La noche del cazador está considerada una de las mejores películas de la historia. Fue la primera y única película dirigida por Charles Laughton, el magistral actor, que abandonaría su más que prometedora carrera como realizador debido a las malas críticas y el fracaso en las taquillas del film. Demasiado moderna.
La historia, como saben, es una especie de cuento de terror, en la que dos niños huyen del predicador Harry Powell (espeluznante Robert Mitchum), casado con su madre para encontrar el tesoro escondido del padre recientemente muerto con el que coincidió en la cárcel.
Una de las escenas más famosas es cuando el predicador les enseña a los niños las dos palabras que lleva tatuadas en sus puños: amor y odio. Sin duda, ambas igual de inquietantes. Por exceso o por defecto, el problema no son las palabras sino las intenciones del puño.
Las patentes son los puños de la industria: en una mano, el amor, el exceso, la sobre-medicación; en la otra el odio, el defecto, los problemas de acceso a fármacos esenciales.
Estuvimos compartiendo con los estudiantes de UAEM su semana Access two Medicines week (A2M) con esta conferencia sobre los distintos efectos de las patentes en los países ricos y en los pobres.
«Sobre-medicación y falta de acceso a medicamentos esenciales son dos caras de la misma moneda: el sistema que hemos elegido para proteger la propiedad intelectual de los medicamentos, las patentes.
Una patente es un derecho exclusivo de explotación concedido a una empresa que ha desarrollado un nuevo medicamento. Las patentes conceden este derecho de explotación durante 25 años tras el registro de la nueva molécula que suelen ser, de facto, 10 a 15 años de exclusividad en el mercado.
Este derecho de explotación exclusiva y mundial es un premio que se otorga al inventor para que pueda recuperar su inversión e intentar, si la innovación es suficientemente buena, obtener beneficios económicos; además, establece un monopolio que otorga a la empresa una posición dominante a la hora de negociar los precios.
1) Modelo de negocio basado en el marketing y el hiper-consumo
Los incentivos que establece el sistema de patentes tienen varias consecuencias. La primera es que, dado que la empresa tiene entre 10 y 15 años para explotar en régimen de exclusividad el medicamento, la empresa intenta que el medicamento sea muy vendido durante ese periodo. Los ciudadanos siguen pensando que los medicamentos son productos inelásticos cuyas ventas no obedecen al marketing sino a las cualidades inherentes del producto evaluadas por un experto, el médico. Sin embargo, como en cualquier otro producto, hoy sabemos que las ventas de medicamentos se consiguen mediante sofisticadas técnicas de marketing como la publicidad directa (médicos) e indirecta (a los consumidores mediante campañas de concienciación de enfermedad, noticias en los medios de comunicación..), la exageración de los beneficios y minimización de los perjuicios mediante investigación sesgada, el fraude científico (como el sesgo de publicación o la manipulación de los datos de los ensayos clínicos), la (de)formación continuada a los profesionales, el soborno o, finalmente, la ampliación de las indicaciones de los medicamentos mediante estrategias como la prescripción off-label o la invención/exageración de enfermedades.
La dependencia del negocio farmacéutico de la publicidad ha ido aumentando en los últimos años. De hecho, en la actualidad, los presupuestos dedicados a publicidad son el doble que los dedicados a innovación
2) Crisis de innovación:
La segunda gran consecuencia que genera el sistema que hemos elegido para recompensar la innovación, las patentes, es consecuencia de la primera. Dado que el negocio está basado en la publicidad y no en la bondad real del producto -es decir, se venden igual de bien los malos que los buenos medicamentos- las compañías tienden a intentar minimizar la inversión en innovación. La estrategia más utilizada es el desarrollo de medicamentos derivados de otros más antiguos tras mínimos cambios: son los medicamentos yo-también o me-too. En la actualidad, estos medicamentos nada innovadores, constituyen el grueso de ventas de la industria.
La industria farmacéutica en las últimas décadas ha producido cada vez fármacos menos relevantes pero sus ventas no han dejado de elevarse. La revista Prescrire evalúo los casi 1000 nuevos fármacos introducidos en Francia durante la última década. Los pobres resultados se resumen en la diapositiva siguiente
3) Privatización del conocimiento público
La falta de apuesta de la industria por la verdadera innovación se observa en la mínima inversión que efectúa en la investigación básica, que es la que más riesgo tiene. Esta inversión es realizada fundamentalmente por fondos públicos que actúan como inversores estúpidos de capital-riesgo ya que los gobiernos no son capaces de establecer unas condiciones que permitan retornos si la molécula desarrollada llega finalmente al mercado. A través de diversos mecanismo, se privatiza completamente un conocimiento que en origen es público
4) Establecimiento sesgado de prioridades en la investigación
Dado que los medicamentos se venden mayoritariamente en los países ricos, no existen suficientes incentivos para el desarrollo de medicamentos dirigidos a las enfermedades de los países pobres. Es el llamado GAP 90/10
5) Falta de transparencia y exageración del costo de los medicamentos
La tercera consecuencia es la falta de transparencia sobre el costo de desarrollo de los medicamentos. La industria quiere establecer precios altos para vender su productos. Para ello es fundamental que no se conozcan sus verdaderos costos de desarrollo y que la información que proporcione esté hiper-inflada. Según una investigación independiente, 18 veces inflada
6) Falta de acceso de los países pobres a medicamentos esenciales
Estos precios desproporcinados, impiden que poblaciones de países pobres puedan acceder a medicamentos esenciales, incluso cuando existen graves epidemias que diezman sus poblaciones.
Así ocurrió durante la década de los 90 en África donde fallecieron 10 millones de personas cuando ya existían terapias efectivas. Hoy, solo uno de cada cuatro infectados recibe tratamiento efectivo.
La mayoría de los infectados por la hepatitis C no tendrán acceso a los nuevos antivirales
Parece claro que nos hemos equivocado. Un sistema creado para fomentar la innovación se ha convertido en una trampa mortal, tanto para los países ricos como para los pobres.
Las patentes son los puños del predicador»
Por Abel Novoa
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