A Peter Wilmshurst se le define en la wikipedia como médico (cardiólogo) británico y «filtrador [whistleblower] exitoso”. De los cuatro enlaces iniciales que aparecen en wikipedia, el primero es de un blog, el segundo ya no está activo y ha sido rescatado gracias a la página web archive.org (el más interesante), el tercero es una entrada de Richard Smith -que es quien ha acuñado el término que usa el texto para describir a Peter Wilmshurst (“successful and cheerful whistleblower”)- y el cuarto, de SenseAboutScience, no funciona.
Si buscamos en la web “Peter Wilmshurst” sale un único enlace citándolo junto a Dara O’Briain, Tim Minchin, Marcus Brigstocke, Robin Ince, Ed Byrne, Shappi Khorsandi, Professor Brian Cox, Simon Singh, Professor Richard Wiseman y el doctor Ben Goldacre, demandando la reforma de la Ley de Calumnias británica (Libel Reform) que en su actual formato impide la crítica científica.
Sobre esta campaña se hablará más adelante ya que se activó tras el caso que afectó a Peter Wilmshurst (en adelante PW) que, aún ganando judicialmente, tuvo que adelantar de su bolsillo 300.000£ de las que solo le retornaron 200.000 porque las acciones de la compañía NMT que lo demandó pasaron (después de casi 4 años de litigios) de 20 dólares a 20 céntimos de dólar. No podían pagar, dijeron en la compañía, los gastos que había generado el juicio que habían perdido debido a que bajaron las acciones precisamente por haberlo perdido. PW, que fue el demandado, adelantó el dinero y ganó el juicio al final, pagó finalmente de su bolsillo 100.000 libras
En la conversación que tuve con el Dr. Wilmshurst me explicó como el juicio le quitó todo su tiempo libre, su sueldo mensual -que fue casi íntegro a pagar la minuta de las personas abogadas que lo defendían- y le supuso un cada vez mayor aislamiento profesional al ser vilipendiado por todas las personas médicas de su campo profesional cardiológico.
Coincidí con el Dr. Peter Wilmshurst en el “Symposium about Scientific Freedom And the Inauguration of the Institute for Scientific Freedom” que organizó Peter Gøtzsche en Copenhague tras su expulsión de la Cochrane. Su charla se llamó «Litigation as an instrument for silencing whistlblowers». Le pedí su email para tener un contacto suyo. Quise intentar recopilar sus acciones, artículos y experiencias que están en internet de forma fragmentada para que su caso no se pierda por falta de cohesión narrativa.
Como relata en esta entrevista del 2003 (tras su HealthWatch Award), ya en sus estudios universitarios era para los demás una “persona controvertida”. Su decano de post-graduado ya le alertó que dejara de ser impertinente con la gente influyente. Durante sus estudios obtuvo distinciones de honor en 10 de 11 materias pero esas notas no le sirvieron para encontrar trabajo después de que consiguiera la retracción de un artículo en el caso Sterling-Winthrop (ver más adelante). PW dejó de contar los rechazos laborales en número 42; siempre acababan contratando a gente con menos experiencia laboral y académica para el puesto):
“[…] Estuvo claro para mí que la lealtad, sin importar cuán extraviada estuviera, estaba mucho mejor valorada en medicina que la honestidad”.
Vayamos al primer caso que menciona en su presentación (ver abajo)
La presentación de datos falseados por Sterling-Winthrop (caso Amrinone)
A PW le empezó a atraer la atención el fármaco a partir de una publicación en el New England Journal of medicine datada del 1978: «Benotti JR, Grossman W, Braunwald E, Davolos DD, Alousi AA. Hemodynamic assessment of amrinone. N Engl J Med 1978; 299: 1373-7«. Una de las cinco personas autoras era el mítico Eugene Braunwald (profesor de medicina en Harvard en ese momento).
El equipo de Wilmshurst revisó los datos y comprobaron que este fármaco no mejoraba la contractilidad en pacientes con fallo cardíaco y tenía efectos adversos que afectaban la supervivencia de las personas pacientes. El texto del NEJM no incluía los conflictos de interés cuando entre los autores había empleados a tiempo completo en la compañía. Publicó sus preocupaciones en el Lancet con una dura respuesta del editor, en ese momento, del NEJM, Arnold Relman.
La compañía Sterling-Winthrop intentó por todos los medios que los datos del grupo de Wilmshurst y otros investigadores no fueran conocidos mediante amenazas, coacción a organizadores de congresos y «persecución académica» de líderes de opinión comprados de la empresa.
Tampoco consiguió ser escuchado en las instituciones. En U.K., el Committe of Safety on Medicines les dijo que su estudio sobre los efectos secundarios de la amrinona era discrepante con el informe que les había entregado la empresa farmacéutica (!) . Wimshurst estaba preparado y demostró que la empresa había eliminado los efectos adversos a mano y cometido irregularidades con los permisos de investigación del fármaco. Sus denuncias no merecieron la atención de ninguna de las instituciones que debían velar por la integridad de la investigación y la seguridad de los pacientes. Todos alagaban miedo a una demanda judicial de una industria farmacéutica con recursos y tiempo ilimitados.
Las revistas además referían miedo a perder los ingresos provenientes de la industria (Peter C. Gøtzsche también ha puesto el dedo en los «reprints»)
Finalmente Annabel Ferriman escribió un editorial (con una versión resumida de todo el periplo de PW) en el British Medical Journal con la pregunta que no necesita respuesta “¿Tienen las personas editoras sus prioridades claras?”
En 2006, Harold C. Sox y Drummond Rennie establecerían algunas directrices sobre qué debíamos esperar de las instituciones científicas en relación con la publicación de resultados de investigación que viene a cuento recordar.
Pero volvamos a PW. Su“batalla” duró más de 5 años y al final la empresa entregó a la FDA más de 1400 efectos adversos en más de 1200 personas pacientes. En el 1986 se prohibió su comercialización aunque la empresa siguió vendiendo el medicamento en forma de compra libre [“over-the-counter”] hasta que la World Health Association forzó a la compañía a retirar el fármaco de cualquier tipo de mercado.
La historia de PW tuvo cierto eco en su momento en la prensa general (foto remitida por PW del texto aparecido en The Guardian).
https://publicationethics.org/files/u7141/1999pdf13.pdfGracias a su lucha PW comenzó a participar el documentos de consenso que buscaban mejorar la integridad de la investigación. Por ejemplo, en el 1999 se re-analizaron las guías para unas buenas prácticas de publicación del Commite on Publication Ethics (COPE) donde participaba PW junto con ilustres conocidos como Richard Smith, Fiona Godlee o Richard Horton.
Peter Wilmshurst comentaba en 2008 como ser miembro de la COPE lo consideraba un deber ético aunque dudaba de su eficacia real para mejorar la calidad de la investigación publicada:
«[…] La propia COPE no tiene poder. Sus miembros pueden informar de los casos sospechosos a las instituciones responsables y a los reguladores nacionales, pero, en particular, en los casos de investigación presentados desde el extranjero, las revistas rara vez escuchan si se ha llevado a cabo una investigación y, por lo general, la sospecha es que se ha silenciado la conducta indebida».
Corrupción Institucional(izada) en Medicina
En 1998 el King’s College London amenazó a PW con tomar acciones jurídicas contra él porque reportó fraudes en investigación al General Medical Council de A.K. Banerjee y Tim Peters del King’s College London. PW publicó un Editorial en 2002 en el BMJ, tras comprobarse que sus denuncias eran ciertas, que fue retirado por «recomendación legal» dos años más tarde.
Afortunadamente el texto es accesible. El título de Doctor que Banerjee obtuvo con una tesis falsificada fue revocado en 2015.
En el 2013 comentaba PW como la medicina se comporta con la conocida estrategia de «cerrar filas» y se necesitaba un cambio cultural profundo para que se dejara de proteger los comportamiento poco íntegros que iban contra la credibilidad de la ciencia, la medicina como institución y la seguridad de los enfermos.
Caso NMT (intervención STARFlex Technology [estudio MIST])
En el 2000 Wilmshurst y su grupo publicaron un estudio que correlacionaba el cierre del foramen ovale cardiaco con la remisión de migrañas o su reducción significativa. El resultado interesó a la compañía NMT que había desarrollado una tecnología para su cierre y patrocinó un estudio para comprobar que la hipótesis se comprobaba utilizando su sistema.
El estudio publicado en el Circulation no demostró significación estadística. Simon Nightingale y Peter Wilmshurst se negaron a aparecer en la autoría por varios motivos:
- Las personas investigadores no tuvieron acceso a los datos duros
- El estudio tenía errores y omisiones importantes
- Había preguntas sin responder sobre la eficacia y seguridad de la tecnología de NMT
- Se declararon algunos conflictos de interés pero no todos: el doctor Dowson, autor principal, tenía participaciones en la empresa y recibió 2000£ a la semana durante 4 años; cerca de 10 personas autoras realizaban consultorías pagadas por NMT
- La vicepresidenta de NMT escribió el abstract, la introducción, la metodología, los resultados y re-escribió la conclusión de Peter y Simon
El estudio era ciertamente controvertido ya que, además de los problemas metodológicos y los conflictos de interés evidentes, participaron muchos enfermos migrañosos con tratamientos farmacológicos subóptimos.
Pero la compañía denunció a Wilmshurst por difamación y calumnia debido a sus declaraciones en diferentes medios de comunicación, foros y revistas científicas El juicio duró casi 4 años (del 2007 al 2011) y todo su dinero y tiempo libre fue directo para las personas abogadas que lo defendían (lo dice literalmente en los videos donde explica su caso: todo fue una gran pérdida personal, de tiempo y de dinero)
Gracias a la English libel law NMT podía decir lo que quisiera sobre Peter Wilmshurst y salir impune pero en su caso se veía acorralado jurídicamente por decir la verdad.
El texto que publicó en 2012 contando su experiencia y criticando la ley británica finaliza con un último párrafo demoledor:
«[…] Como resultado de mis experiencias, me preocupa que las leyes de difamación inglesas puedan ser utilizadas para ayudar a la tergiversación de la investigación científica que resulta de los conflictos de intereses de quienes participan en la investigación».
Ben Goldacre se posicionó claramente en este caso:
«[…] No estoy convencido de que una ley de difamación que permita a una compañía como NMT hacer esto a un hombre, sea lo mejor para la sociedad».
El Lancet se hacía eco de una causa parecida a la de PW en relación con unas críticas públicas a una terapia donde los jueces recomendaban:
«las controversias científicas deben ser resueltas por los métodos de la ciencia y no por los métodos del litigio»
Ben Goldacre sintetiza bien el problema:
«Bajo las leyes actuales de difamación, leyendo sobre casos como el de Wilmshurst, Thomsen, Singh y el mío propio, los científicos y los médicos son cada vez más conscientes de que cada expresión podría tener consecuencias legales extrañas e impredecibles; que incluso si se demuestra que uno tiene razón, un caso puede tomar años de trabajo no remunerado todas las noches y los fines de semana, y cientos de miles de libras que no se pueden ahorrar.
En la ciencia y la medicina, la crítica mutua tiene un beneficio social masivo, porque todos nos beneficiamos de la forma en que hace que la medicina sea más segura, pero la carga de la difamación recae enteramente en personas que no están preparadas y a menudo desprotegidas. No se puede esperar razonablemente que los científicos sean expertos en los detalles de la ley de difamación, así como en su propio campo, y no se puede esperar razonablemente que la gente ponga en juego de manera constante e impredecible sus hogares y familias, sólo por hacer el trabajo que esperamos de ellos.
En mi opinión, como sociedad, tenemos que elegir. Por el momento, esperamos que los científicos y los médicos se pronuncien cuando vean problemas con las ideas y prácticas de otros, sin pensar, ni siquiera en el despectivo calificativo de «soplón»: es simplemente es su trabajo.
Pero con la ley en su estado actual, los médicos y científicos podrían ser más prudentes simplemente dejando de dar su opinión sobre cualquier medicamento o producto relacionado con la salud que se comercialice, en cualquier foro, y dejar claro que a partir de ahora, las decisiones y declaraciones sobre la eficacia deben ser tomadas únicamente por los fabricantes, o sólo en muy raras ocasiones, bajo circunstancias estrictamente controladas y después de una revisión legal exhaustiva.
Si eso es lo que queremos, entonces deberíamos dejar la ley sin cambios y comunicar este hecho claramente a todos los médicos y científicos: porque no podemos esperar que todos ellos sean abogados expertos en difamación y no podemos esperar que carguen con la carga de una ley que es cara, larga, poco clara, impredecible y que podría destruirte en un momento dado
PW ha tenido pequeñas compensaciones a su compromiso. La primera fue de la organización Health Watch, en 2013.
http://www.swjpcc.com/general-medicine/2012/4/27/profiles-in-medical-courage-peter-wilmshurst-the-physician-f.htmlPor ejemplo en este elogioso comentario en 2012 en una revista norteamericana:
«Debemos recordar a Peter Wilmshurst por su valentía al defender la verdad, no una sino dos veces.»
En 2013, el BMJ le entregó el primer Premio del Editor BMJ «por su valentía de enfrentarse al poder y la persistencia en perseguir la verdad»:
«El valor es un bien muy necesario en medicina, y pocos lo han demostrado con tal persistencia como Peter Wilmshurst. Siempre dispuesto a denunciar la falta de integridad cualquiera que sea el costo personal, soportó una larga demanda después de poner de relieve la mala conducta en la investigación de una empresa cuyo dispositivo estaba evaluando»
Su respuesta de agradecimiento fue publicada en forma de Letter recordado a aquellos que le han apoyado y a los que no:
«Me siento muy honrado de recibir el BMJ Editor’s Award, pero sería un error no reconocer el tremendo apoyo que he recibido.»
PW sigue con sus cruzadas. Recientemente se ha posicionado en el caso de Bawa-Garba (pidiendo al GMC que le investiguen a él también). Juan Gérvas contaba bien el caso en este texto.
En España, el Profesor Laporte sufrió un proceso semejante al de PW cuando criticó el Vioxx en un boletín farmacoterapéutico. ¡Cuántos habrán cayado por miedo a las consecuencias!
Aunque las tácticas intimidatorias continuan con otros formatos más académicos y, por ello, más tenebrosos
Gracias a Peter Wilmshurst por su coraje y ejemplo.
Saludos. Y fuerza.
Marc Casañas en nutricionista y pertenece a la Junta Directiva de NoGracias
Es más que la sola censura del debate crítico, referida en el título de esta pertinente entrada, lo que amenaza la seguridad sanitaria de la población y la independencia del ejercicio médico de turbios intereses distintos a nuestra misión. Es la persecución activa y ”preventiva” de la discrepancia médica y de su consiguiente ejercicio profesional cuando ambos amenazan status, creencias o negocios de la ”ciencia”.
Por enésima vez en la historia reciente volvemos a estar “en campaña”. Se pretende arrojar nuestra bimilenaria medicina empírica y racional, que es mucho más que lo que puede aportar la magra y siempre provisional prueba (que no “evidencia”) científica, se pretende arrojar, digo, a los caballos desatados de una ciencia sin conciencia ni ética al servicio del Mercado y de sus agentes de ventas, al grito de ¡Evidencia, solo evidencia y nada más que evidencia!
Como es harto sabido, altos dirigentes de la Organización Médica Colegial y de su Comisión Central de Deontología (¡Oh, Esculapio!) siguen enfrascados en la imposición de este sometimiento de toda la praxis médica, de toda su ética y deontología, de todo disenso, debate y desarrollo natural a lo que Su Deidad Científica dictamine mediante sus “evidencias”, a menudo construidas de aquella manera. Y, con las anunciadas actuaciones del grupo de presión autodenominado “ciencia en el parlamento”(véase en su web el listado de “colaboradores” de este caballo Troya), es perfectamente posible que, a no tardar, tengamos también en nuestro país una suerte de las británicas “Libel Laws”, o algo peor, en términos de tácticas intimidatorias. Course, también (y principalmente) aplicables al ámbito sanitario.
Ciencia al servicio de la Medicina, no al revés.
Parlamento en la “ciencia”, no al revés.
Bien explicado. La industria de la aseguransca see figura . Todos los bases: industria, política, medicina, las empresas q te cobran para ‘auydarte’….bigcrap