Magnífico trabajo del Grupo de Bioética de la Sociedad Catalana de Medicina de familia y Comunitaria (CAMFyC): «Reflexiones sobre errores y sucesos adversos: Ética del reconocimiento, la reparación y la prevención». Cuando un sistema sanitario que cada vez hace más cosas a los enfermos y que, por tanto, cada vez los pone más en riesgo, confluye con unos pacientes que adoran que el sistema les haga cosas y con una cultura cada vez más proclive a la denuncia ante daños reales o percibidos, cuando eso pasa, es fácil que se desencadene una tormenta perfecta de estandarización defensiva de la atención, sobretratamiento y sobrediagnóstico basados en los estándares, incremento de los problemas de seguridad e insatisfacción de pacientes y profesionales.

La innovación disruptiva más importante para que el sistema no se vaya por las cloacas de la medicina defensiva es la CONFIANZA. Por eso un documento de reflexión ética sobre la posición profesional ante el error o el daño es fundamental: está en juego la confianza. Pero no es una confianza ciega la que se pide a los afectados sino una confianza lúcida en que los profesionales y el sistema analizan los problemas, asumen responsabilidades, dan cuenta y explicaciones y aprenden para evitar, si es posible, que se repita la situación:

«El objetivo es promover la aceptación del hecho que los sucesos adversos ocurren, e impulsar una reflexión sobre la necesidad de asumir la responsabilidad y estimular la comunicación y reparación de estos sucesos, así como el análisis de los factores que pueden haber influido en el suceso y también la elaboración de mecanismos para reducir la posibilidad de que se repitan» 

Solo desde el aprendizaje continuo, la humildad y la precaución y el reconocimiento de la ineludible incertidumbre será posible salvar al sistema mediante la confianza:

«Un equipo que acepta la existencia de sucesos adversos (y los evalúa), que promueve la atención longitudinal, el conocimiento del entorno, generando confianza, está previendo la aparición de sucesos adversos.»

El documento, tras relatar casos reales muy comunes en la práctica clínica habitual de un médico de familia (aunque el texto es aplicable a cualquier especialidad), hace un repaso teórico de los aspectos legales, deontológicos y éticos implicados. Podrían haberse quedado ahí y que cada cual ahora haga lo que pueda. Pero no 

Una sección especialmente interesante es cuando los autores responden a cuestiones «resbaladizas» prácticas. Por ejemplo: «Cuando hay una acción insegura que ocasiona daño al paciente, pero que este no reconoce como un suceso adverso, ¿debe explicarse siempre al paciente? ¿Hay límites en la comunicación?». O esta otra situación: «Nos damos cuenta de un suceso adverso donde está implicado un compañero. Si el médico implicado no lo quiere comunicar, ¿qué hay que hacer?».

Termina el estupendo documento con unos consejos prácticos:

  1. Sé consciente que humanamente es imposible evitar la aparición de un suceso adverso y que, a pesar de todos los esfuerzos, te pasará en algún momento.

  2. Sé diligente en la identificación de los incidentes.

  3. Acostúmbrate a decir “siento lo que te ha pasado”. Debemos disculparnos y responsabilizarnos del daño que ha recibido un paciente tanto si somos responsables como si no.

  4. Explica al paciente afectado o a los allegados los hechos tal y como sinceramente crees que han sucedido.

  5. Cuando se produce un suceso adverso se debe analizar y afrontar todo lo que dependa de nosotros y comunicar a los otros niveles lo que dependa de ellos.

  6. Utiliza las herramientas de notificación de las acciones inseguras y de los incidentes.

  7. Participa y promueve sesiones de incidentes en el seno de los equipos.

  8. Evita hacer juicios sobre lo que han hecho los compañeros implicados en incidentes. No culpabilices, analiza.

  9. Aprovecha todos los sucesos que pasen para aprender.

  10. Exige a la dirección del centro receptividad e implicación no culpabilizadora en el abordaje de los sucesos adversos.   

Profesionalismo en acción.

Felicidades por el trabajo al Grupo de Bioética de la CAMFyC