte sí que es un terrible error»
La Dra. habla, con cierta admiración, de la «fantástica» complejidad del cáncer y de su capacidad para sobrevivir, crecer y mutar. Ante esa complejidad le parece un ingenuo reduccionismo que la investigación terapéutica siga pensando que se va a descubrir una «bala mágica» para acabar con alguno de los más frecuentes.
Esta idea procede en parte del éxito conseguido con unos pocos cánceres con dianas cromosómicas simples como la leucemia mieloide crónica (imatinib) o la leucemia promielocítica aguda (vitamina A):
«Pero la mayoría de los cánceres han demostrado ser mucho más complejos, con múltiples aberraciones biológicas determinando su fenotipo… El cáncer gobierna sobre su anfitrión con despótica autoridad»
Confiar que las terapias contra semejante conjunto de enfermedades pueden ser descubiertas a través de experimentos sobre líneas celulares o modelos animales es un absoluto desastre.
Sobre todo dados los resultados: el 95% de los tratamientos desarrollados de esta manera fallan al llegar a los ensayos clínicos. El 5% restante puede ser considerado también un fallo cuando solo prolongan la vida unas semanas
Una futilidad que se esconde mediante estadísticas engañosas (hace poco reseñábamos una investigación publicada en el NEJM que expresaba lo mismo):
«Una estadística frecuentemente citada señala que entre 1984 y 2014 la mortalidad por cáncer ha disminuido un 20%… Sin embargo esta disminución no es debida a los nuevos tratamientos sino al diagnóstico precoz y a la reducción del tabaquismo. De hecho, hay un incremento de la mortalidad en algunos cánceres como el hepático que ha aumentado un 88% entre 1980 y 2014. Cánceres como el de mama, próstata, páncreas, colon o recto están aumentando entre las clases sociales más desfavorecidas, las regiones del país más pobres y con tasas de obesidad más elevadas. La mortalidad en EE.UU por linfoma se mantiene en tasas de 8 por 100.000 pero en ciertas zonas de Ohio, West Virginia o Kentucky las muertes han aumentado un 74%»
La Dra. Raza menciona en el prólogo, por supuesto, los millones de dólares invertidos por aseguradoras y enfermos en los disparatados precios que se pagan por medicamentos venenosos y mayoritariamente inútiles, pero también le parece un desperdicio el dinero invertido por el gobierno y fundaciones privadas en líneas de investigación que, según la Dra., no van a generar sino frustración.
¿Qué propone nuestra autora?
Por un lado la prevención:
«…las estrategias de prevención están obscenamente olvidadas. Los oncólogos nos preocupamos mucho por los que ya están enfermos. Peor ¿hacemos lo suficiente para reducir el número de enfermos del futuro? ¿Somos conscientes de la importancia de evitar una enfermedad devastadora? ¿Estamos haciendo lo mejor para reducir el daño o quizá deberíamos plantearnos la utilidad de algunas de las intervenciones draconianas que ponemos en marcha? ¿Cómo podemos pensar que las terapias que tenemos son lo mejor cuando continuamente tenemos que preguntarnos si será el cáncer o el tratamiento que proponemos lo que matará al paciente? Como alguien ha dicho: tratar a los enfermos con quimioterapia, inmunoterapia o trasplantes de células madre es como golpear a un perro con un bate de beisbol para acabar con sus pulgas. ¿Por qué pensamos que esto es lo mejor que podemos ofrecer».
Propone prevención y, también, un cambio en el paradigma de investigación y tratamiento:
«Seguir esperando que vamos a encontrar mejores tratamientos a través de las plataformas de investigación utilizadas en la actualidad, es tan irreal como pretender diseccionar un cerebro y encontrar la conciencia… Tenemos que cambiarlo todo… La nueva estrategia debe ser dejar de perseguir la última célula y centrarnos en la primera. Mejor aun, prevenir la aparición de la primera célula encontrando sus primeras huellas. Para que llegue el final debemos terminar con el principio. La prevención es la única cura compasiva y universal»
La Dra. Raza no propone, en lo que llama prevención, ayudar a las personas a mejorar sus estilos de vida o generar políticas que modifiquen condiciones sociales; tampoco seguir con la detección precoz mediante cribados. Lo que llama prevención consiste en:
«.. identificar y erradicar las células cancerosas en las etapas más iniciales antes de que tengan la oportunidad de organizarse en una enfermedad maligna»
Suponemos que este argumento será desarrollado durante el libro (solo hemos leído el prólogo) y, desde luego, se nos erizan los cabellos al pensar en generalizar una estrategia de prevención tan precoz (mediante biopsias líquidas, detección de drivers de mutaciones somáticas del DNA, cambios epigenéticos, RNA y proteinas específicas del cáncer en plasma, esputo, orina o heces o mediante técnicas moleculares de imagen) cuando sabemos que hay células cancerígenas que nunca producirán enfermedad por cáncer.
Lo que más nos ha interesado, en todo caso, en este prólogo, es la crítica que la Dra. Raza, una oncóloga establecida, realiza a la estrategia terapéutica oncológica actual y sus argumentos.
Es interesante cómo se adelanta a las críticas de sus colegas:
«Su primera objeción será que estoy ignorando la mayoría de los cánceres que nos encontramos hoy en día. Mi respuesta es que en realidad no hemos avanzado nada en las últimas décadas en el tratamiento del cáncer metastásico»
En este punto hace un apartado con los nuevos tratamiento inmunológicos:
«Tiene algunos resultados excepcionales pero este abordaje no es universalmente curativo y, en la actualidad, ayuda a un número muy pequeño de enfermos. En el mejor de los casos son terapias que no se pueden financiar; en el peor, tienen efectos secundarios severísimos debido a su super-eficacia exterminadora… Finalmente, entre el 7 al 30% de los enfermos están sufriendo una inexplicable y muy agresiva recurrencia de sus tumores»
La segunda objeción a la que se adelanta la Dra. Raza es a la existencia de algunas mejoras en los resultados de algunos cánceres. Para la autora:
«Los oncólogos seguimos centrándonos en una minoría de nuestros enfermos que obtienen algunos beneficios limitados en el tiempo. Ha llegado el momento de pensar en esa mayoría de pacientes que no se benefician pero que sufren los terribles efectos secundarios de unos medicamentos que muchas veces les quitan tiempo de vida»
La tercera objeción vendrá de los investigadores:
«No digo que la investigación en modelos animales o líneas celulares deba abandonarse porque está produciendo conocimiento pero sí debemos olvidarnos de la pretensión de desarrollar medicamentos siguiendo estas estrategias»
En este punto critica el sistema de financiación de la investigación que hace muy difícil «salirse del camino»
Por último se adelanta a las críticas de sus colegas que la van a tachar de pesimista, «no solo por mi visión del pasado sino también del futuro». Raza cree que eso no es exacto:
«Mi pesimismo tiene que ver con mi frustración con el status quo. Demasiadas vidas se están perdiendo por nuestro empecinamiento en la creencia de que seremos capaces de abordar una enfermedad tan compleja como el cáncer»
La última parte del prólogo es especialmente emocionante. Va dirigida a los enfermos que lean su libro:
«Mi intención es mejorar los resultados de las personas que están negociando con los caprichos del cáncer. Espero que este libro sea una fuente de empoderamiento a varios niveles. Como verán, por un lado, no todos los sombríos pronósticos se cumplen. Por otro, el hecho de que cientos de oncólogos e investigadores estén cada día luchando por encontrar mejores soluciones para el cáncer es una verdad poderosa.. Si mi libro puede comunicar algo a un enfermo de cáncer es que no está solo»
«Algunos pocos afortunados enfermos superarán su cáncer» dice la Dra Raza:
«Su humanidad se expresa plenamente en su deseo de vivir, de celebrar la vida incluso enfrentándose a decisiones muy difíciles. Su palpable deseo de vivir solo un poco más al costo que sea salta de las páginas. Ellos son la razón de que los oncólogos, obsesivamente, fanáticamente, celosamente, propongan opciones terapéuticas no plausibles, exploren alternativas salvajes, no se rindan ni dejen que ellos se rindan. Ellos nos dan el helio que sostiene la derrota de nuestro espíritu.»
Pero frente a estos pocos «ganadores» hay muchos más que morirán:
«Si las decisiones y los actos que condujeron a esas muertes no son reexaminados cuidadosamente, cuestionadas, impugnadas, entonces nuestro silencio matará a los enfermos otra vez. Para examinar esas decisiones utilizaré mis distintos roles como oncóloga, investigadora, esposa y viuda de un enfermo de cáncer, amiga; observadora, consultora… Yo cuestiono las recomendaciones de los expertos, las opciones que las familias realizan. Me maravilla la inocencia y la esperanza de los enfermos que mientras agonizan siguen buscando desesperadamente una nueva terapia experimental. Sobre todo, cuestiono mis propias decisiones. ¿Están basadas en datos sólidos o son elecciones incómodas basadas en evidencias que proceden de investigaciones incompetentemente diseñadas? Si no puedo conceder más vida ¿Podría ayudar a que mis enfermos tuvieran una buena muerte? ¿Puedo comunicarme mejor con mis pacientes? ¿Cómo puedo adquirir esas habilidades perdidas en mi caja de herramientas para ser capaz de interaccionar de manera más compasiva con mis pacientes’ ¿No es por eso por lo que quería ser médico»
Todos los casos aparecerán con sus nombres e incluso fotos (arriba Omar que murió de un sarcoma)
Y acaba este maravillosos prólogo haciendo una llamada a la humildad:
«Reconozcamos con toda humildad que nuestro trabajo no se ha completado. Y voy más allá: aceptemos que las maneras tradicionales de hacer que mantenemos están esclerosadas. Mi insistente examen microcópico de las maneras como las personas que aparecen en este libro sufren y padecen solo tiene el objetivo de alertar de la necesidad urgente de cambiar; de forzarnos a nosotros mismos como individuos y como sociedad a quitarnos las esposas del dogma y la tradición… dejemos de perseguir el terriblemente equivocado objetivo de añadir unos pocos meses a la vida.. Deconstruyamos lo que se ha convertido en una ciencia indiferente y reconstruyemosla teniendo en cuenta la angustia humana»
Hay que ser muy valiente para, siendo una oncóloga totalmente asentada, escribir este rompedor prólogo de un libro que promete emociones fuertes.
Seguiremos contando
Abel Novoa es presidente de NoGracias
Estará en español
ENGROSEMOS EL HUMANISMO DE ESTOS MEDICOS CON LA DIFUSIÓN DEL ARTÍCULO
Muy bueno,pero nos desalienta.Seguimos con prevencion,con las armas que tenemos para diagnosticarlo «a tiempo»? y luego que? Solo Dios tiene en su poder nuestras vidas Hagase su voluntad.
Y, probablemente, la seguiremos perdiendo (la batalla contra el cáncer) en tanto prevalezca el rentable dominio del modelo tecno-científico-médico reduccionista, mecanicista y estandarizador en el abordaje de estas enfermedades, en plural, con exclusión (cuando no persecución) de todo enfoque complementario y holístico.
Incuestionablemente, conocer qué enfermedad (ahora, cáncer, cánceres) tiene un paciente es parte de la solución médica, pero deviene parte del problema cuando el diagnóstico pretende sustituir al paciente como objetivo exclusivo (y, a menudo, excluyente) del tratamiento.
Conocer qué paciente tiene la enfermedad, al modo en que lo hacen enfoques médicos del ámbito llamado complementario, resulta ya inaplazable. Qué características de su biopatografía, como patrones adaptativos al medio ambiente y al medio interno, le predisponen. Qué particular sensibilidad (expresada en deseos y aversiones, intolerancias, modos reaccionales en afecciones agudas, respuesta a factores físicos -frio, calor, humedad, …) condiciona su susceptibilidad al modo proliferativo. Qué recursos curativos, defensivos o adaptativos moviliza en respuesta a la enfermedad neoplásica. Cuándo, por ejemplo, apoyar determinados síntomas como expresión de reacciones adaptativas, saludables, curativas, y no suprimirlos sistemáticamente.
Situaciones que suponen otros tantos modos reaccionales generales, inespecíficos, como fiebre, inflamación, traumatismo, enfermedad infecciosa, embarazo, etc., se han asociado con regresión “espontánea” de cáncer (REC) en todos sus estadíos. Y ya vamos tarde en dedicar al estudio de, por ejmplo, la REC siquiera sea una parte del hipertrofiado presupuesto destinado a la búsqueda de la “bala mágica”. Pues, lo sabemos ya hasta en sanidad, no todas las “batallas” se ganan a balazos.
Es aquí, donde los prevalentes reduccionismo y mecanicismo no llegan, donde debemos reconocer la necesidad de integrar abordajes ampliados para problemas complejos donde los haya, y el cielo sabe que lo es el que ahora nos ocupa. Algunos de los conocimientos obtenidos en la práctica de enfoques sistémicos de las llamadas por la OMS medicinas tradicionales y complementarias, de aparente utilidad, pueden (¿deben?) ser considerados para una aplicación empírica, tentativa, rigurosa y metódica a pacientes también oncológicos, como necesaria actuación para su simultánea y honesta valoración científica. De hecho, ya se está haciendo “fuera”. Dentro, en nuestro país, vamos más despacito: la tiniebla inquisitorial “cientúfica” anti-casitodo ha conseguido oscurecer el horizonte. No será por mucho tiempo.
Nunca fue ni será solo. El “cáncer” nace, crece y muere (o mata) en personas. Toda ayuda es poca para avanzar en el conocimiento médico de ambos.
Gracias.
https://www.researchgate.net/publication/259525339_Medicina_integrativa_en_el_paciente_oncologico_Estrategia_de_la_Organizacion_Mundial_de_la_Salud_y_estado_actual
https://www.researchgate.net/publication/251719588_Regresion_espontanea_en_cancer_el_regalo_de_un_amigo_invisible
En la naturaleza esta la solución, el dia que la mayoría de matasanos deje su orgullo y arrogancia a un lado mejor nos ira
Muchas de las matizaciones de ese prólogo suponen más una crisis de identidad personal que una crítica verdaderamente constructiva desde un punto de vista científico. “Mi pesimismo tiene que ver con mi frustración con el status quo”, según se confiesa la autora
¿Estamos perdiendo la batalla contra el cáncer? Todos los datos apuntan a que estamos plantando batalla al cáncer y en ningún campo estamos perdiendo, si bien no hemos logrado un avance en todos. Pero no avanzar lo que desearíamos no supone necesariamente retroceder.
La eterna batalla contra la enfermedad iniciada en la corriente médica de la que somos herederos con el Corpus Hipocrático y que seguimos, como seguirán plantando las futuras generaciones, mientras haya hombres, ergo enfermedades. Por cierto que quizá no se logre mucho con los modelos de estudios animales, pero desde luego volver a las teorías de los humores y los temperamentos, como señalan algunos, con toques de “remedios tradicionales” no parece un buen avance, sino más bien un retroceso a las sombras de la Edad Media.
Algo se me ha escapado de la resplandeciente verdad de esta sentencia
“No digo que la investigación en modelos animales o líneas celulares deba abandonarse porque está produciendo conocimiento pero sí debemos olvidarnos de la pretensión de desarrollar medicamentos siguiendo estas estrategias”
¿Por qué? ¿Por qué debemos tan claramente olvidarnos de pretender desarrollar medicamentos mediante el método experimental? La evidencia de este razonamiento y las bases para el mismo a mí se me escapan. Cuando menos renunciar a las líneas de investigación sí que sería peor que perder la batalla, porque ni siquiera se plantaría esa batalla.
El libro de la Dra. Raza, eminente oncohematóloga clínica e investigadora norteamericana, es mucho más rico que la torpe síntesis que he realizado. Creo que impugnar el modelo reduccionista de investigación actual no implica volver a la teoría de los humores. Esta afirmación, de por sí, y la irónica «resplandeciente verdad» descalifican la intención del comentario. En todo caso, la crítica de la Dra. responde a una evaluación objetiva de los magros resultados de los antineoplásicos desarrollados a través de estas plataformas. Mientras se sigan vendiendo y defendiendo estos fármacos, la industria no va a cambiar un sistema tan lucrativo. La ciencia avanza gracias a las que, como la Dra. Raza, parte del establishment médico norteamericano y con más de 40 años de experiencia, se arriesgan a plantear que el emperador está desnudo. Abel Novoa
“Teorías de los humores y los temperamentos”… “toques de “remedios tradicionales”… “sombras de la Edad Media”… “retroceso a los temperamentos”… “predominio de algún humor constituyente”…
¿Pero de qué habla? ¿Qué suerte de vade-retro parece estar invocando? ¿Con qué autoridad, desde qué formación y experiencia práctica invalida y ridiculiza? ¿Otro “experto” de vuelo libre?
Se están realizando grandes esfuerzos con magros recursos (y no pocas trabas) por validar científicamente aportaciones del ámbito no convencional de la medicina empírica (de algunas de las llamadas por la OMS medicinas tradicionales y complementarias) que parecen beneficiar a los pacientes oncológicos en la práctica asistencial. No son “sombras de la Edad Media”. Ni los “terapeutas quirúrgicos” de hogaño son sombras de los cirujanos barberos de antaño. Y, aunque la cirugía actual adolece, igualmente, de suficiente “evidencia científica” en la mayor parte de su praxis, sí presenta suficiente racionalidad, fundamentación empírica y aspiraciones de validación como para otorgársele una aceptación interna y externa provisionales.
Pues lo mismo con otras técnicas potencialmente útiles.
Problemas complejos como el cáncer, afectando a sistemas adaptativos complejos, como las personas, deben abordarse desde enfoques ampliados. El enfoque simplista, reduccionista y mecanicista de la enfermedad como algo extirpable sirve a la imprescindible cirugía en su específico campo de actuación. No nos sirve, está ya suficientemente claro, como único recurso contra las enfermedades oncológicas.
Algunas “sombras” del presente:
– International Conference: Integrative Medicine for Cancer Prevention and Cancer Patient Management:
https://events.cancer.gov/cgh/iio/agenda
– Clinical practice guidelines on the evidence‐based use of integrative therapies during and after breast cancer treatment.
https://acsjournals.onlinelibrary.wiley.com/doi/full/10.3322/caac.21397n
– SEOM:
https://oncosaludable.es/es/inicio/interaccion-con-tratamientos-oncologicos/plantas-medicinales?start=10
– (…)
El segundo enlace adjuntado en mi comentario parece ser inoperante. Interesados en su contenido prueben con este:
https://acsjournals.onlinelibrary.wiley.com/doi/full/10.3322/caac.21397
La intención del comentario es exactamente la misma que la intención de esta página. La crítica científica libre y no condicionada.
La autora aporta una serie de argumentos críticos con el sistema actual, lo cual es extraordinariamente meritorio, pero eso no implica que esa mera razón conlleve toda la verdad. Su opinión de que los modelos animales están agotados y no van a conseguir nuevos fármacos es un completo salto en el vacío intelectual y no está en absoluto fundamentado. Es más, aun admitiendo que el procedimiento pueda tener las limitaciones que tenga, hoy por hoy no tenemos nada mejor en el camino entre el producto químico de la probeta y la cama del paciente.
Al hilo de este excelente artículo han surgido también comentarios que, sin ánimo de establecer ninguna polémica podrían muy bien ser valorados como derrotistas. Mi respuesta va también enfocada a algunos de ellos, como ese retroceso a los temperamentos, que era fruto del predominio, según los galenistas, del de algún humor constituyente. Es admirable como aún perviven estas concepciones, con explicaciones nuevas, pero perviven, debemos reconocer objetivamente.
Estamos de acuerdo en los intereses comerciales espurios que acompañan todo prospecto de medicamentos, pero si echamos un vistazo al arsenal terapéutico de una farmacia del siglo XIX o primer tercio del siglo XX constatamos con horror que la inmensa mayor parte de los remedios con escasísimas excepciones que caben en los dedos de una mano solo tienen un interés económico y absolutamente nada de acción. En eso hemos objetivamente mejorado.
Mantener por ejemplo que un fármaco caro no va a dejar paso a otro más eficaz si fuese más barato es negar la evidencia histórica del tratamiento de la sífilis, que de un fármaco extraordinariamente caro y tóxico, y medianamente efectivo, como el neosalvarsán se pasó en el lapso de tres décadas a otro exento de sus inconvenientes, mucho más barato y milagrosamente eficaz como la penicilina. Y eso no es una mera anécdota, sino que se aprecia con alta frecuencia en terapéutica.
Como terapeuta quirúrgico en el campo de la oncología he vivido personalmente un claro progreso en el tratamiento y resultados del cáncer. Será todo lo incompleto que se quiera mientras haya pacientes que aún mueran de cáncer, pero mi posición al respecto no es tan frustrante y pesimista como la de esta autora.
Recien sacado del horno:
https://acsjournals.onlinelibrary.wiley.com/doi/full/10.3322/caac.21590
Estamos ganando la batalla.
Advierto ahora algunos comentarios no leidos previamente. Realmente se salen de la cuestión de la batalla contra el cáncer, pero siempre es bueno aprender, y me gustaría saber, para entendernos todos, que cosa es medicina complementaria, medicina tradicional y medicina natural.
No sé a que se refieren estos términos ni que clase de medicina representan, ni que enfermedades curan.
Por ilustrarlo con un ejemplo, cuando tratamos un paciente diabético insulin dependiente, lo natural sería darle insulina, y ya es tradición terapéutica, ergo todos hacemos medicina natural y tradicional, ¿no?
No “se salen”, los comentarios de la “cuestión de la batalla contra el cáncer”. Los saca (o parece pretender sacarlos) Ud, que es distinto.
Para no saber “que cosa es medicina complementaria, medicina tradicional y medicina natural” ya ha hecho unas cuantas alusiones de perfil despectivo a ellas en sus comentarios. A pesar de lo cual, o quizás precisamente debido a ello, pareciera que, efectivamente, no conozca Ud ese ámbito, lo cual reconoce. No se lo reprocho.
Si de veras le interesa, documéntese en fuentes fiables. Empiece, quizás, por la estrategia de la OMS sobre ellas. Pero si entrásemos en el debate que propone Ud. con lo de la diabetes y la insulina, lo natural, la tradición, etc., sí que estaríamos saliéndonos del asunto en esta entrada. Evitémoslo.
Quizás en otra…
Ya Catón se quejaba amargamente de los médicos griegos que corrompian la medicina tradicional con la cual conservaban la salud los romanos…
La medicina tradicional puede contemplarse en un contexto de estudio histórico, y es muy habitual en profanos de la medicina, por oposición a lo que ellos entienden como medicina agresiva. Pero los profanos son los profanos…
En un contexto cientifico, que es el único lícito a abordar por cualquier médico actual, solo existe una medicina y es la científica.
No podemos dejar de señalar esto sea donde sea, no se corra el peligro de que parezca que el que calle otorgue.
Un saludo
Y no es cuestion baladí o prurito intelectual.
Cuando uno tiene la desgracia de operar un carcinoma de ciego que nueve meses antes fue diagnosticado en el estudio de una anemia por el buen hacer de un médico general, y el paciente puso su vida bajo los cuidados de un «médico naturista homeópata» hasta llegar a una operacíon ya improlongable, donde se descubre invasión carcoinomatosa peritoneal, no se puede mirar para otro lado cada vez que sale alguna referencia «tradicional»
Ni modo.
– Ignoro la obra de Catón: si Ud le cita, atribuyéndole tales amargas quejas, pues será. Pero ¿no sigue “saliéndose” Ud del tema de la entrada, como sentenciaba contra otros comentarios?
– Deja clara su incondicional, exclusiva y excluyente visión de la medicina: “solo existe una medicina y es la científica” (sic). Contundente y ¿definitivo? Si fuera Ud “profano de la medicina” le diría que pretender eliminar todo ejercicio médico (para no hablar del quirúrgico) que no sea estrictamente “científico” es un desatino descomunal, algo casi diría ajeno a la profesión, Debemos a la ciencia reconocimiento a sus aportaciones, no sumisión. Y, a continuación, y suponiéndole interés al profano aludido, le explicaría por qué es un desatino descomunal. Como es Ud cirujano, simplemente se lo recuerdo.
– De nuevo, para no saber qué es “medicina tradicional” y, debemos suponer, sin haberse podido documentar por falta material de tiempo desde que Ud mismo afirmara en su comentario previo su ignorancia al respecto, ya ha decidio Ud qué podemos hacer con ella: “puede contemplarse en un contexto de estudio histórico”. Permita que seamos sociedad, profesión médica y pacientes, todos a una para mejorar la asistencia, quienes vayamos viendo lo que podemos o no hacer al respecto, en función de su utilidad. No se ofenda si la aplicación de algunas de ellas en las debidas condiciones de honestidad profesional, rigor técnico, método en su actualización, valoración y validación, en coordinación con otros agentes de salud y con exquisito respeto a la autonomía del paciente, no se ofenda, digo, si ello beneficia a algunos pacientes.
Podría citar a Montaigne sobre ciencia y necios, pero paqué.
El que calla no otorga necesariamente.
Ni el que refiere una desgracia asistencial aporta siempre toda la información pertinente para su justa valoración. Acusar públicamente de una grave responsabilidad asistencial a un médico, como ha hecho Ud, no es lo mismo que citar a Catón.
Definitivamente.
Aquí un profano en la materia y ajeno al sector. ¿La teoría de la mutación accidental como génesis del cáncer sigue siendo la oficial? Me permito dejar un artículo que permite englobar la mayoría de herramientas terapéuticas usadas en esta enfermedad.
https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC3350627/
Desde mediados del siglo XIX se sabe lo que es el cáncer: una proliferación celular que infiltra, recurre, da metástasis y no es sensible a los mecanismos inhibidores celulares. Desde entonces no se ha parado en adquirir conocimientos parciales sobre como está ocurriendo eso, o en elaboraciones lógicas mentales en forma de mecanismos de comprensión, como en ese artículo que nos cita y que no aporta nada nuevo que no supiéramos antes de leerlo.
Como habitualmente nos solemos guiar por el aforismo “conocer es poder hacer”, en los sesenta del siglo XX se declaró la guerra al cáncer, en la suposición de que el creciente conocimiento sobre el tema iba a conducir a su erradicación en poco más de una década, y han pasado seis desde entonces. A veces conocer no es poder hacer, de inmediato.
Pero se hará. De eso no tenemos duda alguna.
Los autores pensaron que algo nuevo debería aportar cuando eligieron como título «A new hypothesis…».
Pienso que actualmente esta guerra tiene un enfoque «demasiado» mecanicista y que se debe dar cabida a otras formas de hacer, como puede ser la diplomacia (siguiendo la idea del conflicto armado).
Sin más, que en este conflicto soy civil.
Es dificil parlamentar dipomaticamente con un cáncer, cuando este quiere quedarse con todo, aunque ese conseguirlo todo implique finalmente la muerte del propio cáncer.
En ese conflicto los médicos han sido por tradición muy belicistas. Mecanicistas son más la cirugía y la radioterapia. La quimioterapia lo es bastante menos.
Sr. Elías, gracias por el enlace. Y no le falta a Ud. razón en sus dos alusiones:
– El aspecto mecanicista del abordaje “mainstream” del cáncer. Mecanicista, reduccionista y simplista (MRS), hay que añadir. No debemos poco a la aplicación de este enfoque y sus herramientas, en Oncología y, en general, en Medicina. Pero en ambas resultan insuficientes para problemas de salud y enfermedad complejos, multifactoriales y, a menudo, sistémicos. Es decir, no reductibles a solo un simple mecanismo local alterado o a una lesión tisular determinada (o lesiones: metástasis, etc.). Y el cielo sabe que el cáncer lo es: un problema complejo en el sistema adaptativo complejo que somos. Ya he comentado al respecto en otras entradas, no abusaré de la hospitalidad del blog repitiendo.
– Si aplicamos enfoques sistémicos, que nos permitan abordar la complejidad del cáncer (o, por mejor decir, los muy diversos tipos de cánceres, tantos como pacientes) con conocimientos y herramientas adecuadas, entonces aparecen las hipótesis de investigación sistémicas. Sobre una de ellas versa el interesante artículo que comparte Ud., cáncer como progresión ya ineficaz, sobrepasada y, finalmente, destructiva ante injurias persistentes, a partir de una inicial, saludable, respuesta defensiva o, quizás, adaptativa.
Necesitamos enfoques complementarios para avanzar.
Necesitamos el de predominio MRS, gracias al cual disponemos de “balas mágicas” oncológicas, radioterapia y cirugía para tratar el cáncer como resultado.
Y necesitamos los sistémicos para comprender y abordar el cáncer como proceso.
Salud.
Si no he leído mal los comentarios aquí vertidos, me ha sorprendido el tono cuasi dogmático de algún tertuliano, enfocando el cáncer desde la perspectiva meramente de la medicina alopática, cuando el cáncer en particular, así como casi todas las enfermedades en general, no se pueden desligar de las emociones. Creo que en esta línea están las reflexiones de Marino.
El cáncer es una enfermedad muy compleja desde una perspectiva biológica. No se ha mencionado al Dr. Hammer. Sorprendente. Nos hemos olvidado de que el ser humano es un todo: cuerpo, mente, emociones y alma. Medicina holística se denomina.
Padezco soriasis desde hace muchísimos años y es un hecho que la medicina alopática no solo no la elimina sino que la agrava. El dermatólogo al que acudía, muy bueno en su campo, y que afortunadamente dejé de ir, jamás, repito, jamás me habló de la alimentación, menos aún de las emociones. Desde que me alimento saludablemente y sobre todo estoy bien conmigo mismo, la soriasis que tengo y la que tuve se parecen como un huevo a una gallina.
El problema de la medicina alopática es la soberbia en la que está instalada. Y los oncólogos se llevan la palma. Y todo parece indicar que irá a más