Mi despido es un gran error judicial*

*Artículo publicado en el periódico danés Politiken, el 11 de diciembre 2018. 

Traducción al castellano de Philip Thinggaard

Es un escándalo en toda regla que Rigshospitalet me quiera despedir. Es un claro ataque tanto a la investigación independiente como a la libertad de expresión.

Por Peter C. Gøtzsche, Catedrático, Director suspendido del Centro Nórdico Cochrane

Quién se hubiera imaginado que algo así podría suceder en un país como Dinamarca, que Rigshospitalet, el hospital nacional, despediría a un funcionario sin previo aviso; además a una persona que co-fundó la cooperación Cochrane hace 25 años, partiendo de cero para convertir el Centro Nordico Cochrane en un centro de investigación de categoría mundial. La razón oficial de Per Jørgensen, Subdirector de Rigshospitalet, para despedirme es que ha perdido la confianza en que sea capaz de seguir liderando el centro. Esto no es una razón justificada y mis resultados lo contradicen.

El despido ha sido brutal. En realidad, tuvo lugar el 29 de octubre, cuando por primera vez en mi carrera me llamaron para una entrevista oficial. Me suspendieron y me trataron como si hubiera cometido un delito grave. Después ni siquiera me permitieron volver a entrar en mi oficina y prohibieron a mis colegas contactarme, cosa que, en particular, mis cinco estudiantes de doctorado no pueden entender (han escrito a Rigshospitalet y a la Ministra de Salud de Dinamarca señalando que no pueden prescindir de mí como supervisor).

El Sr. Jørgensen la Sra. Mette Risak, Jefa de Personal, querían evitar un despido, y por eso me invitaron a entrar en un «acuerdo mutuo de cesión» (para reproducir su terminología tan engañosa) que incluye unos meses de salario adicional, aparte de los tres meses que en todo caso recibiría. En mi sindicato se sentirían orgullosos por haber negociado un salario adicional de 10 meses, lo que nunca había sucedido antes. Sin embargo, interpreto esta oferta como un intento por parte de los directivos del Rigshospitalet de ocultar las condiciones de mi despido. Entre otras cosas, en el acuerdo ponía:

«Las partes están de acuerdo en que no se comunicará a terceros el contenido del presente acuerdo. Cualquier notificación a los empleados y a los relevantes socios internos y externos se acordará con la dirección. El acuerdo servirá como resolución íntegra y definitiva de cualquier demanda entre las partes, sin perjuicio alguno».

Amordazado. Respondí una semana después, con copia al ministerio, que mi libertad de expresión no está en venta y que lo que estaba sucediendo debería salir a la luz de día. En la carta puse que los políticos y los pacientes están muy contentos con mi trabajo; que en 2015 los pacientes psiquiátricos me nominaron para el título de «Danés del Año»;, concurso en que acabé entre los diez primeros; que en 2016 me nombraron Protector de la Red de Escuchadores de Voz; que todos han destacado la gran importancia de la independencia del Centro; y que he aportado a la sociedad miles de millones de coronas danesas con solo tres de las revisiones que he realizado.

También puse en la carta que creo que el despido anunciado tiene que ver con el intento de silenciar una voz importante del debate, igual que mi exclusión de la colaboración Cochrane el pasado 13 de septiembre. La dirección de Cochrane se molestó mucho cuando publiqué una crítica bien fundada a la revisión de Cochrane de las vacunas contra el VPH, y me dijeron que es considerada mala conducta criticar la ciencia de los colegas si la crítica viene de un miembro de la Junta Directiva o de un director de Cochrane. Sobra mencionar que esto es un ejemplo claro de censura científica.

Nuestras revisiones de los ensayos clínicos aleatorios que recibimos de la Agencia Europea de Medicamentos demuestran que las vacunas contra el VPH pueden causar graves daños neurológicos, daños inexistentes según las autoridades. Esto lo estamos publicando, también en una tesis doctoral, y el pasado 12 de octubre presentamos los resultados en nuestro vigésimo quinto aniversario en Rigshospitalet. 

En lugar de silenciar una voz importante, Rigshospitalet y el Ministerio deberían protegerme. Mi despido envía la desafortunada señal de que si los resultados de una determinada investigación son inconvenientes y si causan algún alboroto público, o si ponen en peligro las ganancias de la industria farmacéutica (en las cuales Dinamarca está muy enfocada), se va a despedir a la persona responsable. Mi abogado ha obtenido acceso a documentos del Ministerio, y se sorprende de que muchos de ellos sean escritos por partes interesadas del sector de la sanidad (p. ej. psiquiatras, médicos con conflictos de intereses, la Agencia de Salud y Medicamentos de Dinamarca y editores de revistas financiadas por la industria farmacéutica) que intentan mostrarme como una persona de poca credibilidad, con el obvio objetivo de hacer prevalecer sus propios intereses.

La publicación de varios artículos en revistas como Science, Nature, BMJ o The Lancet demuestran que mi exclusión de la cooperación Cochrane, tras un proceso en que se inventaron nuevas sobre la marcha después de que la investigación del propio abogado de Cochrane me hubiera liberado de todas las acusaciones, ha causado un gran escándalo. Tengo pruebas decisivas de que el proceso no ha sido válido. Al día siguiente, cuatro miembros de la Junta renunciaron en protesta. Este caso no es sobre mi persona sino que tiene que ver con principios importantes que la Dirección de Cochrane ha no ha considerado.

La credibilidad de Cochrane está hundida porque soy reconocido por haber realizado investigación de alta calidad, de manera íntegra e incorruptible. Los 31 directores de los diferentes Centros Cochrane en España y América Latina exigieron una investigación imparcial del proceso contra mí, que fue rechazada por la Junta ya que dicha investigación llevaría a su dimisión o cese. He denunciado tanto al Director General de Cochrane, Mark Wilson como a la Junta de la Comisión de Caridad en Reino Unido por negligencia grave de sus obligaciones puesto que violan las reglas más importantes a las que se deben las organizaciones de beneficiencia y la propia Cochrane. 

¿Por qué Rigshospitalet me quiere despedir, entonces? Es extremadamente raro que Rigshospitalet despida a un jefe médico y cuando ocurre, es siempre por una razón fundamentada. He defendido lo mejor posible los intereses del Centro Nórdico Cochrane, los de la Cooperación Cochrane, los de los pacientes y los de Dinamarca, y creo que he servido a mi país de manera ejemplar en este papel de liderazgo durante mis 25 años como funcionario. Otros están de acuerdo. Más de 8000 firmas han sido enviadas a la ministra, demandando una anulación del despido. La lista de solicitantes incluye nombres tan destacados como Sir Iain Chalmers, cofundador de Cochrane, Fiona Godlee, redactora jefa de BMJ, y Margrete Auken, miembro del Parlamento Europeo (quienes precisamente han hecho mucho para hacer que los datos de los ensayos clínicos estén disponibles a los investigadores), el psiquiatra David Healy (altamente respetado como uno de los principales expertos psicofarmacólogos del mundo), y el investigador en medicina más citado del mundo, John Ioannidis, de la Universidad de Stanford.

La correspondencia a la que hemos tenido acceso revela que el Ministerio y Rigshospitalet han colaborado estrechamente entre sí y con Wilson. Paradójicamente, no me han consultado a mí, aunque está bien documentado que Wilson no siempre da una versión completa y correcta, algo de lo que había advertido a Rigshospitalet proporcionando ejemplos concretos. Wilson ha exigido que me prohiban trabajar en el Centro Cochrane, y el Ministerio y Rigshospitalet le han hecho caso, aunque, según las reglas de Cochrane, puedo seguir trabajando como jefe clínico o como médico de base. Está totalmente fuera de lugar que una persona interfiera de tal manera en los asuntos internos de otro país, más encima violando las normas.

El Ministerio tiene una parte considerable de responsabilidad en que las cosas hayan llegado a este punto, ya que el 12 de octubre comunicó a Rigshospitalet que congelaba los pagos que estaban – bajo la Ley presupuestaria danesa – destinados a los cinco grupos Cochrane de Dinamarca. La congelación seguiría hasta que Rigshospitalet hubiera asegurado que cumplía con los requisitos incluidos en una nota informativa, entre ellos, garantizar que el Centro sigue siendo parte de la cooperación internacional Cochrane. A través del acceso que hemos tenido a documentos, hemos comprobado que desde el 1 de octubre el Ministerio y Rigshospitalet, gracias a correos electrónicos con Wilson, saben perfectamente que el Centro sigue siendo parte de Cochrane. Sin embargo, el Ministerio y el hospital han mantenido este conocimiento bien escondido. Hasta tal punto que Jørgensen continuó expresando, en una reunión personal el pasado 5 de noviembre, que el Centro ya no formaba parte de Cochrane. En dicha reunión justificó en esta inexistente exclusión que yo debería ser despedido; nadie del Centro lo ha entendido.

El 28 de septiembre traté de cancelar la afiliación de nuestro Centro a la Cooperación Cochrane ya que, a través de un periodista, descubrí que, a nuestras espaldas, el personal de Wilson había cambiado nuestro sitio web; se nos había privado de nuestros derechos administrativos sin informarnos; se me había borrado de la lista de empleados, aunque todavía estaba empleado; y que se había publicado en la primera página de la web una declaración incorrecta y profundamente difamatoria sobre mí, redactada por la Junta. Actué de buena fe cuando intenté cancelar la afiliación de nuestro centro, porque Rigshospitalet siempre ha enfatizado que el hospital es solo un arrendador para nosotros y que no quiere interferir con mis disposiciones. No sabía que la Ley presupuestaria exigía que el Centro participara en la Cooperación Cochrane. Más tarde supe, no obstante, que la expulsión nunca se materializó, porque el propio Wilson nunca la aprobó. 

Mi personal ha tenido, y sigue teniendo, mucho miedo de perder sus puestos, porque sigue congelada la subvención bajo la Ley presupuestaria. El Ministerio y Rigshospitalet han causado una gran e innecesaria inseguridad entre aproximadamente 50 empleados a lo largo de dos meses al haber dado la impresión, en contradicción con los hechos, de que no se están cumpliendo con las condiciones para recibir la subvención. El que yo siga o no trabajando en el Centro no tiene nada que ver con el tema, ya que el subdirector puede encargarse de las tareas administrativas relacionadas con Cochrane, si yo no puedo o no debo hacerlo. Parece que el Ministerio y Rigshospitalet han puesto todos los medios a su disposición para satisfacer la inaceptable demanda de Wilson de que me despidieran, jugando con la tranquilidad de 50 empleados.

Esta situación es el resultado de una lucha por el poder entre dos grupos. Uno es dirigido por Wilson: Él defiende la posición que todos en Cochrane deben hablar con la misma voz. Se opone a los debates científicos abiertos sobre la calidad y credibilidad de las revisiones Cochrane. Wilson está más preocupado por la «marca», «nuestro producto» y el «negocio» que por la calidad de la ciencia. Por ejemplo, permite conflictos de interés de índole económico de los revisores con la industria farmacéutica. El segundo grupo quiere devolver Cochrane a sus valores originales: Debate científico libre y asegurar que los investigadores que realizan revisiones Cochrane no puedan tener ningún conflicto de interés económico con las empresas cuyos productos evalúan; aperturismo, transparencia, democracia y cooperación.

Como miembro elegido de la Junta de Gobierno de Cochrane (con el mayor número de votos personales entre los 11 candidatos, a pesar de que fui el único para criticar la administración de Cochrane durante mi campaña electoral), hice todo posible para cambiar las condiciones. A pesar del gran apoyo, perdí la lucha por el poder. Si ese es el motivo por el que el el ministerio de sanidad quiera despedirme esto quiere decir que Dinamarca apoya la nueva línea dentro de Cochrane, una línea caracterizada por la uniformización, la falta de debates científicos y las relaciones demasiado estrechas con la industria farmacéutica, lo que básicamente haría que la existencia de Cochrane fuera redundante.

He sugerido que el Centro cambie de estatus, convirtiéndose en un centro para la medicina basada en evidencia, como varios otros Centros Cochrane lo están haciendo. Eso sería más beneficioso para Dinamarca que formar parte de una organización Cochrane que no está a la altura de sus propios valores declarados. Construir un centro de investigación exitoso tarda muchos años, pero solo se necesita un momento para destruirlo mediante una decisión administrativa imprudente. La pesadilla de cualquier investigador es la falta de comprensión y aprecio de parte de quienes tienen el poder formal. Esto me ha pasado en Cochrane y ahora también me está pasando en Dinamarca.

El mío, creo que es un caso de fundamental importancia ya que se trata de una de las áreas más relevantes dentro del sector de sanidad: los efectos beneficiosos y perjudiciales de los medicamentos y de otras tecnologías médicas. La facilidad con la que es posible echar a una persona inconveniente, y con ello expulsar su investigación y capacidad de participación en el debate académico, puede tener serias consecuencias tanto sanitarias como económicas. Si Dinamarca apoya los principios fundacionales de Cochrane sobre la necesidad del debate científico libre y de independencia de la industria farmacéutica, Dinamarca tendría que brindarme todo su poyo en lugar de despedirme.

Dinamarca también debe reconsiderar si es aceptable el hecho que desde Londres se intente decidir cada vez más sobre a qué se destinarán las subvenciones del Ministerio danés, e incluso decidir si personas trabajando con dinero pagado por otras instituciones (las danesas), y que no han hecho nada malo, merecen ser despedidas. Todos los Centros Cochrane del mundo, excepto el británico, se oponen al fuerte control central existente sobre la libertad de decidir cómo gastar los medios económicos que los propios centros han obtenido.

Si Rigshospitalet me despide, las consecuencias serán las siguientes:

1. Todos pierden, incluso el mismo Rigshospitalet, el Ministerio, Dinamarca y Cochrane. En el año 2000, durante una conferencia en la Universidad de Toronto, el psiquiatra David Healy dijo que la droga más vendida del mundo, una antidepresivo de la marca Eli Lilly, podría llevar al suicidio. Consecuentemente, Healy fue despedida porque Eli Lilly era un donante importante del departamento universitario. Hasta el día de hoy se sigue hablando de este escándalo, aunque han pasado 18 años. Rigshospitalet debería reflexionar bien sobre esto.

2. El alboroto que ya vemos se incrementará considerablemente. Muchos están enojados con el trato al que me ha expuesto Cochrane y saben que ha sido causado por Wilson, quien controla todo, incluida la Junta de Cochrane, lo cual he experimentado de primera mano. Si Wilson también logra que me despidan, tendrá consecuencias incalculables. La gente de Cochrane ya está nerviosa por lo que pueden arriesgar, y muchos retirarán la pertenencia de sus centros o grupos al ver que el poder de Wilson es casi ilimitado.

3. Mi abogado y yo estudiaremos cuidadosamente la base del despido con el fin de interponer una demanda por daños y perjuicios contra Rigshospitalet por despido improcedente, y contra Cochrane por la propagación de este libelo que ha tenido consecuencias económicas para mí. Esto dañará aún más a Cochrane.

4. El Ministerio, Dinamarca y Rigshospitalet tendrán un rol principal poco atractivo en los documentales y libros sobre la libertad científica y el destino de los denunciantes, libros y documentales que ya están en preparación. También en el extranjero llamará la atención que en Dinamarca no se vuelva a emplear a una persona, incluso si gana un caso de despido
injustificado. 

Dado que el asunto es de fundamental importancia, hoy envié a Rigshospitalet, a la ministra y a la Asociación de Médicos Especialistas de Dinamarca una copia de mi respuesta en la consulta de las partes interesadas. También les he enviado una copia de una carta de mi abogado, que formó parte de mi respuesta de esta consulta. Este no es solo un caso entre Rigshospitalet y yo. El Ministerio tiene una parte importante de la responsabilidad por la situación surgida.

El investigador de salud más citado del mundo le ha escrito a la ministra de salud de Dinamarca que confía en que ella no quiera estar en el lado equivocado de la historia.

Peter C. Gøtzsche