Ayer comentábamos la noticia acerca de la revisión sistemática Cochcrane publicada en The Spine Journal que demostraba la inutilidad de los ultrasonidos y ondas de choque para tratar la lumbalgia. Estoy particularmente sensibilizado porque he tenido en las dos últimas semanas dos casos de fractura de carpo en personas mayores, susceptibles de tratamiento rehabilitador para mejorar su funcionalidad, seriamente dañada tras el accidente, con problemas graves de accesibilidad a las consultas de rehabilitación debido a las listas de espera.

Me consta que los compañeros y compañeras médicos y fisiotepéutas trabajan todo lo que pueden pero el sistema no puede absorber la enorme demanda de terapia antiálgica de nuestras poblaciones envejecidas y adolororidas buscando «las corrientes» y «los masajes». Pero el problema es de quienes los remitimos: por favor, compañeros traumas, reumatólogos, internistas y médicos de familia: no mandéis más pacientes con lumbalgia a las consultas de rehabilitación, saturándolas, e impidiendo el acceso de aquellas personas que realmente las necesitan. Toca hablar, aconsejar, tranquilizar y esperar a que remitan los síntomas con un analgésico seguro. Hacer ésto será bueno para los pacientes (para los que necesitan realmente rehabilitación y para los que no mareamos con traslados y terapias inútiles) y será bueno para mejorar la eficiencia de este nuestro sistema de salud. Primera medida de ahorro (atentos gestores, este consejo es gratis): no hacer lo que no hay que hacer

Pero la entrada viene a cuento de un artículo aparecido en junio en el Lancet titulado «Los peligros de la medicina excesiva» que comentaba el chequeo realizado al presidente Obama por su médico de cabecera mediante tres pruebas totalmente desaconsejadas por la Guías con un fin preventivo: «electron-beam CT scan of the coronary arteries (to look for heart disease), a three-dimensional CT scan of the large bowel (to look for colon cancer), and a blood test for prostate-specific antigen (to look for early prostate cancer)«. El comentarista, con sorna, escribe algo así como que vaya suerte ha tenido el Presidente ya que no le han encontrado nada. De lo contrario la escalada diagnóstica y/o terapéutica es imparable y peligrosísima (en el artículo ponen el ejemplo de una biopsia de pulmón innecesaria realizada a un exprimer ministro canadiense tras un TAC torácico de screening que acabó con tres meses de ingreso por una complicación; no conocen el caso de nuestro Rey, intervenido inútilmente de un nódulo pulmonar tras un TAC «preventivo» o el de Rubalcaba, biopsiado y septicemizado tras un inútil y peligroso PSA de screening)

Y todo, todo me ha venido tras un gracioso correo en la lista MEDFAM de Alfredo Zurita comentando su experiencia en una consulta médica argentina. Transcribo literalmente:

«el azar me ubicó ayer en la sala de espera de un centro medico local privado, cerca de un grupo de señoras de edad, de clase media, que sostenían una especie de simposio sobre la TAC, pronunciando «tac» con tanta familiaridad como lechuga, todas entendían de que se trataba. La que llevaba la voz cantante redondeo las conclusiones, «una tac al menos una vez al año, completa», dijo con un gesto que comenzaba en el cuello, hacia los pies, el resto de las panelistas asintieron. Se continuó con «quien hacía las mejores tac», aunque después de un breve intercambio, se concluyo que no era cuestion del profesional, sino del equipo, y la voz autorizada, que elaboró la conclusion anterior, indicó dónde estaba el mejor equipo en la ciudad, lo que finalizó el tema. Luego alguien aclaró que no te hacen la tac, si no llevas prueba de tolerancia al yodo, se concluyó en este caso en un profesional local, muy conocido, no como medico, sino como alto funcionario vinculado al control de los juegos de azar, se aclaró para las menos informadas, que es la misma persona, a la tarde redondea sus ingresos en su consultorio, ningún dueño de tac cuestiona sus informes, se aclaró, sin precisar el origen de la credibilidad. La inoportuna aparición del colega al que habia ido a ver me impidió continuar asistiendo al simposio, que había comenzado a tocar el tema angiografias en relacion a la tolerancia al yodo, y los problemas de su excreción posterior»

¿De quién es la culpa de esta fascinación por la tecnología? De todos un poco. Desde luego de los poco edificantes ejemplos de nuestros VIPS (que también cargan con su penitencia en forma de intervenciones inútiles y dañinas). Pero sobre todo de los médicos que lo prescriben por desconocimiento (algunas veces), por satisfacer al cliente (otras veces), por derivar el problema (algunas más), por mantener el estatus que dá ser el «señor del fuego»  y seguir proyectando la idea de «cuánto más mejor» que tan bien alimenta y engrasa todo este negocio que hemos montado/fomentado alrededor de la salud (las más)

Abel Novoa