Dos recientes noticias sobre estos tipos de cáncer interesan a la población y los médicos, y están creando polémicas. La primera se refiere a la recomendación del Instituto Nacional del Cáncer de nuestro país, de limitar la realización de mamografía en mujeres sin riesgos especiales, al grupo de 50 a 70 años, y solo cada dos años, debido a los riesgos de radiación y sobrediagnóstico con eventual iatrogenia al tratar. Por el contrario los especialistas piensan que debería realizarse desde los 35, y en forma anual.
La segunda se refiere a una recomendación del grupo técnico asesor del Congreso de los Estados Unidos, de desaconsejar la realización de la prueba bioquímica para diagnóstico precoz del cáncer de próstata, (PSA), debido a que produce muchos mas daños que beneficios, por sobrediagnóstico, y el mismo creador de la prueba considera que su uso ha sido “un desastre para la salud pública”. Del mismo modo que en el caso anterior, los especialistas consideran que la prueba es útil, y debe seguirse realizando.
Se dice, creo con demasiada liviandad, que esto obedece a intereses económicos, los que no pueden descartarse, puesto que al fin y al cabo los médicos vivimos de realizar pruebas diagnósticas y tratamientos, pero hay otros factores a considerar, que creo provienen de que quienes adoptan una u otra posición lo hacen desde perspectivas diferentes, la poblacional en el primer caso, la clínica en el segundo.

Visto el problema del cáncer de mama o de próstata, al analizarse una población, las recomendaciones de limitar las pruebas diagnosticas son razonables, y las evidencias son proporcionadas por la ciencia y la epidemiología. En promedio, y considerando todos los casos, es como dicen los expertos de salud pública.

La perspectiva del clínico está muy influida por su experiencia en casos individuales y todos tienen uno o más ejemplos de casos, en los que un diagnóstico precoz hubiese sido, quizá, beneficioso. Estas experiencias apoyan también a los militantes de la salud, personas que han sido sensibilizadas por algún caso personal o cercano de estas enfermedades y crean asociaciones de lucha contra las mismas.

Sien embargo, esta perspectiva tiende a minusvalorar el daño de las intervenciones por sobrediagnóstico (cirugías innecesarias en cáncer de mama y próstata) y sobrevalorar los beneficios, es decir, hacer un diagnostico anticipado que conlleva un eventual mejor pronóstico y, tanto clínicos como militantes de la salud, dirán: frente a la evidencia epidemiológico poblacional, “a mi me pasó”. La fuerza de la experiencia directa frente a la ciencia que lleva pensar que la tierra es plana, el solo sale por el este, etc.

¿Debe uno realizarse la prueba o abstenerse? Hay cada vez mas anuncios comerciales que prometen alargar la vida y es obvio que nadie se quiere morir, incluso aquellos que creen en una vida posterior. Si tal o cual prueba puede reducir la probabilidad de morir por ésto o aquéllo, es obvio que habrá tendencia a concretarlas, y minimizar los riesgos que conllevan y que solo pueden observarse desde una perspectiva poblacional.

El juicio clínico del médico podrá ayudar en la decisión, aunque este juicio clínico es más bien intuitivo y también sesgado por los valores que dé el profesional a la salud y la vida, y lo que se denomina el “horror al falso negativo”. Esto significa que se disculpara más fácilmente, a la medicina y al médico, el daño causado por una intervención, que el que derive de haberla omitido, y esta razón puede encontrarse detrás del elevado porcentaje de cesáreas que se registra en las afiliadas a las obras sociales en Chaco y el resto del país.

Todos moriremos a una edad promedio de 75 años aquí, en Europa o en Estados Unidos, con variaciones. Algunos viviremos más y otros menos, por razones genéticas y sociales. Los pobres vivirán menos y también los hombres viviremos menos. En ambos casos será por un estilo de vida más riesgoso obligado, en el caso de los pobres, por sus condiciones de vida, y electivo, pero solo en parte, para los hombres.

Una mujer de clase alta vivirá en promedio casi el doble que un hombre pobre en la misma ciudad, y si queremos mejorar la expectativa de vida de la población lo más importante es reducir estas desigualdades sociales. Esto redundará también en la salud de la población de diversas maneras. El aporte de la medicina es solo complementario y, mal utilizado, puede ser más perjudicial que beneficioso.

Dr. Alfredo Zurita.
Profesor titular de Salud Pública en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional del Nordeste (Argentina)