Verónica Gordo.

Médica de familia y comunidades. Exmédica forense del Instituto de Medicina Legal de Galicia.

La soledad forma parte de la vida. No tan frecuente es la muerte en soledad en el domicilio.

Tradicionalmente el trabajo del forense es como el de un hombre de mediana edad y poco agraciado que acude solo a los lugares más remotos, a las viviendas más destartaladas, a las desgracias más terribles, y cuando hace acto de presencia, todo el mundo calla, esperando que él hable y explique lo que ha pasado. Hace más de 20 años que ni los jueces ni los letrados de la administración de justicia (antes secretarios judiciales) acuden a los levantamientos de cadáver (salvo contadas excepciones), siendo nosotros, actuando por delegación de Su Señoría, los máximos representantes de la autoridad judicial. En nuestro contexto, la muerte en soledad en el domicilio es sin duda, una de las más difíciles de abordar, ya que no es fácil reconstruir las circunstancias que han llevado a tal fin. Tanto la información que aporta el escenario de la muerte como la que aporta la familia, vecinos, allegados o incluso personas tan dispares como un panadero, un taxista, etc, nos puede ayudar a esclarecer los hechos. Las muertes en soledad en el domicilio son, de forma general, más habituales en el medio urbano que en el rural, donde persisten aún las redes comunitarias. En la ciudad muchas veces nadie conoce a su vecino de al lado, no te cruzas con nadie en la escalera, compartir el ascensor no suele romper el hielo, no compras en las mismas tiendas, porque la variedad es infinita y las compras por internet cada vez son más habituales, etc… puedes estar muerto en tu casa hace 3 meses y nadie te echará de menos, a no ser que tengas una deuda en el banco, te desahucien o el olor de la putrefacción sea tan nauseabundo que nadie lo soporte.

En este texto se presentan testimonios de profesionales sanitarios en activo que han tenido la experiencia de casos de muerte en soledad en el propio domicilio del paciente.

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