Como ha ocurrido en otras burbujas económicas, el mercado promueve enfermedades y crea necesidades que incrementan exponencialmente las exploraciones irrelevantes, la medicación innecesaria y la cirugía inadecuada, lo que da lugar a un circulo vicioso de más exploraciones, más medicamentos, más cirugía y más efectos adversos, y a un aumento continuado del consumo de recursos y del gasto sanitario, que se centra cada vez más, debido a la privatización  y al “mercantilismo” creciente, en la actividad rentable (muchos servicios de baja complejidad o actuaciones preventivas a personas sanas) evitando la menos rentable (personas enfermas con procesos complejos o intervenciones comunitarias para disminuir la morbilidad) Esto explica los pobres resultados en salud de la última década y el crecimiento continuado de los años vividos con mala salud o en dependencia, especialmente en las mujeres, según la evolución de indicadores de salud de la UE de 2011,  a pesar del gran incremento de los recursos utilizados.

Para financiar este gasto innecesario se suceden los recortes, que se ceban en los niños, los mayores, los enfermos crónicos y las clases más desfavorecidas, a los que además  se les obliga a financiar doblemente la ineficiencia que asfixia al Servicio Nacional de Salud. Cada vez existen más corrientes críticas con esta situación  y recomendaciones en las publicaciones científicas para disminuir la medicalización, potenciar la AP  de salud y tratar de incrementar la eficiencia del gasto sanitario, mejorar la transparencia y disminuir los conflictos de interés, pero el objetivo se muestra muy difícil y  plagado de escollos. El poderoso lobby de la industria intentará frenar, con todos los medios a su alcance, la  disminución de sus beneficios, que intentará compensar de múltiples formas. Su influencia es demasiado grande y la voluntad política demasiado pequeña. Si la población, los medios de comunicación y los profesionales no lo evitamos, con toda probabilidad nuestro Servicio Nacional de Salud estará desmantelado y será irreconocible al finalizar esta legislatura.

Texto completo del artículo de Luisa Lores