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Ponencia (versión ampliada) de Abel Novoa en el III Congreso Nacional de Deontología Médica celebrado en Alicante el día 20 de mayo de 2016

El autor defiende la necesidad de abordar el debate sobre las vacunas desde posiciones epistémicas y democráticas más maduras.

Ignorar la nueva complejidad de los contextos de generación, difusión, evaluación y aplicación del conocimiento biomédico, junto con la confrontación visceral entre posiciones extremas cientificistas y personas con dudas acerca de la vacunación, está produciendo un debate público sesgado, antidemocrático y peligroso para la propia sostenibilidad de los programas públicos de vacunación.

Solo desde la generación de confianza podrán la medicina y los profesionales sanitarios enfrentarse a los retos de la sociedad del conocimiento. Y la confianza no se protegerá con más verdades (valores epistémicos) sino con mejor gobierno del conocimiento biomédico (valores democráticos) y la aceptación de las características que definen el nuevo espacio público: provisionalidad, incertidumbre, multiplicidad de agentes y disposición a actuar con diligencia ante resultados ambiguos o imprevistos.

Las vacunas son y han sido una gran metáfora para explicar la inter-relación entre ciencia y sociedad.    

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Hoy en día la palabra crítica solo tiene una acepción peyorativa

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Incluso se ha tenido que inventar la expresión eufemística «crítica constructiva»

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Pero la palabra crítica tiene una larga tradición filosófica que comienza en Kant y que implica la indagación de los mecanismos y límites de la razón

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Y la ciencia ha sido uno de los instrumentos más importantes con los que hemos contado para desarrollar el proyecto ilustrado de una sociedad fundada por preceptos racionales: Bacon, Descartes y Newton son los grandes fundadores de las bases de la ciencia como herramienta liberadora 

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Las vacunas, como cuenta Eula Biss en su ensayo, son una tecnología que llega a una medicina pre-científica incapaz de explicar su mecanismo de acción.

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Las posiciones antivacunas (las denominamos «antivacunas» por ser el término utilizado comúnmente aunque en realidad se trata de «personas con dudas sobre algunas vacunas»; la posición radical en contra de todas las vacunas es muy minoritaria hoy en día) son anteriores al nacimiento de la propia ciencia biomédica.

 

 

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La simbología de las vacunas y su mecanismo de acción hacía inevitable verlas como peligrosos instrumentos capaces de hacer daño y contaminar a los niños.

El mito de la posibilidad de obtener inmunidad para nuestros hijos, desde que Tetis sumergiera a Aquiles en río Estigia que separaba la tierra del averno, como bien representa Rubens, siempre ha entrañado sus riesgos.

Igual que en el pasado las posiciones anti-vacunas estaban relacionadas con una sociedad no preparada para aceptar los avances técnicos de la biomedicina, hoy, el debate alrededor de las vacunas está señalando las dificultades de la sociedad, los profesionales sanitarios y la medicina para integrar la nueva complejidad del contexto en el que se genera, difunde, evalúa y aplica la ciencia biomédica.

Las vacunas son y han sido una gran metáfora para explicar la interrelación entre ciencia y sociedad.

Diapositiva1A pesar de toda la visceralidad existente en el debate público entre cientificistas (creyentes en una ciencia objetiva, verdadera, desinteresada y aplicable directamente a la realidad) y las personas con «dudas vacunales», las instituciones mantienen posiciones razonables en relación con la dialéctica vacunas obligatorias o recomendables

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El Comité de Bioética de España (en adelante CBE) ha publicado una reflexión sobre la pertinencia de reformar los instrumentos legales con los que contamos en relación con la vacunación

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Tras recorrer la casuística más reciente en relación con casos de brotes epidémicos o muertes debidas a problemas con la vacunación, estructura el CBR la reflexión en torno a los conflictos éticos existentes.

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En relación con el conflicto existente entre el derecho de los padres a criar a los hijos según sus creencias (autonomía) y la obligación de contribuir al bien común (justicia), el documento reconoce el riesgo que entraña el autoritarismo salubrista

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Aunque, de igual modo, asume que las sociedades democráticas han aceptado renunciar a ciertos aspectos de su libertad por el bien común (por ejemplo, pagar impuestos)

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El documento del CBE continúa señalando el conflicto entre el derecho de los padres a criar a sus hijos según sus convicciones (autonomía)y la obligación de la sociedad de proteger a los menores (no maleficencia), es decir, los límites a la patria potestad asumiendo que es necesario proteger a los niños del daño que puedan acarrear ciertas costumbres o creencias de los progenitores 

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Finalmente, concluye el CBE con tres propuestas razonables: (1) recomendar las vacunas antes que imponer, (2) ser transparentes en el debate público sobre vacunas y (3) tener un sistema legislativo que permita la vacunación obligatoria en circunstancias extremas (guerras, catástrofes, epidemias)

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El Comité Asesor de Vacunas de la Asociación Española de Pediatría (AEP) junto con su Comité de Bioética llegaron a conclusiones semejantes: en el actual contexto, la vacunación obligatoria podría acarrear más perjuicios que beneficios para los programas públicos de vacunación

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Pero estas posiciones razonables no evitan que el malestar continue (y esta mesa podría ser un síntoma de ese malestar y la necesidad de profundizar en la reflexión)

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Algunos pediatras acusan a los padres anti-vacunas de inmorales e insolidarios

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Otros consideran que debatir sobre las vacunas es tan absurdo como hacerlo sobre si es bueno o malo pegar a las mujeres (comparando, por tanto, a los padres anti-vacunas con maltratadores)

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Y ciertos divulgadores, defensores de la ciencia, no clínicos, van mucho más allá, llamando a los padres anti-vacunas, terroristas y criminales.

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Está claro que el malestar social y sanitario continua a pesar de los ¿claros? pronunciamientos institucionales (desde mi punto de vista son reflexiones «lastradas» y, por ello, contradictorias y endebles argumentalmente) 

Quizás haya que explicar mejor las razones por las que es inmoral, antidemocrático y poco científico utilizar la ciencia como una espada justiciera y llamar terroristas o insolidarios a los padres antivacunas.

Desmontando los sesgos cientificistas podremos, quizás, llegar a posiciones más constructivas.

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En relación con el conflicto entre autonomía (libertad de los padres de criar a sus hijos según sus convicciones) y no maleficencia (obligación de la sociedad de defender a los niños de ciertas conductas o creencias de los padres potencialmente dañinas), la pregunta que la sociedad debe hacerse es:

¿Cuánto riesgo puede tolerar la sociedad que corran los hijos debido a creencias o costumbres de los padres?

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El riesgo de no vacunar ¿es mayor o menor que el que tienen los hijos de padres fumadores, aficionados a la comida basura, veganos o que practican con sus retoños deportes de riesgo?

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La Academia Americana de Pediatría reconoce que el riesgo de no vacunar a los niños, en el actual contexto epidemiológico, es muy bajo.

Con toda seguridad, es menos probable que un niño tenga un daño por una enfermedad prevenible con vacunas que lo tenga a causa de unos padres fumadores o aficionados a la comida basura.

Nadie se plantea castigar a los padres fumadores, aficionados a la comida basura, veganos o practicantes de deportes de riesgo con sus hijos por ser prácticas intrusivas y autoritarias… antidemocráticas.

¿Por qué entonces la virulencia social y profesional existente contra los padres anti-vacunas?

Todo el mundo entiende que a un padre fumador hay que convencerle de que no lo haga delante de sus hijos; sin embargo, es común que muchos ciudadanos e incluso sanitarios afirmen sin dudar que a un padre anti vacunas, directamente, hay que meterlo en la cárcel.

No parece razonable. 

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El argumento moral de evitar daño a los niños no vacunados para defender la vacunación obligatoria o castigar a los padres antivacunas es débil, como reconocen los bioeticistas Finn y Savulescu en The Lancet

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Por tanto una vacunología crítica, es decir, que utilice la razón para desvelar las falacias que esconden ciertas posiciones, debe exigir más respeto con los padres anti-vacunas y admitir que no es posible disminuir a cero -si no se quiere caer en prácticas antidemocráticas- el riesgo de los hijos debido a creencias o costumbres de los padres; al menos, es exigible el mismo respeto y consideración que se tiene con padres fumadores o aficionados a la comida basura con los que todo el mundo acepta que deben utilizarse argumentos y razones capaces de persuadir.   

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Pero existe otras razones relacionadas con el bien común que para algunos justificaría ser muy contundentes con los padres que deciden no vacunar.

Igual que con los defraudadores de impuestos, los padres insolidarios que no vacunan a sus hijos deben ser perseguidos 

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Las razones más importantes esgrimidas para perseguir y obligar a vacunar relacionadas con el principio de justicia son: (1) efecto rebaño, (2) gastos derivados de decisiones personales y (3) insolidaridad en la distribución de los (pequeños) riesgos de vacunar mientras se beneficia de que la mayoría de la población esté vacunada  

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El efecto rebaño, siendo una buena razón, no se justifica con todas las vacunas (por ejemplo, tétanos) y con otras depende del contexto epidemiológico

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Nuestra democracia también asume los costos por otras decisiones personales y no hace pagar, por ejemplo, el exceso de gasto sanitario ni a fumadores ni a obesos, por ser estas condiciones que afectan más a estratos sociales más deprimidos (sería injusto discriminar al discriminado por la lotería de la vida que diría Rawls).

Tampoco los gastos sanitarios derivados de ciertas creencias son facturables ya que ello supondría una discriminación por motivos ideológicos

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Los «free riders» también son asumidos como un efecto secundario de las sociedades libres  

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Además habría razones de bien común para no hacer las vacunas obligatorias: (1) la alteración de la percepción de riesgo podría incrementar en número de personas con dudas vacunales, (2) la reducción de la confianza social en los sanitarios, la principal razón por la que los padres siguen vacunando sus hijos y (3) las ventajas de la existencia de grupos sociales post-convencionales (siguiendo la terminología de Kohlberg)

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Merece la pena la cita de Stuart Mill de arriba

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Por tanto, una vacunología crítica debe aceptar los riesgos para la democracia y los propios objetivos de los programas de vacunación que tendría poner en marcha políticas coercitivas.

No está justificado el insulto y el oprobio con los padres anti-vacunas: su posición no es ni una forma de maltrato ni una insolidaridad inaceptable (los padres antivacunas ni son defraudadores de impuestos ni tienen papeles en Panamá: es curioso como algunos cientificistas neoliberales justifican a los defraudadores y niegan el cambio climático mientras quemarían en la hoguera a los antivacunas; paradojas ideológicas)  

Nuevamente la persuasión es necesaria para convencer a los padres con dudas vacunales de los beneficios comunes de decisiones individuales.

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En ningún caso es comparable la situación de las vacunas con otras políticas coercitivas que pretenden garantizar el bienestar para los niños como el cinturón de seguridad tanto por (1) su mayor prevalencia (14 niños al año mueren por no llevar cinturón puesto) como (2) el distinto nivel de agresión que supone (poner un cinturón es mucho menos agresivo que provocar un daño físico mediante una aguja)

Nadie llama terrorista a un padre que ha perdido a un hijo por no ponerle el cinturón de seguridad: en general, despierta más piedad que indignación; eso no ha pasado con los padres antivacunas que perdieron a su hijo en Olot

¿Por qué esa piedad social selectiva?

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Finalmente habría otro conflicto de valor no bien resuelto en el debate de las vacunas: la dificultad de los sanitarios para aceptar decisiones controvertidas de los pacientes (es el poso del paternalismo): beneficencia vs autonomía

Una decisión siempre debe ser aceptada mientras se garantice que el paciente es competente, tiene la información necesaria, no está coaccionado y no se perjudica gravemente a terceros.

Que una decisión responda a una creencia irracional no elimina la competencia

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Además, los seres humanos no ponemos siempre el valor salud por encima de otros valores: hay decisiones racionales que pueden ir contra la propia salud en nombre de valores trascendentes o, incluso, hedonistas 

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Por tanto, en el debate sobre las vacunas, entre los sanitarios, pesa el paternalismo y falta cultura democrática

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¿Por qué son tan comunes posiciones agresivas de ciudadanos y profesionales con los padres anti-vacunas mientras son mucho más comprensivas con otras creencias o costumbres de los padres más dañinas con los hijos?

¿Cómo hemos llegado a que un instrumento de racionalidad esté siendo defendido con posiciones tan irracionales?

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Desde mi punto de vista es un problema es de madurez epistémica: una mala digestión del progreso científico; una mistificación del método; cambiar un dogma (la verdad revelada por los dioses) por otro (la verdad revelada por la ciencia)

Es decir, en términos más técnicos, no separar entre el contexto de justificación (reglas metodológicas aceptadas en cada momento histórico para reconocer un conocimiento como científico) y el contexto de descubrimiento (circunstancias históricas, sociales o económicas que influyen en la ciencia -sus prioridades, sus procesos de validación- y en la aceptación de unas u otras reglas metodológicas).

Es una ignorancia, en gran medida, de la epistemología post-positivista desarrollada durante el siglo XX.

Ser un ciudadano/profesional sanitario «muy siglo XIX» como diría Ortega 

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El devenir de la ciencia en los últimos 5 siglos nos permite hoy poder conocer mejor sus limitacionesPor ejemplo, en relación con su metodología (contexto de justificación) nos enfrentamos hoy en día a los problemas de la simplificación que son intrínsecos a la ciencia: (1) fragmentación, (2) separación estricta entre hechos y valores, y (3) el mito de la objetividad de la ciencia que impone la ideología de la inmediatez

 

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De igual modo, el contexto de descubrimiento ha cambiado radicalmente y, hoy en día, en la sociedad del conocimiento, la ciencia y los expertos tradicionales han perdido su autoridad:

La sociedad del conocimiento ha acabado con la autoridad del conocimiento

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Sin embargo, los profesionales sanitarios siguen siendo positivistas.

Ya, a principios del siglo XX Ortega y Gasset criticaba a los médicos por su positivismo, una corriente filosófica trasnochada hace más de 100 años: los llamaba «médicos siglo XIX»

Los sanitarios somos los últimos positivistas y, por tanto, esa inmadurez epistemológica nos impide evaluar adecuadamente tanto los productos de la ciencia y la dificultad de su aplicabilidad a la realidad, como la influencia que el contexto económico, político, social o cultural tiene en su consecución.

Y el problema es que este positivismo ingenuo es trasladado por los sanitarios a una gran parte de la sociedad.

La falta de cultura científica de la sociedad no solo se debe a su desconocimiento sobre los métodos o criterios de validación del conocimiento sino también a la ignorancia generalizada sobre los límites de la ciencia.

 

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Los profesionales sanitarios seguimos, de alguna u otra manera, en el programa institucional descrito por Dubet y, por eso, a muchos, les sigue costando tanto admitir las críticas a la ciencia que equiparan como una crítica a la razón 

¿Qué objetivos tendría un proceso de maduración epistemológica en los profesionales sanitarios y la sociedad?

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PRIMERO:

Modular el exceso de confianza en la ciencia de profesionales y sociedad, muy influida hoy en día por factores no epistémicos (económicos o ideológicos)

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La revolución tecnocientífica ha cambiado completamente los objetivos de la ciencia que ya no son (solo) el progreso.

Por contra, la ciencia contemporánea es profundamente conflictiva en términos valorativos.


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Pero esta conflictividad, por razones ideológicas y culturales, se ha resuelto con una abrumadora preponderancia de los valores comerciales sobre cualquier otro en la ciencia biomédica, distorsionando todas las fases del conocimiento: generación, difusión (publicación, síntesis y formación) así como su aplicación

Es la medicina sesgada por la evidencia

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Esta distorsión es tan significativa que se habla de una crisis de la medicina basada en la evidencia en la que podemos reconocer los problemas que acarrean tanto la simplificación como la complejidad:

Complejidad: influencia de intereses económicos, saturación de información

Simplicidad: mala interpretación de la metodología, protocolización rígida e inadecuación en la aplicación 

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Hasta el 85% de todos los recursos dedicados a la investigación biomédica son desperdiciados

La influencia de los intereses comerciales (contexto de descubrimiento) está propiciado un gran fracaso de la medicina moderna.  

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Los conflictos de interés de todos los agentes que intervienen en la cadena del conocimiento, como las sociedades científicas, son motivo de escándalo público

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Los propios organismos públicos de evaluación, las agencias reguladoras, también se han visto superados por la influencia del mercado y sus defensores ideológicos poniendo por delante de la seguridad de los pacientes los intereses comerciales

¿De verdad creemos que la sociedad no es consciente de la fragilidad actual del conocimiento biomédico?

¿Pensamos que esta conflictividad y sus consecuencias en forma de daño, gasto inútil y medicalización de la vida es ajena a una ciudadanía cada vez más informada?

¿Es posible mantener el mito de la ciencia objetiva, verdadera, neutral y al servicio del progreso de la sociedad a la vista del daño que están provocando los interese creados?  

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SEGUNDO:

El segundo objetivo en este necesario proceso de maduración epistémica de la medicina y sus profesionales tiene que ver con asumir las condiciones que impone la sociedad del conocimiento.

La realidad es que ya no es posible mantener la ciencia como base objetiva de las decisiones y aceptar que, en parte, el precio de la libertad y de vivir en sociedades libres es una inevitable cierta pérdida de confianza en la ciencia por parte de la sociedad 

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Los profesionales sanitarios deben asumir que la clave para que la sociedad siga manteniendo la confianza en la medicina ya no es, en primera instancia, la ciencia (con unos conocimientos siempre cambiantes) sino el buen gobierno de la ciencia, que incluye la capacidad de todos sus actores para responder eficazmente y de manera transparente ante desviaciones o irregularidades imprevistas.

 

Dos ejemplos:

PRIMER EJEMPLO: VACUNACIÓN PRECOZ DE LA VARICELA

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El primer ejemplo tiene que ver con la polémica entre la Asociación Española de Pediatría (AEP) y la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SESPAS), la primera defensora de la vacunación precoz de la varicela y la segunda de dejar la vacunación para pre-adolescentes que no hubieran pasado la enfermedad.

Ambas sociedades esgrimieron razones científicas (por cierto, no puede ser igual una perspectiva de salud pública que una que piensa en beneficios individuales; las vacunas son intervenciones netamente de salud pública y es fundamental conocer su efectividad con los niños pero también su eficiencia con las poblaciones; solo efectividad no es suficiente para justificar la introducción de una vacuna) 

Finalmente, la presión de la AEP consiguió modificar la posición inicial del gobierno.

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Para saber qué organización tenía más garantías de independencia en sus recomendaciones analizamos las memorias económicas de las dos organizaciones siguiendo los criterios del Council of Medical Specialty Societies (CMSS) norteamericano que en el preámbulo de su «Código ético para las interacciones con la industria» ponía de relieve la importancia de mantener la confianza social por parte de las sociedades científicas

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Pues bien.

La AEP no cumple unos mínimos criterios de transparencia e independencia; SESPAS sí.

¿No es verdad que esta falta de transparencia de la AEP pone en bandeja los argumentos de falta de objetividad que utilizan los antivacunas?

SEGUNDO EJEMPLO: DUDAS SOBRE LAS SEGURIDAD DE LA VACUNA DEL PAPILOMA

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Tras la emisión de un documental en la TV pública danesa y la publicación de dos trabajos de clínicos daneses sobre una cohorte de niñas con síntomas específicos tras la vacunación del papiloma, el gobierno de ese país exige a la Agencia Europea del Medicamento que realice una investigación sobre la seguridad de la vacuna

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La Agencia Europea publica un informe crítico con los médicos daneses, y utilizando datos de la industria y un comité secreto de expertos, vuelve a garantizar la seguridad de la vacuna.

Pero nuevamente, evidencias sin democracia, no son suficientes 

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El informe es muy criticado por investigadores independientes por contar con los datos de la industria que en gran medida son secretos

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La crítica más consistente es la realizada por una médico danesa firmante de los dos artículos que comunicaban los síntomas en las niñas 

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La médico rechaza tajantemente los juicios de valor que el informe de la EMA realiza sobre la calidad de su trabajo clínico asegurando que no intenta desacreditar las vacunas sino, precisamente, mantener la confianza social en el programa público de vacunas (como todos los críticos pro-vacunas)Diapositiva17

Además, advierte de la necesidad de mantener los programas de farmacovigilancia ya que muchos efectos adversos solo son observables tras haber aplicado las vacunas a miles de personasDiapositiva18

Critica, entre otras cosas, que la EMA haya utilizado un comité secreto de expertos y haya trasmitido sus conclusiones en forma de un poco creíble consenso.

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Ni Japón no Dinamarca parecen satisfechos con los informes oficiales acerca de la seguridad de la vacuna del papiloma.

El problema, nuevamente, no es que las evidencias no sean (en apariencia) metodológicamente impecables sino que todo el proceso de justificación carece de garantías democráticas: los datos de los ensayos clínicos de las vacunas son secretos, el comité de expertos es secreto, el acta de la reunión del comité de expertos es secreta, los posibles conflictos de interés de los expertos son secretos

¿Por qué no emprende la EMA una investigación prospectiva independiente?

¿Por qué no exige la EMA que las compañías permitan el acceso de investigadores independientes a las bases de datos de los ensayos clínicos? 

¿No tenemos ya múltiples experiencias previas en las que el acceso a los datos crudos y su re-análisis cambian las conclusiones sobre determinados medicamentos como el Tamiflu

La EMA ya no es la autoridad única; tampoco es fiable.

Hay más fuentes de conocimiento autorizadas que están poniendo en jaque decisiones multimillonarias tomadas por la mayoría de los gobiernos del mundo en relación con la vacuna del papiloma.

Una médico danesa y una serie de casos atendidos en un hospital está suponiendo la mayor crisis de credibilidad para la vacuna del papiloma y los organismos que la defienden

¿De verdad creía la EMA que todo iba a terminar fácilmente tras la esta chapuza de informe?

¿Qué haremos si el estudio independiente emprendido por Dinamarca concluye que los efectos en las niñas danesas están posiblemente causados por la vacuna del papiloma?

Japón ha puesto en marcha un plan B «a medias»: sigue financiando la vacuna aunque no esta incluida en su programa de vacunación (?) 

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Con todos estos problemas en el escenario sería normal que el debate público sobre las vacunas (y en general sobre cualquier avance científico) fuera muy prudente.

¿Quién se atreve a poner la mano en el fuego por algún político hoy en España cuando se ha demostrado un fallo estrepitosos de los sistemas de control democráticos?

Igualmente, ¿quién puede ser demasiado beligerante en la defensa de cualquier actuación médica en el actual contexto de falta de garantías en el que se mueve la ciencia? 

Pues no. 

El debate en general es ofensivo

 

 

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Brian Martin analizó cómo era el debate sobre vacunas en Australia

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Y estableció una graduación que iba de más libre a menos libre

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En España el debate sobre las vacunas protagonizado por profesionales sanitarios sigue esquemas semejantes:

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Desde mi punto de vista, los profesionales sanitarios deberíamos ser los más prudentes en el debate público, asumiendo y reconociendo la incertidumbre en la que se mueve hoy en día el conocimiento biomédico y lo inevitable de que la información circule, lo queramos o no; sea positivo o, en algunos casos, negativo.

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Porque, lo cierto, es que la duda vacunal (como la duda sobre medicamentos o tecnologías médicas) está aumentando. Y, aunque influyen factores coyunturales, es un fenómeno que previsiblemente seguirá incrementándose.

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En un estudio australiano, más de la mitad de los padres que habían vacunado completamente a los hijos mostraban dudas vacunales

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Por eso es tan importante que la duda vacunal no sea ni ignorada (existe entre los padres que finalmente vacunan y, por tanto, debería ser siempre explorada) ni asumida como un rasgo estático o definitivo: cambia en relación con el tipo de vacuna o determinadas situaciones informativas

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La duda vacunal depende de actitudes individuales de los padres como su mayor o menor interés por la salud. De hecho, los padres con dudas vacunales son de un nivel cultural alto, muestran gran interés por la salud de sus hijos y suelen procurarles alimentos y contextos de crianza más saludables que la media.

En muchos aspectos, son un ejemplo de empoderamiento.

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La duda vacunal también depende de la confianza de los padres en las autoridades y en los científicos.

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La desconfianza hacia las autoridades podría estar en la base de algunos brotes ocurridos en núcleos de población muy deprimida, como ocurrió en Sevilla.

Pero, en general, la desconfianza hacia cualquier tipo de autoridad suele vincularse a personas con un nivel cultural elevado y más información que la media.

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Existe, sin duda, en relación con los padres con dudas vacunales, una paradoja: normalmente son familias más saludables y con más información que la media. Es la paradoja del empoderamiento en salud, pero también una consecuencia inevitable de una sociedad formada por consumidores acostumbrados a obtener mucha información antes de comprar cualquier producto.

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En la serie de textos que el Plos Medicine dedicó a la duda vacunal, se proponía un esquema que puede servirnos para buscar las mejores estrategias para defender los programas vacunales públicos

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Dicho esquema enmarca cuatro áreas donde podemos encasillar la diferente casuística en relación con la duda vacunalDiapositiva110

 

Y también dibujar las estrategias más útiles para aumentar la confianza en las autoridades y científicos, por ende, en el programa vacunal público:

(1) mejora de la accesibilidad a los programas de salud pública, considerando las peculiaridades socioculturales de ciertos colectivos muy marginados económicamente

(2) mejora de la información existente (no solo porque esté basada en la mejor ciencia sino porque también tenga garantías democráticas en su gobierno) y de la calidad del debate público

Las estrategias que aparecen como claramente negativas:

(1) Políticas coercitivas

(2) Debates insultantes y basados en argumentos de autoridad

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Heide Larson en un texto aparecido en Nature –con un título que la delata como positivista clásica («El mundo debe aceptar que la vacuna del papiloma es segura»)- señala la vulnerabilidad de los procesos de políticas públicas en el actual contexto de la sociedad del conocimiento y la necesidad de responder rápidamente a las preocupaciones legítimas de la población 

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Nos quedamos con una cita de Daniel Innerarity, tan importante en esta reflexión 

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Abel Novoa en médico de familia, doctor en medicina, magister en bioética, coordinador del Grupo de Trabajo de Bioética de la semFYC y presidente de NoGracias























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