El blog postPsiquiatría editado por Amaia Vispe y José Valdecasas representa un espacio fundamental para poder equilibrar con ciencia y reflexión el actual paradigma biológico que domina la psiquiatría, que medicamentaliza y coacciona a los pacientes, una máquina de invención y exageración de enfermedades, de etiquetado e infantilización existencial de ciudadanos, de utilización masiva de carísimos placebos que no ayudan pero que generan adicción y de carísimos venenos que matan a ancianos y a enfermos mentales (¡de infarto!).
Peter Gotzsche, director del Centro Cochrane Nórdico cuenta en su libro «Medicinas que matan y crimen organizado: cómo ha corrompido la industria farmacéutica el sistema de salud» que Zyprexa, el neuroléptico más vendido de la historia, puede haber causado más de 200.000 muertes debidas directamente a sus efectos secundarios, en la inmensa mayoría evitables ya que no existían indicaciones para su utilización. O como por cada 28 ancianos tratados con antidepresivos durante un año, hay una muerte adicional, cuando se compara con los ancianos no tratados.
El mercado de la salud mental es gigantesto. La corrupción entre los académicos y líderes de opinión de la disciplina es generalizada. La psiquiatría está inmersa en una profunda crisis y es el principal y más peligrosos instrumento de medicalización que existe en la medicina.
Esta semana se ha publicado en postPsiquiatría una interesante entrada acerca del último libro de la Dra. Joanna Moncrieff, «Hablando claro. Una introducción a los fármacos psiquiátricos» profesora de psiquiatría en el University College of London y una de las críticas más perspicaces y contundentes del llamado modelo biologicista, que Amaia y José definen como «neuroquímica simplona y cortoplacista, inundada de intereses comerciales y ciega a toda evidencia contraria».
Y continúan: «El trabajo de Moncrieff, en sus diversos escritos, representa una denuncia de que, por así decirlo, el emperador está completamente desnudo. Durante ya muchos años, se nos ha vendido a los profesionales una serie de hipótesis no demostradas que luego hemos tristemente colaborado en perpetuar vendiéndolas a su vez a la gente que se ha ido formando con nosotros, así como psicoeducándolas hasta el hartazgo en nuestros pacientes y sus familiares. Que los intereses comerciales de la industria farmacéutica se han aprovechado y han fomentado estas hipótesis favorables a sus cuentas de beneficios, es evidente. Pero también lo es que nada hubiera podido hacer la industria en este sentido sin la negligencia de las administraciones sanitarias que han faltado a su deber de regulación y ordenamiento y sin la connivencia interesada de muchos profesionales (por prebendas profesionales o económicas que no son sino más o menos distinguidos sobornos). ¿Y cuál es esa serie de hipótesis no demostradas? Pues, por poner sólo algunos ejemplos:
– El déficit de serotonina en la depresión.
– El exceso de dopamina en la esquizofrenia.
– La necesidad ineludible del tratamiento farmacológico precoz para evitar deterioro en la psicosis.
– La existencia de deterioro neurológico con cada recaída sucesiva en la psicosis.
– La existencia de deterioro neurológico en los trastornos afectivos si no se tratan farmacológicamente.
– La ausencia de síndrome de abstinencia provocado por psicofármacos como neurolépticos, antidepresivos o eutimizantes.
– La ausencia de efectos secundarios a largo plazo de fármacos indicados para tratamientos indefinidos como neurolépticos, eutimizantes o estimulantes en niños.
– La ausencia de capacidad del paciente para decidir lo que quiere respecto a su salud, fuera de los intervalos de síntoma»
Su lectura completa es imprescindible
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