El 13 de abril de 1990, en una acción sin precedentes, los Institutos Nacionales de Salud de EE.UU. enviaron un fax a todos los médicos para que prescribieran altas dosis de esteroides en la lesión medular aguda, después un estudio publicado en el NEJM ( el investigador principal declaraba ser consultor de Pharmacia and Upjohn, fabricante de los esteroides) y una revisión Cochrane que reforzaba la indicación. Sin embargo, en una encuesta a más de 1.000 neurocirujanos, sólo el 11% creía que el tratamiento era seguro y eficaz, y sólo el 6% pensaba que debería ser un estándar. Aunque el 60% afirmó que seguiría la prescripción («temor de negligencia» si no se sigue un estándar incluso aunque se considere perjudicial). Ahora, pasadas más de dos décadas, las nuevas directrices advierten de los graves daños esta terapia (más infecciones, hospitalizaciones y mortalidad).
Una encuesta reciente mostraba que el 71% de los presidentes de los comités de guías clínicas y el 90,5% de los vicepresidentes tenían conflictos financieros. Y esta es una realidad que preocupa a los médicos: el 84% refieren «estar preocupados por la influencia de la industria sobre las guías clínicas», aunque el temor de demandas por negligencia pone a muchos en la tesitura de seguir pautas en las que no creen.
Otro caso, tres sociedades médicas (del Corazón, Neurología y Emergencias) recomendaron tPA [alteplasa], un trombolítico para tratar el Ictus agudo, debido a que mostraba supuestos beneficios sobre la discapacidad (en sólo 2 de 12 Ensayos Clínicos), pero no sobre mortalidad, mientras que asociaba el riesgo de hemorragia cerebral. Estudios contradictorios que contrastan con la rotundidad de la recomendación. Los médicos, por su parte, parecen desconfiar de esta recomendación. Entre 548 médicos de urgencias, sólo el 16% la apoyaban, aunque el 83% iban a seguirla en la práctica asistencial… En dirección contraria, los defensores de la alteplasa ponen en marcha continuos proyectos (promovidos por los fabricantes) para exigir compromisos y recursos en los hospitales para que administren más rápidamente alteplasa a los pacientes con accidente cerebrovascular.
El problema es generalizado: el tratamiento agresivo de la anemia con eritropoyetina, las nuevas directrices de tratamiento del colesterol… A pesar de las reiteradas peticiones para prohibir o limitar los conflictos de intereses entre los autores y patrocinadores de las guías clínicas, el problema persiste. Un interesante articulo de Jeanne Lenzer en BMJ