Impactante texto de Vinay Prasad en STAT: la declaración de los conflictos de interés no es suficiente para controlar su efecto pernicioso; hay que evitarlos. El caso de los medicamentos antineoplásicos es paradigmático ya que la «personalización» del cáncer (su transformación en múltiples enfermedades raras, molecularmente definidas) procura un enorme poder a los expertos.
La propuesta de Prasad es loable pero, sin embargo, poco realista. El hematólogo propone colaborar con la industria sin recibir su financiación por ningún concepto. Nosotros pensamos que se trata más bien de sofisticar las fórmulas de colaboración mediante su institucionalización, evitando los conflictos de interés directos, organizando instancias de intermediación con sistemas de gobierno que garanticen la transparencia e independencia e instaurando, en las organizaciones sanitarias y de investigación, limitaciones explícitas (exclusividad) e incentivos al desempeño independiente profesional
Traducimos el texto para facilitar su divulgación
Los estadounidenses están furiosos con razón por el alto e insostenible precio de los medicamentos contra el cáncer, que ahora rutinariamente cuestan más de 100.000 dólares por año de terapia.
Esos precios son todavía más desorbitantes si consideramos el hecho de que la mayoría de los medicamentos contra el cáncer sólo ofrecen beneficios modestos (un estudio puso el beneficio medio en 2.1 meses adicionales de vida).
Además, los oncólogos frecuentemente recomiendan estos medicamentos para usos fuera de lo indicado en la ficha técnica, es decir, se utiliza el medicamento con un propósito distinto al que fue aprobado inicialmente.
La Cámara de Representantes, el Senado, los candidatos presidenciales e incluso el presidente han presentado propuestas para abordar los precios de los medicamentos. Aunque todas las iniciativas son positivas ninguna se dirige a abordar uno de los problemas de fondo: los expertos, que son los que les dicen a los médicos cómo usar estos medicamentos.
Los médicos expertos juegan un papel muy importante en la medicina del cáncer al influir en las prácticas de prescripción: escriben los editoriales en las principales revistas médicas, ofrecen sesiones educativas en las reuniones nacionales y deciden qué evidencia es suficientemente para justificar el uso de medicamentos fuera de ficha técnica (alerta de spoiler: esa evidencia es a menudo muy débil). Todo esto podría estar bien si los expertos ofrecieran información neutral o imparcial, pero la evidencia sugiere que no lo hacen.
Un estudio encontró que el 85% de los expertos que escribieron Guías de Práctica Clínica, ampliamente usadas en oncología, habían recibido pagos que promediaban más de $10,000 de las compañías farmacéuticas. Estas pautas exigen que Medicare pague por el uso de medicamentos contra el cáncer fuera de lo indicado en la etiqueta.
La investigación también muestra que los médicos que consistentemente reciben dinero de las farmacéuticas son más propensos a recetar los medicamentos de esa compañía.
Los conflictos de interés financieros influyen en oncología. La industria farmacéutica está dirigida por gente inteligente que decide pagar a los médicos millones de dólares. Es difícil de creer que no hayan calculado que este dinero no ayude a sus resultados finales. Dentro de la profesión, hay poco interés en la reforma. Nuestras reglas son sugerencias. Nuestros castigos carecen de mordida.
El año pasado, se descubrió que el Dr. José Baselga, médico jefe del Memorial Sloan Kettering Cancer Center, había violado las políticas de declaración de conflictos de varias revistas médicas en docenas de publicaciones. Baselga renunció a su cargo, pero su «castigo» duró sólo los 116 días que tardó en ser nombrado vicepresidente ejecutivo de AstraZeneca (AZN), un puesto destacado y codiciado en la industria.
¿Quieren más pruebas de que los médicos oncólogos no se toman en serio los conflictos de intereses? En la reunión de la Sociedad Estadounidense de Oncología Clínica (American Society of Clinical Oncology), una importante reunión nacional sobre el cáncer, se pidió a los oradores que revelaran sus conflictos de intereses al comienzo de sus charlas. Mi equipo encontró que el 38% de las diapositivas se mostraban más rápido de lo que un ser humano puede leer. Eso no es revelación. Es un gesto simbólico.
Los oncólogos están ahora en Twitter en un número cada vez mayor. Mi equipo encontró que cuando los oncólogos twittean sobre un medicamento contra el cáncer y tienen un vínculo financiero con el fabricante, es más probable que sus tweets sean positivos que cuando twittean sobre un medicamento con el que no tienen ningún vínculo financiero. Publicamos este hallazgo en la revista Lancet Haematology, aunque se podría pensar que encajaba mejor en el Journal of Obvious Things.
El problema fundamental es que, como profesión, los médicos oncólogos no están interesados en abordar los conflictos de interés. Demasiadas personas en puestos prominentes se benefician de estas laxas políticas. Aunque la revelación no es la verdadera solución sino el fin de estos pagos.
Quiero ser claro: estoy a favor de que los médicos interactúen y puedan trabajar con la industria farmacéutica y de tecnologías. He dado conferencias para las principales compañías farmacéuticas pero sin aceptar dinero, gastos de viaje o comidas. Los investigadores deben tener la libertad de trabajar con las compañías farmacéuticas en los ensayos clínicos pero no hay una razón legítima por la que un médico bien pagado necesite aceptar pagos personales, regalos, comidas o gastos de viaje de la industria farmacéutica. Estas prácticas deben terminar.
El conflicto de interés es el cáncer de la medicina del cáncer. Envenena el campo. Nos lleva a celebrar nuevos fármacos con efectos marginales como si fueran innovaciones disruptivas. Lleva a los expertos a ignorar o minimizar los defectos y déficits en la metodología de los ensayos clínicos del cáncer. Mantiene a los médicos en silencio sobre el precio brutal de los medicamentos para el cáncer. Influye en que las directrices que permiten la utilización de los antineoplásicos fuera de ficha técnica sean demasiado numerosas. Funcionan como una herramienta mercantil que permite a la industria aumentar sus ganancias.
La Sunshine Act de la Ley de Atención Asequible, que exige que se declaren los pagos de la industria a los médicos y están accesibles al público en el sitio web de OpenPayments, fue una reforma aprobada por el Congreso. No surgió a través de la autorregulación de los médicos. Es poco probable que el fin de los pagos de la industria a los médicos provengan de la autorregulación. Necesitamos que la sociedad, a través de procesos políticos, nos cure de este cáncer.
Una cuestión es el conflicto de interés de los médicos. Otra, más importante, el precio abusivo de ciertos medicamentos. Otra, más importante aún, la eficacia de un fármaco oncoterapeutico.
Tenemos fármacos eficaces en oncología. No todo lo eficaces que nos gustaría, pero algunos en algunas neoplasias, indudablemente eficaces.
Probablemente, no se debería considerar un nuevo fármaco, si en un ensayo fase tres no mostrase un incremento en eficacia mayor de un tanto por ciento determinado con respecto a los existentes, o a igual efecto, una disminución en toxicidad de un cierto orden significativo. Quizá ha llegado el momento, ante tanta pléyade bebazicuzimazibuzibaz puñetera…
Un determinado valor de incremento de eficacia objetiva debería ser obligatorio, o una disminución no anecdótica en toxicidad.
El precio es otro factor crucial. No es de recibo pagar lo que se paga. Es, simplemente, un robo autorizado. El abordaje de esta cuestión es posible, y debe hacerse sin más tardanza. Cuidado, altas instancias que se quejan amargamente, salen realmente endulzadas…
El perejil del loro es el conflicto de interés de los médicos. Tanto más que el abusivo incremento del precio de la industria sanitaria en general se ha paliado bajando el sueldo de los médicos, los auténticos paganos de esta escalada.
No son los principales responsables, ni muchísimo menos, del drama teatral.