José Ramón Repullo me ha invitado a una mesa para deliberar sobre las terapias alternativas para cerrar el Máster Universitario en Administración Sanitaria que dirige. Abajo los (impresionantes y no lo digo por mi, claro) ponentes.
Esta invitación me obliga a refinar algunos de los argumentos que he utilizado en alguna ocasión y eso pretendo con este texto.
En 2017, el médico de familia Vicente Baos escribió un magnífico artículo en BIT de Navarra (desde el punto de vista del positivismo ingenuo, claro) sobre la homeopatía: «La homeopatía como abordaje no científico de la terapia farmacológica»
«La homeopatía constituye un sistema de creencias y no un abordaje científico de la prevención, curación o alivio de las enfermedades que aquejan al ser humano»
Utiliza dos de los argumentos más comunes para descartar la utilidad de la homeopatía: su falta de plausibilidad biológica y su contradicción con terapias efectivas basadas en mecanismos conocidos.
La homeopatía no tiene, efectivamente, plausibilidad teórica: no existe ninguna teoría física, química o biológica con base empírica que permita explicar por qué una terapia basada en las afirmaciones “lo similar cura lo similar”, “la memoria del agua” o “la dilución infinitesimal” podría ser eficaz. Escribe Baos:
«La homeopatía fundamenta sus premisas de acción en varias afirmaciones que tienen un carácter de absurdo lógico y que a lo largo de más de doscientos años no han encontrado ninguna explicación plausible y científica»
El segundo argumento está basado en que estas explicaciones no solo no tienen una teoría que las sustente sino que entran en franca contradicción con las teorías que han permitido crear fármacos convencionales eficaces:
«La base científica de los tratamientos farmacológicos reside en la interacción de un principio activo con moléculas diana del organismo, lo que permite la modificación de ciertas vías de señalización que provocaría, en último término, la reparación del daño… Todo el conocimiento desarrollado en los dos últimos siglos sobre el origen de las enfermedades desmonta las afirmaciones previas»
Si la homeopatía no tiene plausibilidad biológica y contradice las teorías conocidas que han permitido desarrollar fármacos realmente efectivos, los estudios que demuestran su eficacia solo pueden ser fraudulentos, consecuencia de sesgos metodológicos o puro azar, siguiendo la premisa: «lo que no es posible… no puede ser».
De este modo, Baos descarta los ensayos clínicos que han demostrado beneficios de la homeopatía en enfermedades como las diarrea infantiles, la enfermedades respiratorias, alergias y otras con un genérico «los estudios realizados presentan importantes defectos metodológicos en el diseño y en la definición de las variables a estudio».
En la monografía citada por Vicente Baos, financiada por Boiron, la multinacional fabricante de productos homeopáticos (en esto la homeopatía se parece mucho a los productos alopáticos), los autores señalan las limitaciones que tiene estudiar las terapias homeopáticas con los procedimientos experimentales habituales debido a (1) la dificultad para agregar los resultados, por la «heterogeneidad» de los estudios, y (2) lo poco adecuado de los ensayos clínicos para evaluar la eficacia de intervenciones holísticas donde concurren variables subjetivas. En palabras de los autores de la monografía:
«Por otro lado, cabe valorar si el ensayo clínico es la herramienta adecuada para evaluar la eficacia de intervenciones holísticas como la homeopatía, o por el contrario hemos de indagar en el diseño de herramientas que permitan medir la complejidad e interacción de las múltiples variables que influyen en el resultado. El esfuerzo de adaptar la intervención homeopática al ensayo clínico es posible pero implica sacrificar una parte importante de su valor terapéutico y perder de vista sus resultados menos tangibles.»
Sin embargo, aunque Vicente Baos descarta como válidos los estudios positivos, acepta sin ninguna duda las evaluaciones negativas. Por ejemplo, la de la agencia de evaluación australiana (NHMRC) de 2015:
«No hubo evidencia confiable de investigaciones en humanos de que la homeopatía fuera efectiva para el tratamiento de la gama de condiciones de salud consideradas…(aunque) hubo estudios de mala calidad que informaron que la homeopatía era más eficaz que el placebo, o tan eficaz como otro tratamiento»
Si no existen evidencias robustas de efectividad en los estudios experimentales ni tampoco algún mecanismo fisico-químico o biológico que le otorgue plausibilidad ¿por qué se sigue utilizando la homeopatía y muchas personas y terapeutas afirman su efecto terapéutico?
Vicente Baos reconoce que puede observarse mejoría después de cualquier intervención, aunque no se haya demostrado científicamente efectiva, debido a:
(1) Que muchas enfermedades y dolencias cursan con remisiones espontáneas: sobre todo las de tipo leve o las crónicas recidivantes
(2) La regresión a la media:
«En estadística, la regresión a la media es el fenómeno por el cual, cuando las cosas se hallan en sus puntos extremos, lo más probable es que estén a punto de iniciar el camino de vuelta hacia un punto medio, o lo que es lo mismo, de “regresar a la media”
(3) «Efecto Hawthorne»:
«modificaciones de conducta que se producen en los sujetos de un experimento como consecuencia del hecho de estar siendo estudiados y no como resultado de alguna de las manipulaciones del experimento… una especie de “placebo social”… un deseo de agradar al experimentador y ofrecerle los resultados que busca»
(4) Efecto placebo: Vicente Baos utiliza los argumentos de Fabrizio Benedetti, profesor de fisiología y neurociencias de la Universidad de Turín y experto mundial en el efecto placebo y nocebo:
«..el efecto placebo verdadero, o respuesta, es el efecto psicobiológico que tiene lugar en el cerebro del paciente. No tiene nada que ver con la remisión espontánea, la regresión a la media y similares. Ahora hay evidencia convincente de que es real, … la administración de placebo induce cambios en el cerebro del paciente”
Para el profesor Benedetti los neurotransmisores que aumentan en el cerebro gracias al efecto placebo son una especie de farmacia endógena que es activada por diversas vías que incluye el contacto social, la esperanza de mejorar con la sustancia, las expectativas, creencias o confianza en el terapeuta.
La pregunta sería ¿es posible que alguna de las terapias alternativas que cuentan con más apoyo en todo el mundo (homeopatía, acupuntura, osteopatía) puedan ser efectivas por razones distintas a las enumerada por el Dr. Baos?
O dicho de otra manera: ¿sin plausibilidad biológica no puede haber verdadera efectividad?
Dos de los héroes de NoGracias, Marcia Angell y Jerome Kassirer, ambos editores jefe del New Englang en su época más gloriosa, y ambos feroces críticos de la mala ciencia que se produce en biomedicina debido a los intereses comerciales, en 1998 escribieron juntos un editorial en el NEJM
El texto en cuestión se llama «Alternative Medicine: The Risks of Untested and Unregulated Remedies«. Estos dos autores advertían de los riesgos de este tipo de medicinas:
«Es hora de que la comunidad científica deje de dar rienda suelta a la medicina alternativa. No puede haber dos tipos de medicina, convencional y alternativa. Sólo hay una medicina que ha sido adecuadamente evaluada y otra medicina que no lo ha hecho; una medicina que funciona y otra que puede o no funcionar. … afirmaciones, especulaciones, y testimonios no sustituyen a las pruebas científicas.»
¿Solo podemos considerar medicina aquella que demuestre, con la metodología científica considerada estándar, eficacia clínica en sus intervenciones?
La cuestión es clara:
(1) Si no hay plausibilidad biológica, los estudios experimentales que demuestran eficacia de la homeopatía o cualquier otra terapia alternativa solo pueden ser producto del sesgo, el fraude o el capricho del azar. El criterio de plausibilidad descarta cualquier eficacia encontrada mediante los procedimientos de investigación estándar.
(2) Si la eficacia no puede ser objetivada mediante los procedimientos científicos aceptados (ensayo clínicos, estudios de cohortes o epidemiológicos) entonces tal eficacia no existe y la mejoría de los enfermos solo puede ser debida al sesgo cognitivo, el azar o el efecto placebo. Es el método científico lo que establece lo que puede ser considerado propio de la medicina (criterio de demarcación). Cualquier intervención cuya aparente efectividad no pueda ser corroborada mediante los procedimientos de investigación estándar debe ser descartada como propia de la verdadera medicina, la medicina «que funciona».
En 2004 el profesor y jefe del departamento de humanidades de la Facultad de Medicina de la Universidad de Pensilvania David Hufford escribió «Medicina complementaria y alternativa: ética y convergencia epistémica», un capítulo de la monografía editada por nuestro admirado Daniel Callahan, «The Role of Complementary and Alternative Medicine: Acommodating Pluralism». En este texto se realiza una interesante reflexión sobre el criterio de plausibilidad teórica que utilizan tanto Vicente Baos como Angell y Kassirer.
La plausibilidad teórica se puede enunciar de la siguiente manera:
(1) El conocimiento actual es la manera de juzgar si un hallazgo no convencional es verdadero
(2) La evidencia empírica de un efecto que no es teóricamente plausible debe ser rechazada
(3) Si una intervención carece de plausibilidad teórica, no hay ninguna razón para pensar que puede funcionar
(4) Aceptar cualquier intervención sin plausibilidad teórica implica rechazar el conocimiento científico
(5) No existe eso llamado medicina alternativa: solo hay una medicina que es aquella sustentada en conocimiento científico sólido
Para Hufford esta manera de enfocar el análisis de las terapias complementarias no solo es una forma de paternalismo experto que va contra las libertades individuales y la propia democracia sino, también, contra la necesaria libertad científica y el espíritu indagador que ha caracterizado tantos descubrimientos en ciencia; y yo añado, va contra la práctica sanitaria menos estandarizable como es la medicina de familia o los cuidados, plagados de intervenciones efectivas sin plausibilidad biológica y escasas posibilidades de objetivación mediante el método experimental. Siguiendo este razonamiento tendríamos que:
(1) Un enfermo que rechaza tratamientos convencionales y acepta terapias alternativas legales solo puede estar equivocado
(2) La ciencia se convierte en una entidad objetiva, por encima de culturas, momentos históricos, condicionantes socioeconómicos o contextos políticos
(3) Respetar decisiones de las personas que van contra el conocimiento científico requiere garantías extras de autonomía, superiores a las que se exigen en una sociedad libre por creer en dios o beber en exceso. Una pendiente resbaladiza ciertamente autoritaria.
(4) La ciencia, con el criterio de plausibilidad teórica, está aceptando una restricción a priori para llevar a cabo sus investigaciones algo muy contrario a una actitud abierta a visiones alternativas y al análisis de datos contradictorios.
Criterio de adecuación y principio de unidad de la ciencia
Hufford refuta las afirmaciones lógicas que se siguen del argumento de plausibilidad teórica. Las afirmaciones 1 y 2 («el conocimiento actual es la manera de juzgar si un hallazgo no convencional es verdadero» y «la evidencia empírica de un efecto que no es teóricamente plausible debe ser rechazada») las incluye dentro de un concepto más general que denomina criterio de adecuación al conocimiento científico convencional.
Esta afirmación se encuentra alineada con un principio positivista que hace muchos años fue desmontado por la filosofía del conocimiento: el principio de unidad de la ciencia. Este principio no solo asume que lo que ahora es aceptado por la ciencia es verdadero sino que cualquier avance científico solo será válido si es coherente con el conocimiento actualmente aceptado.
Lo cierto es que el principio de unidad de la ciencia -que hubiera hecho imposible el paso de la física newtoniana a la einsteniana por ejemplo- es aceptado tácitamente por la mayoría de los críticos de las terapias alternativas considerando que este principio es la única alternativa al relativismo cuando no es así. Desde esta posición, ante una teoría incompatible con las aceptadas convencionalmente no haría falta ni siquiera hacer comprobaciones empíricas ya que, aunque salgan datos que apoyan dichas teorías éstos, solo pueden ser falsos por sesgo metodológico, fraude o azar.
Paul Feyeranbend criticó duramente este pre-requisito al que denominó criterio de consistencia considerando que:
«es irracional porque preserva las teorías más antiguas, no las mejores.. elimina una teoría o hipótesis no porque sea contradictoria con los hechos sino porque es contradictoria con otra teoría»
Ciencia es lo que hacen los científicos
Ya hemos visto como Vicente Baos descarta los ensayos clínicos realizados con homeopatía que tuvieron resultados positivos por «sus importantes defectos metodológicos en el diseño y en la definición de las variables a estudio». El NHMRC australiano considera que las evidencias existentes son poco confiables y los estudios de mala calidad.
Angell también lo hace -en una conferencia donde coincide con Hufford- cuando comenta un trabajo publicado en JAMA sobre el efecto positivo de una terapia de la medicina china: la moxibustión o quema de moxa -una pasta de hojas secas y trituradas de artemisa vulgaris- en el punto de acupuntura BL67 (situado en el margen externo del 5º dedo del pie). Esta práctica habitual en China consiguió estimular los movimiento fetales y la reversión de las presentaciones de nalgas de una manera significativa. Angell lo expresa claramente:
«Dado que quemar artemisa sobre el 5º dedo del pie no puede afectar a los movimientos del feto, los datos que lo demuestran solo pueden ser falsos»
En ciencia es habitual la coletilla, «se necesitan más estudios». Con las terapias consideradas alternativas, en cambio, las conclusiones, como las de Baos, el NHMRC o las de Marcia Angell, siempre son más contundentes. Por ejemplo el NHMRC concluye su evaluación sobre la homeopatía:
«Basándose en la evaluación de las pruebas de la eficacia de la homeopatía, el NHMRC concluye que no hay condiciones de salud para las cuales exista evidencia confiable de que la homeopatía sea efectiva.»
Comparemos, por ejemplo, la forma de expresarse de otra agencia, el NIHR británico en su evaluación de los condroprotectores:
«Hay pruebas de que el sulfato de glucosamina muestra cierta efectividad clínica en el tratamiento de la artrosis de rodilla. No hay datos de ensayos provenientes del Reino Unido y se debe tener cuidado al generalizar los hallazgos…. El mecanismo biológico del sulfato de glucosamina y de la condroitina sigue siendo incierto y debe estudiarse más a fondo».
¿Qué diferencia existe entre estos dos tipos de intervenciones, condroprotectores y productos homeopáticos? ¿Por qué son evaluados de manera tan distinta los resultados débilmente positivos de unos y de otros cuando ambos carecen de plausibilidad biológica?
El salto de los condroprotectores que han pasado de ser considerados una vitamina utilizada por pseudoterapeutas a ser sustancias serias que merecen «más evaluación» no tiene mucho que ver con su plausibilidad biológica o la calidad de los ensayos clínicos sino con otros factores entre los que seguramente estarán las estrategias comerciales de las empresas que los producen que han pensado que es más rentable vender estas sustancias «científicamente» y han tenido la habilidad de introducirlas en los circuitos académicos y profesionales.
Esto no es algo que no supiéramos. Recientemente escribimos una entrada donde se reflexionaba sobre las conclusiones a las que nos llevan trabajos de la sociología de la ciencia como los de Collins:
«Collins ha demostrado cómo los datos científicos pueden estar sujetos a flexibilidad interpretativa y cómo el contexto social “no científico” (político, cultural, económico, académico, etc..) contribuye a cerrar controversias científicas, independientemente del valor empírico o explicativo de las líneas de investigación»
En dicho texto comentábamos mecanismos de clausura de las discrepancias científicas que son no-científicos como la relativización de la replicabilidad, el círculo vicioso del experimentador o el concepto de anomalía. Decíamos en este último mecanismo:
«La noción de anomalía se usa en ciencia de dos maneras. Sirve para describir un inconveniente (“lo ignoraremos; no es más que una anomalía) y para referirse a un problema serio (“en la teoría vigente hay anomalías inquietantes”)”. Es decir, si el nuevo hallazgo contradice una teoría firmemente asentada entre la comunidad científica, la anomalía es un mero inconveniente que “tendrá una explicación”. Cuándo ese mismo hallazgo impugna una teoría que, por otros motivos no estrictamente científicos, está derrumbándose, entonces ese hallazgos “es un serio problema”. Así, cuando unos investigadores ignoran unas discrepancias experimentales, esa decisión, siempre tomada por razones no estrictamente científicas, será utilizada como evidencia científica para seguir ignorando esas u otras discrepancias por otros investigadores. Este proceso de autocensura crea finalmente un consenso científico que arrincona a la pequeña minoría de discrepantes.»
Angell va más allá en esta construcción del consenso y afirma que los estudios absurdos no deberían llevarse a cabo y menos publicarse. Vicente Baos por ejemplo considera que científicos como Louis Rey, Jacques Benveniste, Masaru Emotoque o Luc Montagnier pierden su prestigio cuando se dedican a estudiar la teoría tras la homeopatía ya que, de ser cierta, se «rompería con una gran parte del conocimiento actual sobre la física y parece poco probable que ello vaya a ocurrir». Lo absurdo no se debe estudiar y si se estudia es a costa del prestigio científico. Suena muy poco científico. Como decíamos:
«La ciencia es progresista en sus fundamentos metodológicos y valores pero muy conservadora en sus prácticas reales. Una vez que una idea está asentada en la comunidad científica es muy difícil cambiarla a pesar de la existencia de datos experimentales que la contradigan.»
Como dice Hufforf:
«La existencia de una teoría o mecanismo de acción que es rechazado por la teoría convencional científica aumenta enormemente la posibilidad de que cualquier observación positiva sea rechazada»
Ciencia es lo que hacen los científicos algo que está muy alejado de la imagen de pureza metodológica, objetividad e independencia que nos quieren vender los que atacan las terapias alternativas debido a argumentos tan poco histórica y epistemológicamente consistentes como la falta de plausibilidad teórica. Esto no quiere decir que la plausibilidad teórica no sea importante. Quiere decir que es un factor más a considerar pero en ningún caso ni excluye la efectividad de, por ejemplo, la homeopatía ni desacredita a los científicos que la investigan.
No hay tal unidad de la ciencia en absoluto. Si no podemos ignorar las circunstancias extracientíficas que determinan qué se considera conocimiento científico válido y cómo se hace su evaluación habrá que reconocer que la unidad de la ciencia es una idea bonita pero falsa. No tener evidencias (o tenerlas de baja calidad) de la eficacia de una terapia no implica tener evidencias de que esa terapia no puede ser efectiva. Encontrar evidencias de efectividad aunque no sepamos la teoría que la hace plausible ha sido la base de los grandes descubrimientos en medicina como los corticoides, la clorpromazina, los primeros antibióticos o el lavado de manos (recordemos las evidencias sin teoría de Semmelweis)
Hufford lo expresa perfectamente:
«Cuando la ciencia se imagina a si misma como parte de una teoría unificada capaz de juzgar la veracidad de otras creencias o prácticas simplemente por su adecuación a las teorías aceptadas por ella misma, algo se está hipertrofiando»
De hecho existe cierta comunicación entre las terapias alternativas y la medicina convencional. En el texto de Hufford se pone el ejemplo de la dieta rica en fibra, una recomendación realizada por Sylvester Graham a principios del siglo XIX que ha sido motivo de risas entre los científicos convencionales durante más de un siglo cuando ridiculizaban la preocupación de las terapias alternativas por el ritmo intestinal. Cuando en los años 70 del siglo XX el cirujano Dennis Burkitt gracias a sus observaciones en Africa relacionó dietas ricas en fibra con una menor incidencia de cáncer de colon nadie se acordó de los terapeutas alternativos que llevaban más de un siglo advirtiendo de su importancia. La propia lactancia materna ha sido considerada una especie de práctica alternativa hasta finales del siglo XX. O el mismísimo Alexander Louis de la escuela de París, padre de la MBE, fue considerado un clínico alternativo en el siglo XIX cuando la escuela tradicionalista de Montpellier, que negaba la posibilidad de extraer conclusiones individuales de las estadísticas del estudio de grupos de pacientes, o la escuela experimental de Bernard, cortaban la pana en medicina.
Si aceptamos algo sin plausibilidad teórica, entonces vamos contra la ciencia
Este es otro argumento. No podemos aceptar la efectividad de la homeopatía porque entonces estaríamos rechazando la efectividad de medicamentos que si tienen plausibilidad. Ya hemos visto con el ejemplo de los condroprotectores como el concepto de plausibilidad se utiliza con más o menor rigor dependiendo del estatus de la sustancia analizada. Pero este argumento lo que viene a decir es que aceptar la efectividad de un medicamento homeopático sería como rechazar los avances científicos que han permitido desarrollar medicamentos convencionales.
La pregunta sería: que una intervención no convencional demuestre efectividad ¿va contra el conocimiento científico establecido? Baos utiliza este argumento cuando señala que «todo el conocimiento desarrollado en los dos últimos siglos sobre el origen de las enfermedades desmonta las afirmaciones previas » (“lo similar cura lo similar”, “la memoria del agua” o “la dilución infinitesimal”). Pero,¿Contradicen los estudios que demuestran efectividad de la homeopatía la efectividad de la penicilina? Pues no lo parece.
Hoffard utiliza en su reflexión un estudio que demostró que rezar en grupo por una persona mejoraba los resultados de pacientes ingresados en una unidad coronaria. Los investigadores especifican que estos resultados no demuestran que dios responda o que dios exista:
«Todo lo que hemos observado es que cuando personas fuera del hospital se acuerdan personalmente de otras que están ingresadas en una unidad coronaria en una actitud de oración o imploración, los resultados mejoran»
Desde luego hay toda una tradición cultural que cree en dios y en que la oración es eficaz. Muchos tienen experiencias personales de su efectividad. Observar que la oración parece eficaz ni demuestra que dios exista ni que no eran necesarias todas las intervenciones basadas en la mejor ciencia realizadas durante el ingreso en la unidad coronaria. Este ejemplo extremo pone a prueba nuestras convicciones como buenos materialistas pero no debería invalidar ni al investigador ni directamente impugnar como falsos los resultados simplemente por la falta de plausibilidad física de la oración.
La medicina está llena de experiencias de mejoría de pacientes difícilmente explicables bajo cualquier teoría biológica de las que consideramos convencionales ¿Cuál es la plausibilidad biológica de que los pacientes mejoren más si la relación clínica es de mejor calidad?
La restrictiva visión con las terapias alternativas tiene importancia porque limita la comprensión cabal de la riqueza de la medicina donde hay numerosos aspectos con capacidad terapéutica desde algún punto de vista que no pueden ni ser adecuadamente evaluados mediante las técnicas experimentales convencionales como el ensayo clínico ni tienen ninguna teoría explicativa que las sostenga.
¿Hay más de una medicina?
La afirmación 5 que se sigue lógicamente del criterio de plausibilidad teórica «No existe eso llamado medicina alternativa: solo hay una medicina que es aquella sustentada en conocimiento científico sólido» también es refutable como vemos. Quizás tengamos que definir la medicina de una manera menos restrictiva que la que ofrece el criterio de demarcación del método experimental. Hay muchas intervenciones médicas sin evidencias empíricas robustas y sin plausibilidad que son realizadas todos los días en la práctica médica sin que ello suponga relativizar el conocimiento médico.
La medicina es aquello que hacen los médicos. Y lo que hacen los médicos depende de buenas evidencias científicas pero también de otras intervenciones -más complejas o más sencillas- difíciles de objetivizar pero aceptadas culturalmente por la disciplina, integradas en las prácticas cotidianas.
Por eso las críticas de mis admirados por tantas cosas Vicente Baos, Marcia Angell o Jeromme Kassirer a las terapias alternativas no solo no son coherentes con una idea de ciencia abierta y atrevida sino que van contra el pasado (la historia) y el futuro de la medicina, que acabará convertida en un conjunto de protocolos basados en la evidencia, una práctica estandarizada, atrapada en su propia autoexigencia de una imposible coherencia científica.
En la entrada que escribimos hace unos meses «Por qué la ciencia no es objetiva y por qué, para defenderla, es tan importante aceptar que no lo es. Redefiniendo “lo anticientífico” y que ya he citado acababa con unos principios para entender mejor en qué consiste eso que llamamos ciencia. Podría parafrasearlos para entender qué es eso que llamamos conocimiento en medicina
(1) No hay una lógica en el conocimiento utilizado en medicina. O, más bien, si la hay, no es sino el de la vida cotidiana. No es posible separar la medicina de la sociedad
(2) Las desmedidas pretensiones de autoridad de la medicina son injustificables desde el punto de vista histórico, metodológico o epistémico
(3) Intentar la perfección científica en medicina y rechazar todo aquello que no lo sea va contra la medicina: destruiríamos la medicina porque sería incapaz de estar a la altura de un ideal.
(4) Dudar de la medicina porque la medicina no es perfecta va también contra la medicina. Es obvio que la medicina no es capaz de zanjar sus controversias y desacuerdos solo mediante mejores experimentos, más conocimientos, teorías más avanzadas o un pensamiento más claro. Es decir, los procesos del avance médico están lejos de ser una cuestión meramente de hechos experimentales. Pero estos argumentos no pueden servir para alimentar un movimiento antimédico. Sí deben servir para que seamos conscientes de las muchas limitaciones que tiene el conocimiento en medicina (humildad epistémica) y podamos avanzar en desentrañar y modular las múltiples fuentes de influencia contrarias a sus fines (compromiso ético con el mejor conocimiento)
(5) Defender la pureza de la medicina para atacar a los que critican algunos de sus excesos es ir contra la medicina. Atacar terapias alternativas legales en nombre de la pureza de la medicina es ir contra la medicina
¿Estoy defendiendo la homeopatía?
Pues la defiendo desde el punto de vista de la libertad de un facultativo para utilizarla dentro de una atención clínica contextualizada en una tradición compartida por el profesional y su paciente.
La defiendo como un ejercicio de libertad clínica y elección ciudadana siempre que su utilización esté regulada y, por lo menos, sea segura y no utilice publicidad engañosa.
También defiendo la necesidad de seguir investigando en la homeopatía y otras terapias con tradición cultural y práctica empírica positiva aunque carezcan de plausibilidad biológica. Nunca se sabe.
Ahora bien.
También defiendo que la homeopatía no sea utilizada en la medicina pública o enseñada en la universidad pública como si fuera una disciplina científica convencional (quizás sí en la parte de antropología y sociología de la medicina).
Creo que la práctica médica dentro de un sistema sanitario público o la enseñanza universitaria pública debe elegir su marco teórico y ese debe ser, hoy por hoy, el que establece la medicina científica alopática.
Otros marcos teóricos como los que representan la homeopatía, el psicoanálisis o la medicina tradicional china no deben ser introducidos en una sanidad o universidad públicas sencillamente porque ni la medicina ni la universidad públicas, por decirlo de algún modo poco riguroso epistemológicamente pero espero que comprensible, son confesionales. En la actualidad una sociedad laica democrática se identifica con los valores científicos, como intenté expresar en esta entrada.
También defiendo las terapias alternativas porque entender el pluralismo metodológico y teórico existente en la medicina ayuda a valorizar prácticas como la medicina de familia o los cuidados que nunca contarán con la solidez experimental de otras intervenciones más reduccionistas.
Hay una inequidad epistémica con las prácticas terapéuticas y asistenciales más complejas de la que debemos ser conscientes a la hora de comprender la infravaloración actual, en una medicina y una sociedad que sobrevalora lo tecnocientífico, de especialidades como la medicina de familia o prácticas como las relacionadas con los cuidados
CONCLUSIONES
(1) No es posible separar medicina y sociedad. La medicina es una actividad humana que funciona según un ideal metodológico y procedimental que es imprescindible para acercarse a la verdad pero nunca suficiente ya que esa verdad tentativa finalmente es aceptada gracias a aspectos no científicos, es decir, políticos, culturales, económicos.. sociales.
(2) Las médicas no son ni diosas ni charlatanas; solo expertas. Las médicas tienen, por supuesto, un área de experiencia personal pero sus conocimientos no son más inmaculados que el de los fontaneros.. Los fontaneros no son perfectos, ni mucho menos, pero a la sociedad no la asedian los anti-fontaneros porque no tenemos la opción de la anti-fontanería
(3) La medicina funciona, en realidad, produciendo acuerdos entre los expertos, socialmente validados y determinados. Dar legitimidad a cualquier práctica en medicina independientemente de los sistemas de validación social (profesional, científica, práctica,,,) aceptados por la institución es tan malo como permitir que ciertas opiniones de un grupo de profesionales de la medicina se conviertan en hegemónicas y, a través de procedimientos políticos o económicos, es decir, de poder, impidan que se puedan oír voces discrepantes.
Abel Novoa es médico de familia y presidente de NoGracias
Simplemente excelente.
Y es que el negacionismo («no puede ser porque no puede ser») «suena» poco científico.
Me pregunto si el ensayo clínico es la mejor manera para estudiar la complejidad, el holismo.
Me pregunto si los «cientifistas» se han leído a Lakatos o Feyerabend.
Me pregunto si a la ciencia, una determinada ciencia, la quieren convertir en una nueva religión.
Me pregunto si tal como estamos ahora mismo en España, por dar una nota «práctica», con compañeros denunciados y acosados simplemente por prescribir, a veces, medicamentos legales ya no se trata de tolerancia o respeto sino de simple y llanamente una cuestión de libertad (médica y de los pacientes).
Gracias por el post.
Ah, el informe australiano, como sabéis, está en entredicho. Al tiempo…
Son de agradecer tus conclusiones señalando la libertad de elección de las personas, por encima de paternalismos mal entendidos.
pero donde dices
«También defiendo que la homeopatía no sea utilizada en la medicina pública o enseñada en la universidad pública como si fuera una disciplina científica convencional (quizás sí en la parte de antropología y sociología de la medicina)».
Te diré que
He sido profesora de alumnos de medicina del ultimo ciclo de la carrera, en una universidad publica, en la asignatura de libre configuración sobre terapias medicas no convencionales. Se impartieron en varias universidades españolas, de acuerdo a las directrices del plan Bolonia. Los alumnos eran informados en que consistía la homeopatía, la Medicina tradicional china etc.. de estas clases nos encargábamos personas con experiencia en esas materias. No veo problema que en una universidad publica ofrezca conocimientos ..aunque no sigan las ideas imperantes. Ofrecer conocimiento va a permitir que esos alumnos que serán médicos un día, puedan tener criterio propio, sino poco habremos avanzado y la ciencia no será ciencia, si no se permite abrirse al conocimiento.
Yo añadiría que ha de estudiarse también en la historia de la medicina, la figura de Hahnemann esta obviada. El primer medico que se dedico a experimentar antes de Claude Bernard, coetáneo de Lavoisier con quien tuvo relación. Se desconoce la gran obra publicada respecto a temas químicos, de higiene, etc, su obra mas numerosa, por encima de la homeopática, . Tuvo relación epistolar con Kant, con personas reconocidas de su época. Gran estudioso e investigador. Recomiendo la lectura de Vida y obra de Hahnemann.
«Creo que la práctica médica dentro de un sistema sanitario público o la enseñanza universitaria pública debe elegir su marco teórico y ese debe ser, hoy por hoy, el que establece la medicina científica alopática».
Me gustaría entender porque?? . La homeopatía tiene un marco teórico perfectamente definido y eso lo sabemos los que llevamos mas de 30 años trabajando en esta practica.
El marco de la medicina científica alopática no creo que este completo, seguro que plantea carencias a día de hoy. No creo que haya razones tan poderosas para pontificar la medicina científica alopática.
De nuevo agradezco esta postura abierta, en este momento tan brutal contra médicos que trabajamos utilizando recursos terapéuticos en el siglo XXI y que pereciera que trabajamos en tiempos de represión inquisitorial.
Su comentario me parece interesante, sucede que cuando revisé parte de la literatura histórica escrita desde el punto de vista de los detractores, he sido capaz de localizar errores elementales a la hora de exponer la homeopatía como una «charlatanería». En particular, la mayoría de la PSEUDOhistoria deviene de las calumnias escritas por enemigos de Hahnemann, en especial de Oliver W. Holmes, quien atentando contra la ética se inventaba resultados negativos que ni él mismo fue capaz de citar.
En la actualidad, puedo decir con bastante certeza que la mayoría de las críticas por parte de los detractores son un ejemplo gravísimo de distorsión histórica, o de plano fraude. Esto requiere una revisión urgente de la figura de Hahnemann, a quien tacharon injustamente de mero dogmático. Lo mismo sucede con la figura de Jacques Benveniste y de otros tantos intelectuales y científicos que la historia dominante olvidó o ya de plano los detractores les bastó descalificarlos.
Para mala fortuna de los lobbies de «escépticos», hay un creciente interés en la historia de la medicina homeopática con la cual es posible destruir los mitos que los pseudoescépticos difundieron durante los años 50 hasta la actualidad.
La ciencia como creencia
La ciencia como medida de la realidad.
La ciencia como baremo de «falsedad o certeza» de «hechos reales»
La teoría científica como sumun de la verdad.
La necesidad dexaducusr la realidad a la teoría científica.
El poder de los agentes sociales que tienen la capacidad de juzgar los «hechos» y darlos por verdaderos o falsos según sus creencias y, sobre todo, sus intereses.
La negación de lo mas básico del espíritu cientifico, la investigación de la realidad guiada por los nuevos paradigmas que los hechos van presentando.
La pretensión de ostentar el cargo de grandes científicos y mantenerse en la zona comoda, la zona conservadora, cuando la msyoria, sino todos, los grandes descubrimientos se deben a personas que prefieren arriesgar en lo desconocido, caminar por el borde del abismo antes que quedar cómodamente en la poltrona de lo ya conocido.
La plausibilidad teórica como mordaza de la verdadera ciencia.
Hay según mi opinión mucho mas de interés económico, de poder, de concepto sobre salud y enfermedad que confusión dentro de la ciencia.
Galileo dijo «Si pero se mueve»
Se repite mucho eso de que la homeopatía “no tiene plausibilidad” y “es científicamente imposible”.
Quizás habría que revisar también esas afirmaciones, dado que ya se ha demostrado que sí queda sustancia de partida en cualquier nivel de dilución (y tiene explicación) y se han descrito diversos mecanismos de acción en laboratorio.
Al mismo tiempo, la mayoría de las revisiones que no encuentran suficientes evidencias de eficacia provienen de analizar ensayos clínicos (por cierto, algunas revisiones sí que las encuentran pero nadie habla de ello). Si estamos dispuestos a aceptar resultados de estudios de cohortes y epidemiológicos bien hechos, hay más datos a favor aunque no puedan demostrar causalidad de manera definitiva.
En la India todo un ministerio con una estructura asistencial, de formación e investigación cuenta con recursos para seguir avanzando en el conocimiento de esta práctica, dado que tienen la obligación de rendir cuentas (https://www.ccrhindia.nic.in/index.aspx?langid=1).
Igualmente lo hacen en La Toscana en Italia (https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/?term=rossi%20tuscany%20homeopathy).
Por supuesto, hay mucho que corregir también en el discurso de numerosos homeopatas y poner límite a las promesas infundadas garantizando que se actúa dentro de lo etica y deontologicamente correcto. Porque pueden caber muchas prácticas en Medicina pero todas deben ir encaminadas a ayudar al paciente con la debida honestidad y profesionalidad.
Si la realidad sanitaria, en cualquiera de sus múltiples ámbitos, no es plausible, si no se alinea con el dogma científico prevalente, peor para ella. Para eso están los anti-fontaneros pseudo-escépticos, para desenmascarar el fraude de todos los cisnes negros.
Signo tenebroso de los tiempos que, una vez más, para debatir sobre ejercicio médico complementario se excluya a sus profesionales, como en esa mesa de ese MUAS. En ella, la presencia del siempre lúcido Novoa permite augurar algo más de contenido que el enésimo, simplón, binario, ofensivo para la epistemología más básica «ciencia o pseudoterapia». Su luminosa, amplia perspectiva le permite atisbar que, efectivamente, en el medio plazo lo que están amenazados son nuestra libertad de conciencia, de prescripción y de actuación, la autonomía del paciente y la libertad de expresión de ambos en asuntos de salud. La homeopatía es solo la punta de lanza, el chocolate de un loro. La robotización del médico al servicio del Negocio, el objetivo.
Coherente la mesa, eso sí, con la campaña de exterminio indiscriminado en curso contra todo ejercicio médico «sin evidencia»: primero se les da, a los referidos profesionales, con la puerta universitaria en las narices, suspendiendo formación de post-grado. Y después se les atiza con las «mesas», censurándoles. Con esa mesa y con tantas otras. Con tantos debates pletóricos de «expertos»… en el palique.
Coherencia obliga: en el próximo debate sobre los agujeros negros esperamos ver otro filósofo de la ciencia, quizás otro cardiólogo (en su defecto, el «interpelado» médico de familia que tan «bien» escribe sobre lo que absolutamente ignora en la práctica) y, por qué no, un experto en organizaciones de investigación. Ni se les ocurra llevar a un astrónomo. Y, si queda hueco en la mesa, no lo duden, un par de anti-fontaneros polemistas se la apañan. De los que no saben pero contestan.
A tal punto han infiltrado el cientifismo supremacista y su brazo ejecutor, el autodenominado movimiento «escéptico», todo ámbito profesional y colegial, todo espacio de comunicación, social, académico y político.
En esta misma línea de apertura y de desvincular a la Medicina del supremacismo cientifista, que caracteriza a NoGracias, puede ser de algún interés para algún/a lector/a de este gran blog el siguiente enlace, con las debidas disculpas por la autocitación.
No hay nada en la tiniebla, solo la ausencia de luz.
https://femh.org/organizacion-medica-contra-organizacion-mundial-de-la-salud/
Una visión bastante simplista de lo que es la ciencia. La ciencia trabaja en el terreno de lo desconocido, como un minero excavando en la veta de lo que no sabemos. Cada vez que encuentra algo que le parece oro, no solo tiene que comprobar si no es acaso otro mineral que se le asemeje, sino que sus compañeros tienen el deber de comprobar que no esté afectado por la fiebre del oro y allí no haya lo que ha creído encontrar.
En ese sentido, no pasa nada si lo que se encuentra desafía lo preestablecido (pongamos, un trozo de kriptonita) mientras que ese desafío sea robusto y corroborable por sus pares (incluso, o sobre todo, por sus críticos). De hecho, es lo que más les gusta a los investigadores: derrumbar viejas concepciones para establecer un conocimiento asintóticamente más cercano a la realidad. Pero esto implica ser capaces de explicar, cuando existen esas disonancias con lo establecido y otras áreas, en qué se equivocaban y por qué, a la luz del nuevo descubrimiento. Y mientras no se ha validado el experimento, no se proclama como válido por ahí (cuando se hacen las cosas bien, claro).
La homeopatía y otras hierbas (literalmente, como la moxibustión) no han pasado ese proceso con éxito. Sus proclamas desaparecen en cuanto se someten a replicaciones metodológicamente rigurosas. (Lo siento por comentarios anteriores, pero historias como las «nanopartículas» se defenestraron por resultar contaminación por tubos de ensayo erosionados; usando otro tipo de tubos, el efecto desaparece). Y sin embargo, y he aquí el problema de base, se ofertan como válidas, sin tener más comprobación que el tarot o la videncia (que también muchos creen que funciona y también están reguladas). Pero no parece buena idea, en base a eso, usar el tarot o la videncia con un paciente «dentro de una atención clínica contextualizada en una tradición compartida por el profesional y su paciente».
No se trata de no investigar algo solo porque no parezca tener fundamento. Se trata de ser honestos con lo que se investiga. Si todos los resultados positivos se diluyen (je, je) en cuanto alguien aplica una metodología más robusta, la flecha de la evidencia está clara (y hablamos de una decena de metaanálisis ya). Si alguien quiere seguir buscando el éter, allá él, pero estará desperdiciando recursos valiosos. De hacerlo, mientras no lo valide, al menos que lo mantenga apartado de la formación, y mucho más del paciente. La deontología está para algo.
Gracias Emilio por el comentario: que ni escépticos ni homeópatas estén contentos con la entrada puede que sea porque hemos retado a unas y otras visiones en algún aspecto. La reflexión de fondo no es sobre la eficacia de la homeopatía (que cuenta con evidencias basadas en ensayos clínicos muy débiles) sino sobre el estatuto del conocimiento médico, sus características epistémicas y los factores sociales que lo determinan. La reflexión sobre la homeopatía nos brinda un buen hilo pero nada tiene que ver esta entrada con su defensa como terapia validada experimentalmente (no pretende ser una análisis crítico de las evidencias existentes sobre los productos homeopáticos). Lo cierto es que ni todas las terapias consideradas convencionales tienen plausibilidad biológica conocida ni todas las intervenciones aceptadas por la medicina han sido validadas empíricamente mediante experimentos sólidos. Es decir, la separación entre terapias convencionales y alternativas es más difusa de lo que pensamos habitualmente y los procesos que determinan si se incluyen unas u otras en eso que llamamos medicina convencional tienen más que ver con factores sociales, económicos o políticos que con la fuerza de la evidencia o la capacidad de demarcación del método. También pretendíamos impugnar la idea establecida de que no hay que investigar lo que no tenga plausibilidad biológica, un principio que va contra el espíritu abierto e indagador de la ciencia; o esa otra idea de que quien investiga hipótesis esgrimidas por terapias alternativas pierde su credibilidad (el investigador pierde credibilidad por la calidad de su investigación no por lo que investiga). Por último, dado que no todas las prácticas médicas que denominamos convencionales cuentan con validación experimental sólida (desde los condroprotectores a los aspectos éticos o comunicacionales de la relación clínica que se enseña en la universidad) y su inclusión como tales obedece a otras razones más bien sociales (valores) que experimentales (hechos), parece un exceso autoritario prohibir que profesionales o pacientes que no compartan completamente los valores que han determinado la exclusión de una intervención del catálogo de la medicina convencional como es la homeopatía, puedan utilizarla (siempre que se haga en un contexto de seguridad y no engaño). Casi todos los problemas sobre el conocimiento se reducen a desvelar que «lo que es» (los hechos; lo que se ha demostrado experimentalmente) no puede determinar «lo que debe ser» (los valores; cómo es la relación clínica, qué es o no considerado terapéutico por las personas, cuál es el concepto de salud-enfermedad que uno encarna en su vida). Es interesante como los argumentos de algunos de los llamados escépticos caen en este sesgo cognitivo que Edward Moore llamó falacia naturalista y que precisamente utilizó para desvelar como una creencia religiosa suele volverse dogma autoritario cuando da este salto lógico. Abel Novoa
Si los médicos homeópatas, pero también naturistas y acupuntores, entre otros, no están contentos, no será ,ciertamente, ni por esta entrada del colega Novoa ni por cualquier otra que suponga un reto a cualquier aspecto de sus “visiones”, siempre que se lleven a cabo con la honestidad intelectual, el rigor analítico, la fundamentación epistémica y la contextualización en valores que caracterizan sus aportaciones. Es más, cualquiera de ellos debería dar la bienvenida a todo reto semejante, pues todas tales técnicas necesitan de la ayuda de la Ciencia (no del cientifismo) tanto como la medicina convencional en muchos aspectos, así como les sobra tanto como a ésta toda la baratija supuestamente “científica”, todo el pretendido supremacismo “cientúfico”, todo ese tumulto y pendencia pseudo-escépticos.
Lo que sí es causa comprensible de su descontento es que, entre tanto se avanza en la deseable cientificación de métodos y actuaciones al ritmo que marcan los escasos recursos disponibles destinados a las medicinas tradicionales y complementarias, estén, nuestros colegas, en la triste tesitura de “pagar (cuota colegial) para que te eliminen” los mismos dirigentes de una OMC que a tal punto ha metido al MEADO (movimiento escéptico autodenominado y organizado) en la cocina de la profesión que ya no sabemos si solamente se dejan influir indebidamente por tal movimiento o son miembros de pleno derecho. El mismo Nini (ni médico ni sanitario) que pusieron a vigilar praxis médica desde su “observatorio” sigue 2 años después ofendiendo públicamente a colegiados que ejercen honestamente la profesión en ámbitos no convencionales e integrativos. Y, ya metidos en harina, al amparo de tan alta y prestigiosa institución, y mientras dure su privilegiada, ilegítima posición permitiéndose, el Nini, (y permitiéndole quienes le alojan) pedirnos cuentas “deontológicas” nada menos que a toda la profesión, cada vez que se le antoja. Hemos pedido a dirigentes de nuestra OMC que desalojen estos elementos, jerga y conductas extraños a la convivencia colegial, y ya vamos tarde.
No sé si es para estar descontentos los homeópatas o muy enfadados, seguir pagando cada trimestre para que te eliminen (profesionalmente), mientras eres vapuleado por todo lados.
Una cosa termina llevándonos a la otra, pero no perdemos el hilo: la Ciencia al servicio de la medicina, ésta algo mucho más complejo que solo aplicar “la evidencia”. Y, en consecuencia, al servicio de las personas. Y no personas, medicina y lo que se ponga por delante bajo el imperio de la “ciencia” y sus MEADOs.
Ya se le echaba en falta a usted Molina Cazorla… Quisiera verlo con un turbante, un día de estos, así como los talibanes en territorios mesoasiáticos…
Truth bombs. Buckle up, mofos: https://www.youtube.com/watch?v=NPNHYAevTwg
«Una visión bastante simplista de lo que es la ciencia»
Dice el señor Molina, seguidor acrítico de autoridades, lleno de confianza ciega en la objetividad casi robótica de los expertos y de la ciencia misma. Pero eso no es simplismo infantiloide, no.
(Bueno, también es conferenciante para GEPAC, súbdita de Roche o Jenssen, eso sí)
Es como un párvulo que se pone condescendiente y engola la voz para intentar explicarle a un Universitario cómo se suman dos números.
No dan tanto miedito la ignorancia y necedad supinas, sino la capacidad de que estos señores accedan a ministerios y sean escuchados.
Nada mejor que una comparación con un minero para subsanar el error de una visión simplista de la ciencia.
La visión de los científicos como personas totalmente abiertas a cambiar de ideas o a criticar los paradigmas establecidos siempre y cuando sea bajo las condiciones que comentas no es simplista, es inocencia pura.
Amén.
Interesante controversia… y perdón por la simplificación terminológica que sigue:
1) La Ciencia tiene detrás razonamiento, que es inductivo o deductivo.
2) Si uno observa que determinada sustancia utilizada desde tiempos remotos produce determinado resultado y es capaz de determinar los mecanismos -y condiciones- por los que se llega a producir esa relación causa-efecto, mejora la ciencia; pero incluso si no se llegaran a descubrir nunca los mecanismos por los que se produce esta relación causa-efecto, ello no impide que dicha pueda ser comprobada y certificada utilizando métodos de evaluación rigurosos.
3) Si uno parte de determinados principios generales puede llegar a deducir que siendo aplicados a determinado problema o condición ‘deberían’ producirse determinados resultados; pero, al contrario que en el caso anterior, si no se comprueba que existen dichos resultados, eso no refuta per se el principio general.
4) Ahora bien, si uno se inventa un tratamiento sin utilizar ni el razonamiento inductivo ni el deductivo, ni la observación ni la aplicación de principios generales solventes, como creo yo que es el caso de la invención de la homeopatía, entonces eso se llama pensamiento mágico o, más llanamente, ocurrencia.
5) Si cada vez se advierte más contra los peligros de la deificación del p<0,001, del p<0,02 en la influencia entre relación médico-paciente y resultados de salud, ya ni te cuento…
Un cordial saludo y enhorabuena por animar el debate
«4) Ahora bien, si uno se inventa un tratamiento sin utilizar ni el razonamiento inductivo ni el deductivo, ni la observación ni la aplicación de principios generales solventes, como creo yo que es el caso de la invención de la homeopatía, entonces eso se llama pensamiento mágico o, más llanamente, ocurrencia.»
Con todo respeto, yerra Ud, Sr. Hernández, en este punto. Contrariamente a lo que manifiesta «creer», permítame decirle que la Hp no procede de una «ocurrencia» ni pertenece al «pensamiento mágico», salvo que, a la manera (pseudo)»escéptica», queramos torturar al lenguaje hasta que confiese lo que uno quiera.
Expurgada tanto de la copiosa hojarasca, maleza foránea (estas sí, ocurrencias de todo tipo imaginable) que se ha ido depositando alrededor en dos siglos y cuarto de existencia, como del negocio pseudohomeopático que se ha montado en torno, la Hp auténtica está suficientemente (siquiera sea a título provisional) asentada en los referidos razonamiento, observación y aplicación de principios generales. Ni «invención» ni descubrimiento.
Para esto, para una aproximación a la parte llamémosla teórica de la desafiante hipótesis que la Hp sigue siendo en el ámbito de la práctica médica empírica, no es necesario «creer». Basta con documentarse en la obra del propio Hahnemann. Eso lleva un tiempo y un esfuerzo personal que a muchos no les compensa: prefieren creencias y prejuicios, que son como el no-café soluble: de efecto instantáneo.
Salud.
hay que leerlo
https://www.hablandodehomeopatia.com/stop-acoso-homeopatia-nombre-la-ciencia-la-salud-la-informacion-la-libertad-del-pasmo-la-indignacion-la-accion/comment-page-1/#comment-49748
En respuesta a Juan F. Hernández
La Ciencia tiene detrás razonamiento, que es inductivo o deductivo.
4) Ahora bien, si uno se inventa un tratamiento sin utilizar ni el razonamiento inductivo ni el deductivo, ni la observación ni la aplicación de principios generales solventes, como creo yo que es el caso de la invención de la homeopatía, entonces eso se llama pensamiento mágico o, más llanamente, ocurrencia.
Esta afirmación indica que no ha revisado los fundamentos teóricos de la homeopatía, por lo que puedo decirle que esta hablando por hablar. Esta forma de hacer afirmaciones sin el rigor de un solido estudio dejan en mal lugar y con poca credibilidad a quien hace tales afirmaciones. Recomiendo la lectura de cualquier libro de bases teóricas acerca del método de investigación en homeopatía.
Hahnemann para llegar a su descubrimiento se valió del método inductivo… La observación atenta y sagaz lo indujo a suponer (hipótesis) que los medicamentos habrían de obrar de algún modo en el organismo y, para conocer su acción, los experimentó en el hombre sano, y dedujo de la analogía de todos los casos observados la relación constante que existe entre la causa medicamento (puesta en contacto con el organismo sano) y el efecto que aquel produce en el mismo. El método empleado por Hahnemann no podía ser más preciso, seguro y eficaz: era enteramente lógico. Este mismo camino siguió en todas sus investigaciones y en sus aplicaciones que acabaron de comprobar la verdad que al principio fundó en una simple hipótesis” (Pérez, 1981, págs. 427-428).
A reserva de algunos de los interesantes comentarios expuestos, quisiera comentar un par de asuntos.
-E. Molina habla de que la homeopatía «no ha pasado con éxito» el proceso de verificación científica, y que las proclamas de los homeópatas «desaparecen en cuanto se someten a replicaciones metodológicamente rigurosas». Es fascinante que Molina ha sido incapaz de poder definir «rigurosas», cuando le pregunté por esto me insultó y bloqueó del twitter. En segundo punto, E. Molina no discute los resultados experimentales, en su lugar descalifica los resultados acerca de las nanopartículas -y los pone entrecomillado- fueron resultado de contaminación «por tubos de ensayo erosionados», a lo cual NO aporta ninguna evidencia experimental.
-En mí percepción, el comentario del Dr. Gualberto es el más acertado, y como él dijo, se habla mucho de la falta de plausibilidad de la homeopatía, pero los detractores descalifican o simplemente evaden las revisiones positivas. Y esto atañe a otro problema, el llamar «pseudociencia» a la homeopatía carece del menor atisbo. Por años he revisado los llamados criterios de demarcación y NINGUNO es capaz de demostrar que la homeopatía se ajuste a la «pseudociencia». El más completo es el de Mario Bunge, el cual campa a sus anchas hablando de temas que distorsiona. En un artículo demostré -a manera de resumen- que el infausto criterio NO tiene soporte, ni actual ni hace más de cuatro décadas. El documento completo puede consultarse en,
https://www.academia.edu/37201159/Pros_y_Contras_en_el_Debate_Acerca_de_la_Homeopatía
Sólo para aclarar que la foto que aparece a la izquierda no es mía, no tengo ni idea por qué aparece, la foto es la de un pseudoescéptico que se llama Jaime Ernesto Sánchez Castillo, ex- estudiante de Química en Alimentos y eterno estudiante de Químico Farmacéutico.