Vengo para incordiar un poco. Hace tiempo que pienso que sería más fácil saber qué tipo de cuidado sanitario no queremos dar que saber cuál es el mejor (si es que existe a nivel absoluto) o buscar humanizar el trato sanitario (si es que se puede hacer eso sabiendo que quizás la siguiente prescripción farmacológica pueda matar a alguien. Günther Anders decía que no había usos correctos de la bomba atómica. Que solo el poseerla ya causaba la posibilidad de aniquilar a toda la humanidad ergo solo había «malos usos bombiles» y no se podía denominar arma a algo que podía acabar con la existencia humana, incluyendo la propia portadora de la arma. Sobre la medicina cada día pienso más en esa no-posibilidad de humanización. Sí que hay tratos más inhumanos que otros claro).
La cosa es que hay fantasías utópicas. Gente que se desata y piensa que «nuestro organismo sin colesterol se libraría de los infartos». Después devienen en puras pesadillas vivientes pero está la imposibilidad de «refutar» la buena intención inicial. Claramente de buenas intenciones está pavimentado el camino al infierno, pero los casos de malas intenciones apriorísticas son pocas creo. Todo lo que causa daño con premeditación en lo sanitario es la rareza (pero causar daño la norma. Y evitar la parte de culpa muchas veces parece una asignatura más en la carrera a aprobar).
Cada vez más me interesan las distopías disimuladas. Muchas distopías se crean sin querer causar dudas a la persona lectora, espectadora… esta gente sufre y está en la mierda. Pero las que dan miedo son las que suceden sin chillidos ni sangre y con muy pocas revueltas o resistencias internas. En mi barrido habitual de estudios críticos sobre la solapación entre moral y salud me encontré el caso de «Harmony» [1] (título original ハーモニー) escrita por Project Itoh (伊藤 計劃, Itō Keikaku; pseudónimo de 伊藤 聡, Itō Satoshi) y traducida del japonés al inglés por Alexander O. Smith: https://www.goodreads.com/book/show/7326876-harmony?from_search=true&from_srp=true&qid=ZEzuZrR4pi&rank=1
Mediante un dispositivo («Watch Me») que se instala a toda persona al llegar la adultez, no se sufre ni una migraña (mucho menos cáncer u otras enfermedades no contagiosas o transmisibles). Los datos para tu índice de masa corporal «en rango» se cruzan con la tecnología inteligente de tu casa y tu plan de salud se lleva al milímetro. Aún hay gente (menor de edad) que a veces se suicida y la gente muere de vieja, pero ya se anda investigando sobre ello. 3 chicas se juntan para intentar rebelarse ante esta dictadura (así es como la perciben, como mínimo una de ellas con toda su alma). Casi calca (hasta con el nombre, «healthist society») el «healthism» (salutismo) de Robert Crawford [2]. Lo que, en el libro, no es una religión a elegir que pone como súper-valor a la salud frente a todo lo demás (te sacrificas no para los demás, sino para tu bien-estar). La súper-medicina es la «medicina» tal cual y no hay otra. Pocas excepciones son mostradas en el libro (de la mano de una de las chicas protagonistas).
Mandé una petición para que tradujeran el libro al castellano y / o al catalán (editorial Fragmenta). Después de estudiarla me comunicaron que no pueden acogerla porque no encaja en su calendario editorial. So far so good. Pero creo que:
• Tendría que estar siempre en cualquier «calendario» de quien trabaja en el sistema sanitario de salud (un ejemplo de lo que no queremos).
• Tendríamos que enviar distintas peticiones a distintas editoriales españolas a ver si con alguna suena la flauta. En caso contrario, manejar traducciones «piratas» (realizadas por nosotras) de los trozos que más nos interesasen o pudieran dar lugar a debates.
• Crear un banco de datos (narrativas, etnografías, biografías, novelas, testimonios…) específico de lo que sería la vía negativa de los cuidados. Con lo que estar atentas a no repetir o generar. Heurísticas para detectar estados autoritarios, paternalistas, totalitarios… y tenerlo bajo una etiqueta o poder hacer algo con más o menos metodología para no solaparnos (abordar algo que ya han abordado otras personas. Y si lo queremos hacer, saber de sus trabajos y citarlas mostrando pros y contras según nuestra perspectiva etc…)
Quien quiera también ver la película:
https://en.wikipedia.org/wiki/Harmony_(2015_film)
Estas «distopías salutistas» nos podrían servir como «contra-guiones» o «anti-guiones». Hacer una praxis en contra de ello o evitar que emerjan. Creo que lo complejo no es solo «evitar daños ajenos» (los que hacen las demás personas), sino intentar no participar (in)voluntariamente a un escenario donde «dañarse sea imposible». ¿Queremos una sociedad donde el suicidio «sea cosa del pasado»? ¿Qué ha tenido que suceder para eliminar ese acto? ¿Cómo es la condición antropológica de esa supuesta sociedad no-suicidable?
Esas y más preguntas en futuros debates (si es que el debate interesa). A mí, en demasía (y seguramente en exceso. Pero me muevo por obsesiones. Seguramente en el futuro habrán departamentos equilibradores que evitarán conductas tan perjuiciosas como la mía).
Saludos.
Marc Casañas es miembro de NoGracias.
Referencias
[1]: Asai A, Okita T, Ohnishi M, Bito S. Should We Aim to Create a Perfect Healthy Utopia? Discussions of Ethical Issues Surrounding the World of Project Itoh’s Harmony. Sci Eng Ethics. 2020 Oct 13:1–22. doi: 10.1007/s11948-020-00269-3
[2]: Crawford R. Healthism and the medicalization of everyday life. Int J Health Serv. 1980;10(3):365-88. doi: 10.2190/3H2H-3XJN-3KAY-G9NY. PMID: 7419309
De momento estamos muy lejos de una distopía parecida a ese guión, y realmente estamos caminando a marchas forzadas a lo contrario, a una pérdida de posibilidades sanitarias y terapéuticas. Véase por ejemplo la realidad Covid en nuestro entorno, donde lo más difícil para un paciente es acudir a un centro de salud para sus necesidades.
Si proyectamos en el horizonte un mínimo del deterioro económico actual, es impensable que los programas de salud no se vean afectados con recortes. Por otra parte, la legislación actual no tiene ningún interés en prevenir el suicidio sino en “asistirlo” legalmente.
Vamos a un totalitarismo feroz y salvaje, sin duda. Pero de otro corte.
Gracias P. López.
No tengo claro que los recortes lleven a un «totalitarismo de otro corte» cuando, para mí, el lenguaje «preventivista descentralizado» (haced actividad física y comed bien) para mí fue iniciado, de base, por el gasto sanitario que llevaba el tratar a la población. Estas distopías disimuladas me interesan porque bajo mi prisma tienen fácil convencer su implementación en ambas partes (salud más barato que enfermedad en gestores sanitarios y salud más deseable que enfermedad en población no-médica y médica).
Sobre la legislación «actual» y su ansia solo asistida, si a asistido te refieres a «burocratizarlo» hasta que la persona muera o se suicide (y judicializarlo) como Sampedro… supongo. Pero en cualquier dictadura o en totalitarismos del país que sea se ha visto moralmente reprochable la creencia de que la persona puede elegir cuándo morir.
Saludos
Un placer leerte, Marc, y, en esta ocasión, creo que te he entendido más que otras veces. Creo que las conductas «perjuiciosas», como la tuya, son mucho menos dañinas que las conductas «prejuiciosas» que acaban con el debate científico.
Comparto tu tristeza y preocupación por ver una sociedad que está más pendiente de cumplir unas normas de conductas (colesterol, mascarilla, vacuna, chequeo…) que de vivir. Pero esto solo cuenta para los que no están «sobreviviendo» cuyas prioridades, por escasez de recursos, son otras; y estos van a ser cada vez más. Me parece paradógico y absurdo que los que tienen posibilidades económicas para vivir plenamente, renuncien a esa vida por una vida de normas y apariencias, sin un fondo con sentido. Y quizás sea el mismo fallo del «sistema» el que genera esos protocolos artificiosos estrictos y el que abandona cuidados básicos a los necesitados. Quizás analizandolo desde el punto de vista de la rentabilidad económica no exista paradoja, sino una lógica aplastante, aunque me cuesta adoptar esa perspectiva. Incluso el suicidio podría ser permitido o prohibido, dependiendo de su rentabilidad económica, porque el que un paciente con cancer terminal decida no seguir «luchando» contra el cancer, es malo para la industria.
En fin, yo estoy tan desconcertado con la situación actual que no descarto ningún futuro, por absurdo que pueda parecernos.
¡Buenas Roberto! A falta de SIAP’s, nos queda forear por aquí (mientras nos dejen).
Sí, sobre la lógica productiva, siempre habrá un doble filo: desde «no puedes tener el total control de tu vida» (aunque estés paraplégico) hasta «no podemos no tener el control total de tu propia vida» (dicho desde un ente Estatal por ejemplo). Para mí las distopías salutistas disimuladas serían eso: algo que no crea resistencias de entrada («por tu salud»), que tiene una argumentación ahorracionista (una persona sana y feliz, «felisana»; es más productiva y cuesta menos al sistema nacional de salud) y que nunca asusta de golpe (ni el querer poner en EEUU el componente bioactivo de las estatinas en las fuentes públicas). ¿Qué impide que cualquier cosa que antes se creía sagrada se quede obsoleta? Con las aproximaciones «nudge» se puede hacer la conciencia obsoleta, si te impiden entrar en alguna universidad, pon, por tu analítica «desajustada», no es necesaria la conciencia de clase etc…
Creo que estaría bien debatirlo. Mi mirada abarca demasiado poco y tengo nula experiencia.
Asunto complejo donde los haya, el planteado aquí. Y, por lo mismo, de arduas comprensión, comunicación y debate en sus particulares.
No menos difícil, pero más osado, pretender predecir escenarios futuribles con solo algunas de las muchas variables en escena. Emitidos además, por alguno, con la pomposidad de la sentencia inapelable. De nuevo, el reduccionismo at its best.
Como en tantos asuntos no menos complejos del ámbito sanitario, desde el abuso del poder económico-político hacia los ciudadanos con excusas sanitarias respaldadas por la falsa ciencia, hasta el estudio y abordaje de, por decir, el cáncer, quizás va urgiendo desarrollar y aplicar “la forma de ver holística”. Más que necesaria resulta ya ineludible, en complementación a la exclusiva (y a menudo excluyente) forma mecanicista de abordar los,problemas.
Cito:
“Este nuevo tipo de ciencia, que es holística en vez de analítica, es la ciencia de la totalidad de la naturaleza. Está claro que tal ciencia podría desempeñar la misma función cultural que la ciencia analítica, lo que en este caso significaría contribuir decisivamente al cultivo de un modo de consciencia holístico. Con independencia del contenido específico, el contenido de nivel superior que transporte esta ciencia será la forma de ver holística. Por tanto, esta forma de ver podría ser transmitida culturalmente por la ciencia de la totalidad de la naturaleza, de la misma manera que la forma de ver analítica ha sido transmitida por la ciencia de la cantidad.”
La Naturaleza como Totalidad. La visión científica de Goethe. Henri Bortoft. Atalanta, 2020.
Prueba en Blackie books, yo creo que igual les interesa…o Capitán Swing. Me encantaría que se publicase aquí!