La decisión de Roche de no suministrar medicamentos antineoplásicos por falta de pago a los hospitales griegos, tras un silencio estuporoso, parece haber comenzado a tener cierta contestación en los foros (vease la última entrada de los compañeros del nodo de nogracias Asturias o la de kaosenlared).

La asistencia sanitaria es un servicio con unas connotaciones singulares como son la vulnerabilidad del «cliente», la expectativa de que el sanitario actúe en el mejor beneficio del paciente y, que además, lo haga con «cierto» altruismo (a veces hay riesgo de contagio y siempre existe la posibilidad de que el médico tenga razones personal-crematísticas para recetar de acuerdo con intereses distintos a los del enfermo). Algunos filósofos de la medicina han denominado a este entramado de valores tácitos, alianza compartida. 

Una de las consecuencia de esta alianza es que los ciudadanos siguen prestigiando por encima de cualquier otra ocupación a profesionales sanitarios y a investigadores (el prototipo de científico es el que investiga para «salvar vidas»). Y ustedes dirán, ya, el paciente tiene que confiar, pero los sanitarios ¿por qué han de tener un comportamiento «relativamente» altruista?.

La respuesta es: porque es la sociedad la que hace posible la existencia de la profesión misma y nos otorga el privilegio del reconocimiento social y económico (muy superior a la de los curanderos, por ejemplo).  

De ésto escribió Pellegrino hace ya años:

«Los conocimientos que el médico brinda no son propiedad suya. Se adquieren a través del privilegio de una educación médica. La sociedad admite ciertas invasiones de la privacidad, tales como la disección del cuerpo humano, la participación de estudiantes en la asistencia o la experimentación con los sujetos. Al estudiante se le da acceso a los conocimientos médicos universales, en gran parte adquiridos con la observación de y la experimentación con generaciones de enfermos. Todo ésto y también las ayudas del estado para la educación médica se permiten por un propósito: que la sociedad cuente con una provisión ininterrumpida de personas con educación médica. Los conocimientos del médico, por tanto, no son una propiedad individual y no deben ser usados en primer lugar para lucro personal, prestigio o poder. Más bien la profesión custodia estos conocimientos, como fiduciaria, para bien de los enfermos. Los que entran en la profesión, entran también a formar parte de una alianza colectiva, que no puede ser interpretada unilateralmente»

La investigación biomédica sería imposible sin la participación de médicos, investigadores y pacientes. Tampoco sería posible, probablemente, sin la financiación de la industria farmaceútica. Sin embargo, la industria farmaceútica tácitamente ha aceptado entrar en este entramado de valores, en esta alianza, cuando desarrolla nuevos medicamentos. De hecho, se aprovecha de esta confianza cuando busca médicos clínicos para llevar a cabo los ensayos de investigación: sabe que los pacientes participarán si es su médico quien se lo solicita. Otros formatos para conseguir pacientes para investigación no han funcionado. Cuando la investigación clínica se intenta realizar fuera del contexto asistencial, lejos del círculo protector que el paciente cree que genera «su» médico, ésta sencillamente no puede llevarse a cabo. Los pacientes no quieren participar. No se fían. Cualquiera que haya participado en ensayos clínicos sabe que es muy difícil que un médico que no sea el responsable del paciente pueda reclutarlo para que participe en la investigación.

Por tanto, no es lo mismo desarrollar una aspiradora que un antineoplásico, por más que la Organización Mundial del Comercio haya estipulado su equivalencia a la hora de protejer la patente. Por tanto, no es lo mismo dejar de suministrar aspiradoras que dejar de suministrar antineoplásicos por falta de pago. Esta decisión unilateral de Roche supone una traición, una ruptura de los términos en los que se fundamenta la alianza entre sanitarios y ciudadanos, y que Roche ha utilizado. 

La respuesta a la pregunta que titula esta entrada sería: los medicamentos pertenecen a Roche según las reglas del mercado. Pero según las reglas de la alianza colectiva entre sanitarios y ciudadanos, pertenecen también un poco a los investigadores, a los médicos clínicos y a los enfermos que han participado en el desarrollo del medicamento. Estos son los accionistas morales que también han de ser tenidos en cuenta .  

¿Se puede hacer algo? Creemos que éticamente hay que hacerlo. Seguro que existen fórmulas para que se pueda garantizar la provisión de medicamentos esenciales en momentos de excepcionalidad financiera; medidas legislativas que equilibren la asimetría que existe en la actualidad entre los gobiernos y la industria farmacéutica que posee en exclusiva los derecho de explotación de una determinada patente. Este monopolio está siendo la puerta a un chataje lamentable e intolerable

Mientras se buscan soluciones lanzamos esta propuesta:

una moratoria a la participación en ensayos clínicos patrocinados por Roche de investigadores clínicos y de pacientes.

¿Quién se apunta?

¿Hay otras ideas mejores?

¿Hay que esperar sentados a que nos toque como ya amenaza la multinacional?

Espero vuestras aportaciones

Abel Novoa

(estas opiniones y la propuesta son exclusivas del firmante y no representan necesariamente la posición oficial de No Gracias)