¿Se puede «cortar» con la industria? Bueno, pues, como con las drogas, se puede… pero no es fácil. Los médicos están tan acostumbrados y acomodados a «los favores» de la industria (invitaciones a congresos, a cursos de deformación continuada, a comidas; pagos por pseudo-sesiones científicas o conferencias científicas trucadas; pagos por consultorías; pagos por participar en «estudios», etc..) que, como recordaba la Dra. McCartney en el BMJ esta semana en relación con la necesidad de que los médicos se autofinancien -«para recuperar el control»- la propia formación continuada, «al principio puede resultar incómodo, como saltar al agua fría.. pero sólo lleva unos segundos acostumbrarse y el bienestar posterior permanece más tiempo»
Pero saltar al agua fría, por más bienestar que sabemos nos procurará, echa para atrás. Como a nadie le gusta quedar como un «cobardica» (y menos como un corrupto), los médicos generan múltiples excusas para continuar con unas relaciones que, no lo olvidemos, han demostrado, sesgan sus decisiones y pueden llegar a ser dañinas para los pacientes (ver las dos diapositivas de abajo)
Efectivamente, los médicos racionalizan la disonancia cognitiva que supone aceptar prebendas que ellos mismos considerarían inmorales si las vieran en otros servidores públicos (como los políticos o los jueces).
Por eso son importantes las narraciones que describen cómo llega la revelación, la comprensión, muchas veces súbita, de un médico que un buen día no entiende como ha podido estar tanto tiempo participando «en el juego». Y siente vergüenza… y siente frío
Raul Calvo Rico, médico rural, excelente escritor, nos ha regalado esta narración subversiva, «El camino de Damasco« que reproducimos (muy recomendable seguir su blog «Medicina en la cabecera«)
«La primera vez que le invitaron a comer se sintió como un niño con zapatos nuevos. Había visto a sus compañeros con plaza fija presumir de viajes, comidas y regalos. Recordaba perfectamente como uno de los veteranos le contaba la fórmula con la que consiguió amueblar su consulta privada: recetar un antibiótico común pero de una marca desconocida todos los días durante dos semanas. Entonces el representante de esa marca comercial acudió a su pueblo a presentarle sus respetos y sus generosos donativos.
Así que la vida transcurría plácida excepto el ratito en que había que hacer la declaración de la renta y las molestas colaboraciones hacían imposible confirmar el borrador. Hasta que un día uno de aquellos chavalotes sin malicia se volvió demasiado atrevido y sáltandose los convencionalismos más básicos dejó al desnudo sus intenciones. En un alarde inigualable de hipocresía, aquella desnudez le horrorizó como si hubiera pasado la vida andando en pelotas por una playa con una venda en los ojos y alguien se la hubiera quitado de repente. Y aunque desde hacía años sentía en sus genitales el frío que le decía que estaba desnudo, fue vérselos lo que le resultó insoportable.
Y anduvo desorientado y sin dormir buscando la forma de taparse las vergüenzas, mientras como si de una conspiración se tratase, de todas partes le escupían a la cara con iniciativas libres de humos, médicos sin marca, no gracias, farmacriticksy etcétera etcétera. Y entonces ella, desde su infinita candidez le preguntó: ¿por qué le prescribimos esa medicación? Y el no supo qué contestar pero si hubiera estado sólo, hubiera llorado todas y cada una de sus vergüenzas hasta que se hubiera empapado el teclado, y hasta el poto de encima del archivador.
Todos tenemos nuestro camino hacia Damasco. Todos montamos un caballo blanco brioso y somos prestos con la espada, orgullosos ciudadanos de esa Roma moderna que es la Medicina. Pero, desgraciadamente, no todos nos caemos de un caballo asustado ni oímos una potente voz que nos pregunta por qué le perseguimos. Porque somos prepotentes, estamos hechos para vencer a la enfermedad y la muerte, a semejanza de los dioses. Pero somos polvo, y en polvo nos convertiremos (cinus, pulbis et nihil, reza una tumba en la Catedral de Toledo). Lo único que tenemos son nuestros principios y nuestra dignidad. Enhorabuena a todos los espíritus nobles que en su día decidieron ir andando hacia Damasco aunque las sandalias se les llenaran de polvo. A los otros pobres, los que se subieron al caballo por sí solos o porque les ayudaron a montar, les deseo una caída lo más temprana y lo menos dolorosa posible, antes de que consumamos ante nuestra población el escaso prestigio que nos queda. Al fin y al cabo, como dijo el gran Quevedo, seremos polvo, pero al menos polvo enamorado.
Un texto básico para entender la falla moral que subyace bajo nuestra profesión es Los conflictos de intereses en la salud,de Juan Gérvas , y las fenomenales entradas de Médico crítico y Javier Padilla sobre el riesgo que nuestra relación con la Industria Farmacéutica supone para la salud de nuestros pacientes o la banalización con la que afrontamos los conflictos de interés.
En próximas entradas prometo tratar el compromiso para la ética que supone aceptar incentivaciones de nuestras empresas (servicios públicos de salud) por prescribir de una manera determinada y la hipocresía con que por un lado se rechaza una relación por inmoral mientras se abren las sábanas a otra concubina por el otro.
Por Raul Calvo Rico
Me deja muy impresionada el artículo y dispulpa mi ingenuidad, pero ¿cómo saben los laboratorios la cantidad de medicamentos que prescribe un médico? se lo dice el médico? tiene acceso a ficheros de salud o farmaceuticos?
Hay empresas especializadas que obtienen los datos directamente de las farmacias o de los colegios farmacéuticos y se los venden a la industria
Teresa, aparte del Big Data que hasta se está pensando sobre efectos adversos consultados por redes sociales; está el tema de si los datos médicos tendrían que ir por internet externa y no por intranet del hospital, dado que la información de algunas personas «importantes» tienen un trato especial respecto a su confidencialidad. Juan Gervás habló de ello no sé en qué situación refiriéndose al historial del rey por ejemplo.
Hay un libro que trata de la bioética referida por ejemplo al tratamiento de datos en bancos de ADN, que es de obligatoria lectura para los amantes de la privacidad en este ámbito:
Intimidad, confidencialidad y protección de datos de salud :
Aportaciones del IV Seminario Internacional sobre la «Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos» de la UNESCO / coordinadoras: Lidia Buisán, Ana Sánchez Urrutia; autores: Ruth Macklin …[et al.]
Seminario Internacional sobre la «Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos» de la UNESCO (4rt : 2011 : Universitat de Barcelona, Catalunya)
Lo que depende en mi opinión de qué precio quieras pagar por el conocimiento. Mucha gente sale escaldada al entrar en profundidad cuando ven que se trata algo tan importante con cierta… «laxitud» para elegir un termino sin ser tendencioso. Para la recogida de prescripciones tienes análisis de entrada y salida de los correo (google en su correo cuando le das a «Acepto los términos…» te dice que escanea cada uno de tus emails tanto enviados como recibidos, y cuando uno menciona una marca o componente activo pues +1. Suma y sigue.
Normalmente no hace falta que el médico o cualquier otro profesional diga directamente al interesado qué hace o deja de hacer. A día de hoy con la conectividad global y los metadatos sueltos, se pueden hacer correlaciones interesantes.
Nadie está en posesión de la verdad absoluta, ni yo, ni la persona que escribe este artículo, ya que cualquiera de nosotros puede estar manejando información sesgada.
Puede que esté equivocado el médico que mantiene relación con representantes de la industria farmacéutica, pero del mismo modo también puede estar equivocado usted en sus conclusiones.