imagesEn el pasado, apenas había discusión pública acerca de los conflictos de interés. Ahora, afortunadamente, parece que algo cambia. Así, los políticos, tarde, mal y arrastras, aunque con poca credibilidad pero presionados por la opinión pública, están empezando a hablar de “regeneración”. ¿Cuándo lo haremos los médicos?

Genevieve Pham-Kanter publica en The Milbank Trimestral, un interesante estudio sobre los Comités Asesores de la FDA, que intervienen en la aprobación de los medicamentos. El estudio pone en tela de juicio la presunción de imparcialidad que se les debería de presuponer, al revisar la relación entre los votos y los intereses financieros de casi 1.400 miembros de los comités de la FDA, entre 1.997 y 2.011, en total, 15.739 votos en 379 encuentros. El 13% tenía intereses financieros con la compañía farmacéutica cuyo producto era objeto de deliberación parte del Comité, y sus votos reflejaban una mayor propensión en favor del medicamento en cuestión, comparado con la totalidad de los miembros:  63% versus 52%. Pero si pertenecían a juntas directivas o asesoras de las empresas, entonces la probabilidad de voto a favor se disparaba al 84%. A destacar que, aproximadamente en la mitad de todas las reuniones, siempre había al menos un participante con conflicto de intereses financieros

Es difícil mirar estos datos y no estar preocupado por los conflictos de intereses. A punto de aparecer la información de la ley Sunshine en EEUU, hay que recordar que los conflictos de interés están generalizados e influyen absolutamente en nuestra toma de decisiones, desde el nivel del paciente hasta las políticas nacionales de salud.

Es verdad que desde 2008, la FDA ha trabajado para reducir el número de miembros del comité con conflictos de intereses financieros, y este esfuerzo ha tenido un éxito significativo, pero el problema persiste. En EE.UU. la ley Sunshine, aprobada con apoyo bipartidista, entró en vigor el año pasado, y exige informar, en una base de datos pública, cuyo acceso es ya inminente. Incluye casi todos los pagos realizados por la industria a los médicos: las comidas, viajes, honorarios por conferencias, subvenciones a la investigación y las acciones y derechos de propiedad en las empresas del sector. Probablemente la pérdida del anonimato la ley Sunshine será un factor clave: Muchos médicos han comenzado a limitar la aceptación de regalos y patrocinio, sabiendo que van a hacerse públicos.

Como refiere Aaron E. Carroll en The New York Times, las relaciones financieras entre los médicos y la industria son frecuentes. En 2007, el 94% de los médicos en los Estados Unidos tenían algún tipo de relaciones. Más del 80% de los médicos habían aceptado regalos, y el 28% habían recibido pagos por consultoría o investigación, el 60% de los médicos en la educación médica, y el 40% en las guías de práctica clínica. Es importante reseñar que los médicos tienen reacciones encontradas ante estos hechos: Una mayoría sigue creyendo en la auto-regulación, como prueba el que el 85% de los médicos, que reciben apoyo financiero, por ejemplo con viajes o comidas, afirman no estar influidos por el patrocinio (aunque admitan que quizás pueda influir sobre “otros”). En realidad, hay múltiples estudios que indican que nuestra forma de pensar acerca de los conflictos de interés no siempre es racional. El “pensamiento mágico” de que nosotros mismo somos inmunes, pero no los demás, es la razón última para que exista una normativa sobre conflictos de interés: No podemos ser jueces de lo que nos está afectando.

Los conflictos de intereses son reales y están influyendo en las decisiones. Nunca seremos capaces de eliminarlos del todo, pero necesitamos su reconocimiento y debate público, y una normativa que minimice su impacto.