La innovación farmacológica permite que la interrupción voluntaria del embarazo pase del hospital a casa.
Los servicios médicos se prestan donde es más eficiente hacerlo, y siempre que sea posible, con la idea final de llevarlos a manos de los pacientes y de la población. Por ejemplo, se ha conseguido con la insulina y el auto-control de la glucemia, que da independencia, calidad de vida y buenos resultados en la diabetes. En esta transferencia del “saber hacer” es clave el desarrollo tecnológico que simplifica y abarata los procesos.
Los cambios en el lugar de la prestación de los servicios médicos implican modificaciones del papel y funciones de los profesionales sanitarios, y por ello no dependen sólo de la innovación tecnológica. Se ha dicho que si los banqueros fueran médicos no habría todavía cajeros automáticos, en el sentido de la “resistencia” al cambio de los profesionales sanitarios. Esta resistencia depende de muchos factores incluyendo la pérdida de poder que da el dominio y prestación de servicios.
Se denomina “síndrome del barquero” a la oposición al cambio que facilita la vida al paciente pero disminuye el papel del profesional. Se da el síndrome del barquero en aquellas situaciones en que un profesional retiene un conocimiento, o una técnica diagnóstica o terapéutica pese a que los avances tecnológicos o el desarrollo científico permitirían su manejo por otro profesional más cercano a la población o por el propio paciente.
La interrupción voluntaria del embarazo fue en sus tiempos iniciales una técnica quirúrgica que requería del hospital y del quirófano pero pronto se sumaron medicamentos como el misoprotol y el metrotexate y, más en particular, la mifepristona.
En la práctica, y sobre todo para embarazos de menos de 9 semanas, el simple y barato misoprostol (tres dosis intravaginales de 0,8 mg, a intervalos de ocho, o de veinticuatro horas) lleva a una tasa de aborto completo de más del 95%, con algo de dolor y con algo de mayor hemorragia que el aborto quirúrgico. A cambio da autonomía e independencia a la mujer, elimina riesgos (anestesia, perforación uterina, infecciones y demás) y es menos traumático por tener lugar en el propio hogar y con las actividades diarias sin cambios. Por supuesto, no se precisa ni ecografía ni análisis alguno, salvo excepciones. Tiene sus contraindicaciones, como es natural (alergia, embarazo ectópico, insuficiencia suprarrenal, embarazo con DIU, etc).
Con la mifrepistona (RU-486), la dosis oral es de 200 mg seguida a las 48 horas de misoprostol, 0,4 mg por vía oral o 0,8 mg por vía intravaginal. Su eficacia es del 98% y produce menos dolor y hemorragia. También se pueden combinar el metrotexate, 50 mg vía oral, con 0,8 mg de misoprostol vía intravaginal, con una eficacia del 99%
La eficacia y seguridad del régimen de mifepristona más misoprostol justifica su dispensación en la farmacia comunitaria y su prescripción por el médico de cabecera, en consulta directa (cara a cara) o indirecta (teléfono, teleconferencia, etc). En último término podría llegar a ser de dispensación sin receta. No tiene justificación técnica ni científica la actual legislación y práctica que exige la prestación del servicio de la interrupción voluntaria del embarazo dependiendo de especialistas en ginecología con práctica en instituciones sanitarias públicas o privadas acreditadas.
Literalmente dice la Ley Orgánica 2/2010, de 3 de marzo, de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo:
Artículo 13. Requisitos comunes.
Son requisitos necesarios de la interrupción voluntaria del embarazo:
Primero.–Que se practique por un médico especialista o bajo su dirección.
Segundo.–Que se lleve a cabo en centro sanitario público o privado acreditado.
Habrá que cambiar la Ley.
La innovación farmacológica permite que la interrupción voluntaria del embarazo pase del hospital a la casa, del ginecólogo al médico de cabecera, y en último término a la propia mujer. Si no hay cambios se da un síndrome del barquero que perjudica a las mujeres y a los mejores intereses de la sociedad.
Juan Gérvas,
médico general rural jubilado, Equipo CESCA, Madrid, España
miembro fundador de NoGracias y de su Junta Directiva
No he visto publicados resultados sobre la opinión y preferencias de las mujeres que abortan, si ellas mismas prefieren en casa o en un centro hospitalario. El aborto, es una situación psicológica muy delicada para la mujer, y aunque se pueda llevar a cabo en casa, no estoy tan segura que las mujeres prefieran hacerlo. Por el impacto que supone estar en casa durante varios días con dolor y sangrando abundante, ver cómo se va el embrión, etc., o no enterarte de nada y despertarse cuando esa pesadilla ya ha terminado.
El aborto farmacológico puede producir en algunas mujeres fuertes dolores insoportables, ansiedad por la naturaleza de la situación y miedo por el desconocimiento de los efectos y el toempo que va a durar la expulsión (horas). Por experiencia propia desaconsejo vivamente realizar este proceso en casa por muy cómodo que pueda ser el sofá. Si la mujer prefiere optar por este tipo de aborto, que lo haga, pero siempre acompañada de profesionales de la salud.
Hay tambien el factor q contactar con la matrona u otro sanitario permite valorar el metodo anticonceptivo, la violència, el empoderamiento,… Creo firmemente en la autonomia de la usuaria de servicios de salud. Però el riesgo de q se produzca un embarazo no planificado es mayor despues de un aborto. Hay q abordar la prevenció n