Se acaba de publicar el informe anual de The Lancet sobre el daño para la salud del cambio climático. The Lancet Countdown es una colaboración internacional y multidisciplinar, dedicada a la monitorización de la evolución del impacto sobre la salud del cambio climático.
El informe de 2019 presenta una actualización de 41 indicadores en cinco ámbitos clave: (1) impacto en la salud del cambio climático; (2) adaptación, planificación y resiliencia en salud; (3) acciones de mitigacion y su efecto en la salud (co-benefits); (4) economía y finanzas; y (5) salud pública y compromiso político.
En el Informe de 2018 se describieron las relaciones entre cambio climático y salud (ver gráfico arriba). Destacamos algunos de los resultados del Informe 2019
(1) Impacto en la salud del cambio climático
Los cambios fruto del calentamiento y los eventos climáticos extremos no tienen un efecto uniforme en las distintas áreas geográficas y poblaciones. Las poblaciones más pobres, los niños, los ancianos y los trabajadores al aire libre, son más vulnerables.
+ SALUD Y ALTAS TEMPERATURAS
El impacto más inmediato y directo del cambio global sobre la salud humana está producido por el constante aumento de la temperatura media mundial así como el incremento del número de días de olas de calor extremo.
Las consecuencias fisiopatológicas de la exposición al calor en los seres humanos están bien documentadas e incluyen: daño directo por calor, insuficiencia renal aguda, exacerbación de insuficiencia cardíaca congestiva e incremento del riesgo de violencia interpersonal y colectiva.
El índice de vulnerabilidad al calor (que oscila entre 0 a 100) se obtiene combinando el promedio de población mayor de 65 años, la prevalencia que tiene esta población de enfermedad cardiovascular, diabetes y enfermedades respiratorias crónicas y cuántos de ellos viven en zonas urbanas (como medida de la exposición a la islas de calor).
Las poblaciones mayores de 65 años, en todas las regiones del mundo, son cada vez más vulnerables. Sin embargo, el mayor aumento de la vulnerabilidad entre 1990 y 2017 se ha observado en las regiones del Pacífico Occidental (33,1% a 36,6%) y África (28,4% a 31,2%). En general, Europa sigue siendo la región más vulnerable a la exposición al calor debido al mayor envejecimiento de su población, las altas tasas de urbanización y la elevada prevalencia de enfermedades cardiovasculares, respiratorias y de diabetes.
El número de personas mayores de 65 años expuestas a olas de calor también ha aumentado. En comparación con la media de personas expuestas entre 1986 y 2005 (unos 40 millones), en 2018 ha habido 220 millones de personas mayores de 65 años expuestas a algún día de calor extremo. Por ejemplo, han existido 31 millones de exposiciones adicionales a calor extremo en Europa en el año 2018.
La pérdida de horas de trabajo debido a las altas temperaturas es el primer indicador de daño a la salud del calor. Aunque la pérdida de horas de trabajo ha mejorado algo respecto al 2016, la tendencia persiste al alza, especialmente en la agricultura.
+ SALUD Y FENÓMENOS METEOROLÓGICOS EXTREMOS
Los efectos de los incendios forestales en la salud van desde las lesiones térmicas directas y la muerte hasta la exacerbación de síntomas respiratorios agudos y crónicos debidos a la exposición al humo de los incendios. La carga económica mundial por persona afectada por los incendios forestales es más del doble de la de los terremotos y 48 veces mayor que la de las inundaciones.
Los cambios climáticos están aumentando el número de personas expuestas a incendios forestales. Desde 2001, hay un aumento medio de 464.032 personas-día expuestas a incendios forestales por año. El humo de los incendios forestales es capaz de viajar largas distancias y afectar a zonas que no están directamente expuestas a los incendios.
El número de personas expuestas tanto a inundaciones como a periodos de sequía sigue aumentado cada año. Ambas son particularmente problemáticas para la salud, ya que causan lesiones y muertes directas, contribuyen a la propagación de enfermedades transmitidas por vectores y por el agua (en el caso de las inundaciones) y producen daños graves en la salud mental.
+ DAÑOS PARA LA SALUD DE ENFERMEDADES SENSIBLES AL CAMBIO CLIMÁTICO
Mientras las muertes por diarrea, desnutrición o malaria han disminuidos en los últimos años, gracias probablemente a que los efectos del cambio climático se ven compensados por el desarrollo social de los países más afectados, la mortalidad por dengue sigue aumentando, especialmente en el sudeste asiático.
Por otra parte, el número de vectores del cólera, malaria y dengue están aumentando lo que puede predecir futuros incrementos de la morbimortalidad por estas enfermedades, especialmente el latitudes que hasta ahora no eran favorables a la expansión de estos vectores
+ PROBLEMAS DE SALUD POR INSEGURIDAD ALIMENTARIA MARINA Y DESNUTRICIÓN
A pesar de que las zonas agrícolas se han expandido en los países de bajos ingresos, el número de personas mal nutridas en todo el mundo parece haber aumentado desde 2014, impulsado por los problemas de acceso, disponibilidad y asequibilidad de los alimentos. La desnutrición afecta abrumadoramente a los niños menores de 5 años, causando restricciones en el crecimiento intrauterino, retraso en el crecimiento, deficiencias de micronutrientes y mala lactancia. Las pruebas sugieren que la producción de cultivos se ve amenazada de manera compleja por los cambios en la incidencia de plagas y patógenos, la escasez de agua y el aumento de la frecuencia y la fuerza de las condiciones climáticas extremas que pueden dañar o incluso eliminar las cosechas.
El cambio en la duración del crecimiento de los cultivos del maíz, el trigo, el arroz y la soja se utiliza como indicador del potencial de rendimiento. Una reducción en la duración del crecimiento del cultivo significa que el cultivo madura demasiado rápido con un menor rendimiento de semillas.
A nivel mundial, el potencial de rendimiento de los cultivos de maíz, trigo y soja se ha reducido proporcionalmente al aumento de la temperatura.
Estos datos coinciden con un meta-análisis que sugiere que los rendimientos mundiales de estos cultivos clave se reduce entre un 1 y un 7% (dependiendo del cultivo) por cada aumento de 1 °C de la temperatura media mundial.
Entre 2003 y 2018, la temperatura superficial del mar aumentó en 34 de las 64 aguas territoriales investigadas, lo que representa un riesgo para la seguridad alimentaria marina. El pescado proporciona casi el 20% de la ingesta de proteínas animales a unas 2500 millones de personas, especialmente en los países de ingresos bajos y medianos. El cambio climático amenaza a la pesca y la acuicultura de diversas maneras, entre otras cosas, además de por el aumento de la temperatura de la superficie del mar, el cambio en la intensidad, la frecuencia y la estacionalidad de los fenómenos extremos, el aumento del nivel del mar, la acidificación del océano o la recuperación deficiente de los arrecifes de coral.
Estos indicadores, en resumen, proporcionan evidencia de un empeoramiento de exposiciones, vulnerabilidades e impactos del cambio climático en la salud. Estos efectos se producen con mayor intensidad en los países de ingresos bajos y medios de todo el mundo. En informes anteriores se ha tocado con más profundidad otros aspectos que afectan a la salud de cientos de miles de personas como las migraciones climáticas o el efecto en la salud mental del cambio climático
(2) Adaptación, planificación y resiliencia en salud
A medida que aumenta el conocimiento de las consecuencias del cambio climático para la salud, también aumenta la necesidad urgente de redoblar los esfuerzos para proteger a las personas de estos efectos adversos. Por su propia naturaleza, las medidas de adaptación y resiliencia son locales y específicas para las amenazas regionales y las necesidades de salud de la población subyacentes. Además, es difícil evaluar el éxito de cualquier intervención, ya que los objetivos de adaptación son intrínsecamente a largo plazo
El Marco Operacional de la OMS para la creación de sistemas de salud resistentes al clima seleccionó varios ámbitos para la conceptualización de estas medidas: planificación y evaluación de la adaptación, sistemas de información adaptativos, prestación y ejecución de actividades de adaptación y financiación de la adaptación.
Como novedad se incluye un nuevo indicador (2.3.2): Beneficios y daños del aire acondicionado. El uso del aire acondicionado como medida de adaptación es un arma de doble filo: por una parte, se calcula que el uso del aire acondicionado en el mundo en 2016 redujo la mortalidad relacionada con las olas de calor en un 23%. Pero, por otra parte, también confiere daños, al contribuir al cambio climático, agravar la contaminación atmosférica, aumentar sustancialmente la demanda máxima de electricidad en los días calurosos e incrementar el efecto de isla urbana de calor.
El número de aparatos se ha multiplicado enormemente en todo el mundo (ver arriba): entre 2000 y 2016, las existencias mundiales de aire acondicionado (residencial y comercial) se duplicaron y la proporción de hogares con aire acondicionado aumentó del 21% al 30%. Pero también han aumentado sus daños potenciales. En 2016, el aire acondicionado representó el 10% del consumo mundial de electricidad y las emisiones de CO2 procedentes del uso de aire acondicionado se han triplicaron de 0,35 gigatoneladas en 1990 a aproximadamente 1,1 gigatoneladas en 2016.
En general, el Informe 2019 señala que el ritmo de respuesta a los retos para la salud del cambio climático sigue siendo lento. Ciertamente, el número de países con planes nacionales de adaptación así como de ciudades que han evaluado los riesgos para la salud y el incremento de vulnerabilidad ha aumentado, junto con el gasto en adaptación sanitaria. Pero es necesario seguir trabajando a nivel mundial.
(3) Mitigacion y su efecto en la salud (co-benefits)
La Conferencia de París recomendó que los debates sobre la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero se relacionn directamente con los posibles beneficios económicos y para la salud. Muchas medidas de mitigación no sólo mejoran la salud a largo plazo, al minimizar el cambio climático, sino que también pueden tener beneficios a corto plazo a través de numerosas vías: reducción del riesgo de enfermedades respiratorias y cardiovasculares atribuibles a la contaminación atmosférica
También son acciones saludables de mitigación la reducción del riesgo de enfermedades asociadas con la inactividad física y la obesidad (debido al aumento del uso de la bicicleta y de la marcha a pie) y una serie de mejoras que podrían derivarse de una dieta más sana
El mundo está cada vez más urbanizando: casi un 70% de la población mundial vivirá en ciudades en 2050. Debido al aumento de la población y a las mayores concentraciones de emisiones, muchas ciudades se han convertido en puntos calientes de contaminación atmosférica. Pocas ciudades en el mundo han alcanzado concentraciones de PM2.5 que estén por debajo de la directriz de la OMS: media anual de 10 μg/m3. Las concentraciones medidas más altas se han reportado en el sur y este de Asia y han seguido aumentando en muchas regiones de países en desarrollo. Una excepción positiva a esta tendencia es China, donde muchas ciudades altamente contaminadas han mejorado la calidad del aire debido a sus ambiciosos esfuerzos de control de emisiones. En ciudades de Europa y Estados Unidos también se ha observado una lenta disminución de las concentraciones de PM2.5 con la aplicación efectiva de la legislación y la reglamentación sobre control de la contaminación atmosférica.
El número total de muertes prematuras atribuibles a las partículas PM2.5 ambientales se ha estimado en 2,9 millones anuales. La contribución a estas partículas varía entre las regiones del mundo: en África, la cocina casera contribuye principalmente a las altas concentraciones de PM2-5; mientras que en otras regiones, la industria, el transporte, la generación de electricidad y la agricultura son los principales contribuyentes. Se han observado pequeñas disminuciones en el número de muertes prematuras en la región de Europa y en la región del Pacífico Occidental (principalmente por el cierre de centrales eléctricas de carbón). Sin embargo, en todo el mundo, se estima que más de 440.000 muertes prematuras siguen estando asociadas a la quema de carbón.
Los combustibles utilizados para el transporte producen actualmente más de la mitad de los óxidos de nitrógeno emitidos a nivel mundial y una proporción considerable de partículas, lo que supone una gran amenaza para la salud humana, en particular en las zonas urbanas. Por otra parte, se han puesto de manifiesto los beneficios para la salud que supone el aumento del transporte activo (a pie y en bicicleta).
A nivel mundial, el uso de combustible per cápita aumentó en un 0,7% entre 2015 y 2016. Aunque los combustibles fósiles siguen representando entre el 95% del uso total de combustibles para el transporte por carretera, el uso de combustibles limpios está creciendo a un ritmo cada vez mayor. Por ejemplo, el uso de combustibles fósiles aumentó entre el 0,5%, en comparación con el crecimiento del 3,3% en el uso de biocarburantes y del 20,6% en el uso de la electricidad. En China, la electricidad representa actualmente entre el 1,8% del uso total de combustible para el transporte (un 80% más alto que en Noruega)
Las actuales tendencias alimentarias están contribuyendo tanto a las enfermedades no transmisibles como a las emisiones de gases de efecto invernadero, con nuevos impactos planetarios, incluyendo la pérdida de biodiversidad y los cambios en el uso del agua y de la tierra. En concreto, el consumo excesivo de carnes rojas contribuye al riesgo de enfermedades cardiovasculares y de diabetes tipo 2, así como al aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero.
Las emisiones totales de la ganadería han aumentado un 14% desde el año 2000. Los rumiantes contribuyen en un 93% al total de las emisiones de la ganadería (65% se atribuye al ganado no lechero utilizado para carne). El mayor aumento de las emisiones entre 2000 y 2016 se ha producido en las aves de corral, con un aumento del 58% (más del doble del incremento del ganado no lechero).
Las emisiones totales de la producción de cultivos han aumentado un 10% desde el año 2000. El cultivo de arroz con cáscara, que libera metano, contribuye aproximadamente a la mitad de estas emisiones (47-50%), mientras que el cultivo de suelos orgánicos (como las turberas) contribuye con un 27-29%, y la adición de fertilizantes nitrogenados (sintéticos y estiércol) a los suelos contribuye con un 21-25%.
El sector salud contribuye en gran medida a las emisiones de gases de efecto invernadero, tanto directa como indirectamente. Estudios en diversos países han demostrado que el sector de la salud contribuye entre el 4% y el 10% del total de las emisiones de gases de efecto invernadero. Para esta edición de The Lancet Countdown, se ha creado una medida internacional estandarizada per capita de las emisiones de gases de efecto invernadero del sector sanitario (ver arriba)
Existen buenas prácticas. Por ejemplo, la aseguradora norteamericana Kaiser Permanente (KP), uno de los sistemas de salud sin fines de lucro más grandes de los EE.UU., que atiende a 12,3 millones de miembros, entre 2008 y 2017 redujo sus emisiones de gases de efecto invernadero en un 29% (a pesar de haber aumentado el número de asegurados en un 36%). A principios de 2018, 36 instalaciones de KP albergaban paneles solares in situ y está trabajando para que su electricidad renovable sea del 100% en el año 2020. Los gases anestésicos representan el 3% de las emisiones de gases de efecto invernadero de KP. Entre 2014 y 2018, el KP logró una reducción del 24% en las emisiones de gases de efecto invernadero asociadas con el uso de gases anestésicos mediante la eliminación progresiva del medicamento Desflurane.
El mayor ejemplo de un sistema sanitario que toma medidas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y otros efectos medioambientales es el Servicio Nacional de Salud del Reino Unido (NHS). Un análisis detallado a nivel nacional muestra que el sector social y de salud pública del NHS en Inglaterra redujo sus emisiones de gases de efecto invernadero (excluyendo los clorofluorocarbonos) en un 18,5% de 2007 a 2017 (a pesar de que la actividad clínica aumentó un 27,5% durante el mismo período).También se están haciendo esfuerzos para reducir el uso del agua, los desechos plásticos y la contaminación del aire del NHS.
(4) Economía y finanzas
El costo económico previsto de la inacción para hacer frente al cambio climático es enorme. Por ejemplo, en comparación con el mantenimiento de un límite de 2°C, se espera que los costos de llegar a 3°C de calentamiento alcancen los 4 billones de dólares por año para el año 2100 (alrededor del 5% del total del PIB mundial en 2018) y los costos económicos totales de un aumento de 4°C se estiman en 17,5 billones de dólares (más del 20% del PIB en 2018).
La inversión para mitigar el cambio climático reduce sustancialmente estos riesgos y genera nuevos beneficios económicos. Por ejemplo, el Comité Independiente del Reino Unido sobre el Cambio Climático calculó que para lograr emisiones netas nulas en el Reino Unido en 2050, en línea con el objetivo más ambicioso del Acuerdo de París, es probable que se requieran inversiones del 1,2% del PIB del Reino Unido en 2050. Sin embargo, si se tiene en cuenta el valor económico de los beneficios colaterales para la salud humana (y los ahorros para el NHS, por ejemplo, derivados de la reducción de la contaminación atmosférica), y la creación de oportunidades industriales con bajas emisiones de carbono, es probable que las consecuencias económicas sean positivas.
(5) Salud pública y compromiso político
El cambio climático es humano tanto en sus orígenes como en sus efectos. Sus orígenes se remontan a la quema de combustibles fósiles, especialmente durante los primeros períodos industriales, y sus efectos incluyen un aumento de las pérdidas para la salud humana. La reducción de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero a la velocidad requerida por el Acuerdo de París depende del compromiso de todos los sectores de la sociedad. En el informe Lancet Countdown de 2019, esta se centra en el compromiso en cuatro ámbitos: los medios de comunicación, el gobierno, el sector empresarial y, por primera vez, el compromiso individual.
Por ejemplo, la cobertura mediática a los aspectos de salud y cambio climático ha aumentado entre 2007 y 2018. De igual modo, los líderes nacionales están llamando cada vez más la atención sobre la salud y el cambio climático en sus intervenciones en el Debate General de las Naciones Unidas. El compromiso con la salud y el cambio climático sigue siendo bajo entre las empresas, incluidas las empresas del sector de la salud.
CONCLUSIONES
«Los datos aquí publicados aclaran las tendencias actuales de un mundo en calentamiento con efectos que amenazan el bienestar humano. Como el cuarto año más caluroso de la historia, el 2018 fue testigo de un récord de 220 millones de exposiciones adicionales a temperaturas extremas, junto con el correspondiente aumento de la vulnerabilidad al calor en todos los continentes. Como resultado de este y otros cambios climáticos más amplios, la capacidad vectorial para la transmisión de la fiebre del dengue fue la segunda más alta registrada, con 9 de los 10 años más adecuados desde el año 2000.
Los progresos en la mitigación y la adaptación siguen siendo insuficientes, ya que la intensidad de carbono del sistema energético se mantiene plana, se producen entre 2 y 9 millones de muertes por contaminación del aire ambiente y se invierte la anterior tendencia a la baja del uso del carbón.
A pesar de este lento progreso, a medida que se revelan los efectos materiales del cambio climático, también lo hace la respuesta del mundo. 51 de los 101 países estudiados han desarrollado planes nacionales de adaptación sanitaria, 70 países proporcionan servicios de información climática al sector de la salud y el 69% de las ciudades han trazado un mapa de las evaluaciones de riesgo y vulnerabilidad. La financiación para la adaptación de la salud sigue aumentando; la financiación relacionada con la salud es ahora responsable del 11,8% del gasto mundial en adaptación. Finalmente, el compromiso público y político continúa creciendo.
En los últimos tres decenios se han publicado datos científicos cada vez más preocupantes que demuestran la importancia de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Aunque el informe discute varios indicadores positivos, las emisiones de CO2 siguen aumentando. Las implicaciones de esto para la salud son evidentes hoy en día y, con toda seguridad, empeorarán sin una intervención inmediata.
A pesar de la creciente atención pública durante los últimos 12 meses, el mundo aún no ha visto una respuesta de los gobiernos que esté a la altura de la magnitud del desafío. El papel de los profesionales de la salud es esencial: comunicar los riesgos sanitarios del cambio climático e impulsar la aplicación de una respuesta enérgica que mejore la salud y el bienestar de las personas. Con toda la fuerza del Acuerdo de París que se implementará en 2020, debe producirse un cambio crucial, que pase de la discusión y el compromiso, a una reducción significativa de las emisiones».
Traducción y edición: Abel Novoa
“El papel de los profesionales de la salud es esencial: comunicar los riesgos sanitarios del cambio climático e impulsar la aplicación de una respuesta enérgica que mejore la salud y el bienestar de las personas. “
De acuerdo, quizás más en la segunda actuación propuesta que en la primera.
Como sabemos, el factor que más parece influir en la salud es el estilo de vida, que, ¿paradójicamente?, recibe los menores recursos. En contraposición, el que menos influye, el sistema de salud, es el que más recursos recibe.
Es tiempo de actualizar prioridades y reconocer al medio ambiente y a los estilos de vida la importancia que tienen y, en consecuencia, dotar de recursos para su investigación y aplicación.
En el nivel macro, gobiernos y organizaciones disponen ya de más que suficientes argumentos para la acción. En el micro, el asistencial, los profesionales sanitarios hemos de enfatizar la importancia en cada persona de su estilo de vida. Explorarlo debería ser el primer paso, antes de pensar siquiera en fármacos, estos a menudo el aspecto más tristón cuando deviene casi monográfico en lo que ha dado en llamarse medicalización de la vida.
Una educación para la salud a pie de consulta, desvinculada de los intereses del puro comercio sanitario, busca, aplica, estudia científicamente, en definitiva, enfoca lo esencial. En primer lugar los medios que favorecen las capacidades adaptativas y curativas que cada paciente moviliza en sus procesos de salud, enfermedad y curación. En segundo, el fortalecimiento de su propia autonomía para las decisiones que los afecten. En tercero, la libertad y responsabilidad del médico para adaptar los recursos sanitarios disponibles a sus pacientes, sin cazas de brujas desde una falsa deontología sometida a los solos, excluyentes dictados de una ilusoria “omnisCiencia”.
Buena parte de los problemas de salud individuales empiezan en los estilos de vida y nuestras actuaciones asistenciales, educacionales y de investigación clínica no deberían situarlos al final no, lo siguiente. Que tales actuaciones no resulten rentables a las inversiones del Negocio ya no es sostenible. Ni como argumento ni como excusa.
https://youtu.be/-U2zGEa9ubY