Costas Lombardía, economista de la salud, librepensador en temas polémicos, en los que siempre se moja, compatibiliza, una crítica feroz a la industria farmacéutica con argumentos a favor de un copago razonable. Hoy, precisamente, publica en El País una cuarta página en la que detalla, en su opinión, el origen de nuestros males
(1) el sistema ha sobrevivido gracias a «impuestos más deuda»; (2) nuestro gasto en sanidad es proporcional a nuestra riqueza; (3) el dinero no llega porque en sanidad «bastante nunca es bastante»; (4) el principal problema ha sido la falta de gobernanza sanitaria: la mala política; (5) la reforma propuesta por el PP es otra huida hacia delante, otro seguir haciendo (mala) política con la sanidad, «un instrumento para el ahorro compulsivo cara a Bruselas disfrazado de “reforma estructural”»:
«Los cambios que introduce carecen del alcance y del sentido general de una reforma del Sistema: son parciales, dirigidos a los centros de gasto y, a mi juicio, en su mayoría desencaminados… menoscaba el principio de solidaridad de la sanidad pública al excluir a grupos de ciudadanos desfavorecidos… abre oficialmente la puerta a la desigualdad… regula minuciosamente los precios de los medicamentos pero muy poco, salvo algún copago, el volumen del consumo farmacéutico, y no toca las causas estructurales (degradación de la atención primaria, la mayor) que lo desbocan… no menciona las listas de espera, ni la politización, ni la falta de índices de calidad, ni el desconocimiento de datos fundamentales, etc»
Y termina:
«Afianzar el futuro de la sanidad pública exige numerosos cambios sustanciales, una reforma de “gran calado y paso rápido y seguro, una reforma “big bang” (C. Hughes) que rehabilite el Sistema Nacional de Salud desde sus principios y lo disponga por ley para hacer lo que tiene que hacer y nunca hizo: afrontar con recursos limitados una demanda médica sin límites naturales. Desde su bancarrota, su estructura fracturada y sus serios fallos de funcionamiento el Sistema está lanzando SOS a los políticos que lo rigen y son responsables de su destino. ¿A qué esperan?» (el énfasis es nuestro)
Abel Novoa