[English version at the end]

En una tierra lejana, en medio de un denso bosque, se encontraba el grandioso reino de la “Unión de los Búhos,” institución legendaria que decidía las leyes y normas para todos los animales del bosque y la pradera. La Unión de los Búhos era también el lugar, un palacio, donde se reunían los animales más sabios y ancianos, o al menos, aquellos que se consideraban especialmente sabios.

Un día, una terrible enfermedad se extendió por la tierra. De dieron nombre por su causa, el “Virus de la Fiebre de la Sombra.” El virus se propagó rápidamente, y los animales debían tener cuidado para no contagiarse. Ni siquiera los búhos sabios en la Unión de los Búhos pudieron resolver el misterio de este virus. Sin embargo, insistieron en que el trabajo en el palacio debía continuar; al fin y al cabo, su tarea para el bosque era demasiado importante.

Entre los muchos animales que trabajaban para la Unión de los Búhos, había un erizo leal llamado Igor. Igor había servido a la Unión durante muchos años. Era diligente, trabajador y siempre tenía en mente el bienestar del bosque. Pero cuando la Fiebre de la Sombra se extendió, Igor no tuvo suerte. Durante una capacitación para un nuevo “Sistema de Avefría,” un sistema informático que supuestamente facilitaría la comunicación para todos los animales del bosque, se contagió con el virus. Igor enfermó gravemente; la fiebre opacó sus púas y agotó sus fuerzas. Los otros animales en la Unión de los Búhos apenas pensaron en ello. “Igor se recuperará,” dijeron, y continuaron con su trabajo.

Igor luchó valientemente contra la enfermedad, pero se recuperó lentamente. Justo cuando pensaba que estaba mejor y que podía volver al trabajo, volvía a enfermarse. El Virus de la Fiebre de la Sombra era persistente y regresaba una y otra vez, dejándolo débil y exhausto. Así pasaron más de tres años. Cada vez que Igor pensaba que estaba listo, la fiebre volvía y lo llevaba de nuevo al borde de la muerte.

Finalmente, llegó el momento en que terminaba su contrato con la Unión de los Búhos. Los cuervos, que gestionaban la administración de la Unión de los Búhos, le enviaron una breve carta formal. “Gracias por su servicio, Igor. Lamentablemente, su contrato termina este mes.” Sin palabras de gratitud, sin apoyo de transición, sin seguro. Simplemente fue descartado, como una cáscara de nuez vieja.

Igor, que había dedicado tanto de su corazón y su salud a la Unión de los Búhos, ahora estaba solo. Sin la protección de la Unión de los Búhos, sin un apoyo amigo, tuvo que encontrar su propio camino. Muchos animales en el bosque escucharon sobre su destino y susurraron entre ellos acerca de la Unión de los Búhos, sobre la frialdad y la indiferencia con la que trataba a sus trabajadores leales.

En medio de toda esta oscuridad, sin embargo, Igor aprendió una cosa: sus verdaderos amigos, aquellos que lo ayudaron, no eran los grandes búhos altivos, sino los pequeños ratones, zorros y comadrejas, animales sencillos que mostraban comprensión y compasión. Con su ayuda, Igor reconstruyó su vida y aprendió que la verdadera fortaleza suele residir en las conexiones simples y cotidianas, no en la fría y reluciente maquinaria de la Unión de los Búhos.

Y así, el cuento se extendió por todo el bosque, y muchos animales decían: “Un reino que no protege a los suyos, con el tiempo caerá por sí mismo.”

Martin Sattler es un médico de familia vocacional.

 

The Shadow Fever Virus

In a distant land, deep within a dense forest, lay the grand realm of the “Owl Union,” a legendary institution that decided the laws and rules for all forest and meadow animals. The Owl Union was a place where the wisest and oldest animals gathered—or at least, those who considered themselves exceptionally wise.

One day, a terrible illness broke out in the land. It was called the “Shadow Fever Virus.” The virus spread quickly, and the animals had to be cautious to avoid catching it. Even the wise owls in the Owl Union couldn’t solve the mystery of this virus. Nevertheless, they insisted that work in the palace must go on—after all, their task for the forest was far too important.

Among the many animals working for the Owl Union was a loyal hedgehog named Igor. Igor had served the Union for many years. He was diligent, hardworking, and always had the forest’s welfare in mind. But when Shadow Fever spread, Igor was unlucky. During a training session for a new “Lapwing System”—a computer system that was supposed to make communication easier for all the forest animals—he caught the virus. Igor fell gravely ill; the fever dulled his quills and drained his strength. The other animals in the Owl Union hardly gave it a thought. “Igor will recover,” they said, and continued with their work.

Igor fought bravely against the illness but recovered only slowly. Just when he thought he was getting better and could return to work, he would fall ill again. The Shadow Fever Virus was stubborn, returning again and again, leaving him weak and exhausted. Over three years passed like this. Each time Igor thought he was ready, the fever returned and pulled him once more to the brink of death.

Finally, the day came when his contract with the Owl Union was due to end. The crows, who managed the Owl Union’s administration, sent him a short, formal letter. “Thank you for your service, Igor. Unfortunately, your contract ends this month.” No words of gratitude, no transitional support, no insurance. He was simply discarded, like an old nutshell.

Igor, who had dedicated so much of his heart and health to the Owl Union, was now left alone. Without the Owl Union’s protection, without a helping paw, he had to find his own way. Many animals in the forest heard about his fate, and they whispered among themselves about the Owl Union, about the coldness and indifference with which it treated its loyal workers.

In the midst of all this darkness, however, Igor learned one thing: His true friends, those who helped him, were not the grand, high-flying owls, but rather the little mice, foxes, and weasels—simple animals who showed understanding and compassion. With their help, Igor rebuilt his life and learned that true strength often lies in simple, everyday connections—not in the cold, gleaming machinery of the Owl Union.

And so, the tale spread throughout the forest, and many animals said, “A kingdom that does not protect its own will eventually fall apart on its own.”

Martin Sattler, family doctor by passion